José María Aznar tiene el mérito de ser el pregonero del "Sánchez vende España". Lo dijo con los indultos, con la amnistía y con el acuerdo sobre inmigración con Junts. Lo dice sin despeinarse y con su habitual cara de estreñido. Me ofende que dé lecciones sin despeinarse y que se pasee por platós de televisión y foros de conferencias para explicarnos lo bien que lo hacía él, lo mal que lo hacen los otros, y, sobre todo, para marcar el camino a un desnortado Alberto Núñez Feijóo. Eso sí, en el aniversario del 11-M sigue sin pedir perdón por su gran mentira a los ciudadanos. No fue ETA, fueron los islamistas, señor Aznar.
No pide perdón sobre el peor atentado en suelo nacional que nos puso como objetivo del terrorismo radical por el innecesario papel de una España haciendo la pelota a un EEUU necesitado de sacar músculo en su papel de imperialista avezado. "Estamos trabajando en ello", decía taimado de sí mismo con los pies encima de la mesa junto a Bush. Y seguro que ha aplaudido a rabiar el desprecio al Gobierno de España por parte del Gobierno de Madrid, ocupado por el Partido Independentista del Distrito Federal -PIDF- en el homenaje a las víctimas del cruel atentado del 11-M. Las actuaciones de la señora Ayuso solo tienen parangón en los gobiernos independentistas catalanes. ¡Qué diría el gran Aznar si menospreciar al gobierno de España se hiciera en Cataluña!
Tampoco ha dicho una palabra el nuevo vendedor de humo sobre la gestión de la dana en Valencia. El gran líder ideológico de la derechona no se embarra. Ya bastante embarrado está Mazón. El PP sí se embarra, en boca de Tellado, su paupérrimo portavoz del PP en el Congreso. Sigue Feijóo dando amparo a un presidente desahuciado que, a día de hoy, no ha conseguido explicar qué hizo, más bien qué no hizo, el día de la desgracia.
Para colmo Aznar dice que el acuerdo con Junts es peor que el 1-0. Esto en Madrid DF se compra con entusiasmo. Ahora es patético ver a los medios de comunicación de la Brunete comprando felices la mercancía averiada de Junts. Han llegado a decir que Sánchez ha convertido a Cataluña en un estado nación y, lo que es peor, han sabido que los catalanes hablan un idioma raro que, por supuesto, es el idioma de los independentistas. Todavía piensan que solo son independentistas los que tienen ocho apellidos catalanes y que el independentismo tiene un sustrato étnico. Lo dice Aznar acusando de racismo a Junts. Lo dice un racista que justifica los pactos con un partido xenófobo, racista, machista, negacionista y preconstitucional. ¡Vivir para ver!
Aznar crítica con desdén al nacionalismo. Se cree el ladrón que todos son de su condición, porque para nacionalismo irredento, supremacista e identitario el nacionalismo de Aznar y de Vox, incapaz de ver a España como un mosaico de diferentes. España o será plurinacional o no será porque el centralismo irredento da alas a los independentistas. Solo hay una solución para evitar que sigan utilizando soflamas: que sigan perdiendo las elecciones.
El nacionalismo, español y catalán, están encantados de conocerse y de reconocerse como enemigos íntimos. Les sobra una opción que rompa el modelo intransigente que transite por otros caminos para construir una España diferente, donde cada uno se sienta español a su manera, y catalán a la vez, sin agitar las banderas como sentimientos de pertenencia a una tribu. Puigdemont dice Cataluña soy yo. Aznar no le va a la zaga y le emula: España soy yo. Son iguales. Uno no ha pedido perdón por enfrentar a los catalanes en una aventura que nos dejó en las raspas y el otro no ha pedido perdón por meternos en una guerra que no era la nuestra y que rompió la vida de más de cien personas.
Para justificar el desastre trató de enfrentar a los españoles. Puigdemont dice que PP y PSOE son lo mismo, un eufemismo para justificar sus dislates y Aznar se refiere a los catalanes, a todos, como independentistas. Como dice el dicho, que la realidad no te estropee una buena noticia, aunque sea mentira. Tanto monta, monta tanto, Aznar como Puigdemont. Viven en la cultura del enfrentamiento y de ahí sus réditos. Dar la vuelta a la tortilla no es fácil pero es el único camino.