Dos de nuestros líderes políticos ostentan, además de sus cargos nacionales, notables responsabilidades políticas internacionales, lo cual ahora no es necesariamente lo mejor para España en estos momentos porque están obligados a extremar sus mensajes.

Sánchez es el presidente de la Internacional Socialista y Abascal, de Patriots, el principal partido de oposición a la alianza más o menos centrista (socialistas, conservadores y liberales) que mantiene a Von der Leyen al frente de la Comisión Europa. Si alguien tiene que defender su relato son ellos.

No cabe duda de que Trump está dando mucho que hablar y no podemos quedar indiferentes ni ante sus palabras ni ante sus actos, pero siempre con inteligencia porque, a pesar de sus formas, Trump es un gran jugador de, como poco, póker si no ajedrez.

Tras el ruido vienen las negociaciones y, de momento, no le va mal. Todos tenemos ya una opinión de Trump y seguro que es muy variada, pero me temo que la inmensa mayoría pensamos que nuestros ¿líderes? europeos parecen extremadamente torpes a la hora de reaccionar en una inequívoca muestra de su/nuestra decadencia.

Solo se ha movido Macron para dejar claro que es el más listo de la clase en una puesta en escena vacía y hasta contraproducente porque Orbán es presidente de un país que sigue estando en la Unión Europea (por cierto, ni Orbán ni Le Pen sucumbieron a la tentación de acudir a la convención CPAC, preservando su imagen de unos excesos carentes de sentido).

La Unión Europea es un invento de la guerra fría para crear una primera frontera con la Unión Soviética, algo equivalente a la extinta Comecom o al Pacto de Varsovia.

Pero hete aquí que la Europa de la posguerra ha gozado de líderes políticos de primera talla y lo que era un invento americano derivado del plan Marshall tomó cuerpo y se ha constituido en uno de los más hermosos proyectos de la historia, una aproximación entre enemigos históricos para buscar la prosperidad de todos y defender un espacio de paz, democracia y protección social como no existe en ninguna otra parte del globo.

Solo un dato, los europeos no pasamos de ser el 5% de la población mundial, y bajando, pero nuestro gasto en políticas sociales y de protección supone el 50% de todo lo que se gasta el mundo en estos rubros. Sí, somos un jardín en medio de la jungla y es nuestro deber protegerlo.

El huracán Trump tiene unas formas manifiestamente mejorables, no hay duda, pero muchas de las cosas que hace o defiende las vivimos aquí de manera más o menos similar: “Los líderes están por encima de las leyes”, “yo no miento, cambio de opinión”, “no haremos que la realidad estropee nuestro relato”, “yo soy el mejor y mi país tiene que estar agradecido de que le dedique mi tiempo”… solo hay dos cosas en las que es realmente diferente a nuestros líderes, su aversión al gasto del Estado y su visión simplista del mundo.

Trump odia el gasto no productivo y, para él, todo lo que no produce es gasto inútil. Por eso se entiende el fichaje de Elon Musk, un tipo que quitó todo lo “sobrante” de Twitter y se quedó tan ancho. Su teoría es la de los mejores restructuradores, cortar hasta un milímetro antes de que deje de funcionar.

Su plan para ajustar la Administración estadounidense, nada que ver con los mastodontes europeos, consiste en cargarse todos los filtros, contrapesos y sutilezas. Funcionará, aunque dentro de un tiempo veremos problemas de todo tipo.

En cualquier caso, ojalá le contratásemos en la Unión Europea, España, Cataluña, Barcelona… sobra muchísima grasa, muchísima duplicidad y muchísimo chiringuito. Somos expertos en malgastar el dinero. EEUU está en fase hiperpragmática y el abandono de varios organismos multilaterales obedece a la deriva que estos han tomado.

Se fundaron como un vehículo de influencia de Estados Unidos, ahora algunos son cerrilmente antiamericanos. Lógico que quieran dejar de ser los pagafantas.

De todo lo que sucede, y sucederá, lo más complejo para nosotros se deriva de su visión simplista del mundo. Trump solo ve como iguales a Rusia y a China, manifestando claros intereses económicos en Oriente Medio. El resto le es prácticamente igual.

Europa, vieja, rígida, hiperregulada, no le interesa, sobre todo porque ya tiene varios centinelas, como Patriots, que le avisarán de los peligros cuando los haya. Veremos como poco a poco las tropas estadounidenses dejarán suelo europeo y antes acudirán a resolver los problemas de Orbán, si los tiene, que los nuestros, al menos con la actual presidencia del Gobierno.

Que nos proclamemos “reserva espiritual de occidente” suena a tiempos del Nodo y, sobre todo, es peligroso porque para Trump simplemente no existimos. Si seguimos presumiendo de “dique de resistencia de los valores europeos” lo tendremos mal en lo económico y en lo geoestratégico porque a Trump le es indiferente si la puerta del Mediterráneo la vigila desde una base en Rota o en Marruecos.

Y si algún vecino del sur, sea el que sea, se nos pone gallito o si simplemente no quiere colaborar en el control de fronteras, a Trump le será absolutamente indiferente.

Los valores europeos están claros, y los tenemos que defender, pero con astucia e inteligencia, lo mismo que está haciendo la doctora Sheinbaum en México. No vale que los usemos para hacer campaña local, porque el resultado puede ser pésimo para los intereses de los ciudadanos.

O entendemos de qué va este partido, o el mandato de Trump se nos va a hacer muy largo, aunque no cambie la Constitución americana para optar a un tercer mandato.