Nos encontramos en la encrucijada de una muy difícil travesía. Es uno de los momentos más complejos en la historia de Europa y por ende en la Península Ibérica. Estamos inmersos en un cambio de ciclo histórico.

En el apasionante ruedo ibérico, las organizaciones políticas de la derecha y la ultraderecha vocean con verdadero entusiasmo e “impasible el ademán”, que “España se rompe” y adjudican a la política territorial del Gobierno y sus concesiones a los nacionalismos periféricos la causa de esta ruptura anunciada a bombo y platillo.

Aunque es indudable que el Gobierno tiene una política territorial errática condicionada por sus pactos con sus “socios” nacionalistas irredentos; sin embargo, lo que más daño hace a la nación española es el odio generado por una extrema derecha envalentonado por la ayuda y agitación que recibe del exterior y los Estados Unidos “trumpistas”.

Los dos grandes partidos constitucionalistas de la democracia española, el PP y el PSOE están cada vez más condicionados por sus aliados y socios de investiduras. Por una parte, el escoramiento y dependencia del PP hacia postulados de los “trumpistas-putinescos” de VOX es un hecho muy preocupante para la democracia de nuestro país.

Por otra, es una muy mala noticia la dependencia del PSOE del fugado de Waterloo para la aprobación de presupuestos y de determinadas leyes de carácter social. La actividad política del país está condicionada por los extremos.

Con los nacionalistas de Junts el Gobierno ha abierto una negociación muy compleja donde reaparece el ADN convergente de los herederos del 3%, su líder manifiesta en todas sus actuaciones, intolerancia y obsesión egocéntrica, pero al mismo tiempo muchos de sus seguidores añoran los “business” del pujolismo.

Poco a poco, van ocupando las sillas de diferentes Consejos de Administración de empresa públicas o participadas: Renfe, AENA, Telefónica, RTVE, CNMC, Banco de España, Enagás… Estos irredentos secesionistas piensan no solo en el intento de interferir en el control del Estado desde dentro, sino principalmente en el atractivo de la generación de negocio del que puedan beneficiarse.

Su participación en las instituciones y estructuras del Estado les permite participar en las actividades económicas que estas instituciones generan. Su presencia en Madrid les abre un espacio de colaboración que puede llegar en su momento al entendimiento con sus homólogos ideológicos de la presidenta de la Comunidad y sus negocios familiares y sentimentales.

PP y Convergència siempre han compartido muchas más cosas, no solo en el campo económico. La política les ha enfrentado en algunas ocasiones, sin embargo, el “business” les ha permitido compartir ventanas de oportunidad. Los negocios unen más que las ideologías.

Cierto es que la situación política actual no nos conduce al optimismo, a pesar de que el Gobierno ha conseguido importantes logros económicos en el campo de la inflación, el crecimiento y la creación de empleo; logros reconocidos incluso por las autoridades comunitarias.

Comentamos muy brevemente los “acuerdos” del Gobierno de España con sus "socios autonómicos":

A la complejidad de la “financiación singular” habría que añadir el déficit de explicación por parte del Gobierno, lo que la convierte en un instrumento de agitación permanente utilizado por los territorios gobernados por el PP, que incluso afecta a votantes de la izquierda instalados en los territorios que se sienten tradicionalmente “abandonados” por el poder central.

El “acuerdo” sobre migración concede un protagonismo especial al fugado de Waterloo, el cual aprovecha el acuerdo para introducir las tesis del nacionalismo xenófobo sobre los peligros de la identidad catalana amenazada por las masas de emigrantes y la inseguridad de las menas, compartida con la ultraderecha.

“The last but, not least”: el “apasionante” traspaso de Rodalies, donde Junts no oculta su deseo sobre el fracaso del mismo, mientras mossèn Junqueras intenta sacar provecho político del desconcierto de Renfe ante la mala planificación de las numerosas obras de infraestructuras que se están ejecutando al mismo tiempo y la escasa “habilidad” de los responsables catalanes del Departament de Territori.

La Cataluña que intenta pacificar Salvador Illa, irrita cada vez más a los irredentos secesionistas que tanto dicen estimarla, pero que desearían que todo fuera a peor, para mantener a sus activistas “hooligans” permanentemente “empreñados”.

Volviendo al ruedo ibérico, la situación del presidente Sánchez es cada vez más complicada, la no aprobación de forma reiterada de los Presupuestos Generales del Estado precipitará nuevas elecciones generales. Le aparecen serios opositores internos, cuenta con unos socios de gobierno que vuelvan al siglo pasado con el “OTAN NO” sin entender lo que está ocurriendo en la Europa de hoy, y unos socios de investidura muy poco fiables que juegan a todas las bandas.

El único “aliado” sin quererlo del gobierno, es el impresentable presidente Mazón empeñado en salvarse aun a costa de hacer perder al PP la Comunidad Valenciana, coqueteando con VOX. Feijóo permanece como la mujer de Lot “convertida en estatua de sal”.

La situación del país no es precisamente optimista, la posible llegada al gobierno de ultras intolerantes que desprecian la democracia no augura nada bueno. Nos encontramos inmersos en un escenario preñado de incertidumbre en un mundo que aborda con desasosiego el cambio de ciclo. Todo debería pasar por un diálogo abierto y sereno entre las dos fuerzas constitucionalistas mayoritarias, acontecimiento hoy por hoy imposible.