La reciente junta general de Enagás, celebrada en Madrid, acordó promover como miembro de su consejo de administración a Elena Massot, de Barcelona, que es condueña de la inmobiliaria Vertix y expresidenta de la patronal separatista FemCat.

La gigante gasista ha comunicado a la Comisión de Valores que la señora Massot llega a su cúspide en la curiosa calidad de “independiente”. Tal vocablo significa justo lo contrario de lo que pretende expresar. Porque a Massot no la han encumbrado por sus conocimientos sobre los gasoductos y la industria de los hidrocarburos, que son perfectamente descriptibles, sino como una mera deferencia dispensada a Carles Puigdemont.

En efecto, este golpista pidió y obtuvo de los correveidiles de Pedro Sánchez que de cuando en cuando acuden a Waterloo, un favor especial. Consiste en colocar a una serie de acólitos de Junts en el puente de mando de diversas instituciones públicas españolas.

A este respecto, el volantazo de los junteros es per llogar-hi cadires, como decimos por nuestros andurriales. Hasta ahora, venían criticando con ardor la existencia del prolífico aparato empresarial del Gobierno. Ello no les ha impedido, tras la fracasada escisión de Cataluña, pasarse al bando contrario y acomodarse en puestos de mando muy bien remunerados de las compañías integrantes de aquel mismo tinglado gubernamental que antes denostaban.

El Estado posee un 5% de Enagás. Pese a tan escaso paquete, el Ejecutivo hace y deshace a su antojo en su sanedrín desde hace décadas. La planta noble de la casa se asemeja a un cementerio de elefantes. Ahí sestea y cobra una ristra de ex paniaguados del PSOE y el PP.

El elenco abarca al súper-lobista Pepiño Blanco, más José Montilla, María Teresa Costa y Ana Palacio. La retribución que cada uno de ellos percibe es del orden de los 160.000 euros anuales. Palacio bate el récord con 190.000.

El nada extenuante trabajo de esta colección de políticos amortizados reside en asistir a una docena de reuniones al año y aplaudir con las orejas cuantas decisiones proponga el mandamás de turno. A continuación pasan el cazo, recogen el jugoso momio… y hasta la siguiente sesión.

Por cierto, al margen de sus lucrativos viajes gasistas a la Villa y Corte, el expresident Montilla disfruta en Barcelona de un espléndido despacho sito en la avenida Diagonal, junto a Rambla de Cataluña, que los contribuyentes locales le costean a riguroso escote.

El ingreso de doña Elena Massot en Enagás, citado más arriba, sigue a otros de naturaleza similar acaecidos durante las últimos tiempos en varias entidades.

Es el caso de Ramon Tremosa, exdiputado del parlamento europeo y exconseller de la Generalitat con el inefable Quim Torra. Tras desempeñar esos altos y provechosos cometidos, experimentó un dramático declive como servidor del pueblo. Acabó de regidor en el ayuntamiento de la Ciudad Condal. Ahí andaba vegetando y devengando hasta enero último cuando de forma sorpresiva, renunció a la poltrona sin dar más explicaciones.

Y hete aquí que, un mes después, se anuncia su entrada como vocal de la todopoderosa gestora aeroportuaria Aena.

Tremosa no tiene la menor idea sobre el negocio de los aeropuertos y los aviones, pero eso carece de importancia. Lo único relevante es que ese sujeto siente sus reales en la cima de la corporación y se embolse el consabido chollo.

Es de recordar que tiempo atrás, arremetía contra Aena. La calificaba de “colonialista” y de comportarse como una “reliquia soviética”. Las palabras se las lleva el viento. Hoy no pone reparo alguno a que la fustigada “antigualla” le sufrague sus mamandurrias.

Otro enchufe descarado es el de Pere Soler. Ejercía de director de los Mossos cuando ocurrió el referéndum ilegal de 2017. En enero se incorporó con todos los honores al órgano de gobierno de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia. En su flamante sitial tendrá oportunidad de dar su opinión y emitir su voto sobre la opa hostil que BBVA tiene en marcha para apoderarse de Banco Sabadell.

Más llamativo aún es el caso del veterano periodista Miquel Calçada, conocido como Mikimoto. A finales de 2024 le designaron vocal del mastodonte RTVE. La ruinosa televisión oficial le abona 100.000 euros anuales de momio durante un lustro.

Last, but not least, el nombramiento más reciente es el del profesor universitario Eduard Gràcia, dirigente del tinglado hiper-subvencionado Assemblea Nacional Catalana, conocida como ANC.

Gràcia se ha encaramado al cónclave supremo de Renfe y su vituperada hijuela "rodalies", pese a su enciclopédico desconocimiento sobre el ramo de los trenes. Es el mismo individuo que, no ha mucho, abogaba por que la ferroviaria fuera expulsada sin contemplaciones de esta comunidad.

A la vista del batiburrillo estrambótico de investiduras descrito, queda bastante claro que a juicio de los capitostes secesionistas, en Cataluña ni está ni se espera la dichosa emancipación del terruño.

De ahí que hayan llegado a una conclusión palmaria, inscrita en el refranero hispano desde tiempo inmemorial: la caridad bien entendida empieza por uno mismo. Para ello, esos vividores se han lanzado en tromba a chupar del bote del entramado estatal. Así de patética es la catadura de los espabilados de la política vernácula. Ya se sabe que en las cosas de la pasta, quien no corre, vuela.