La Llave de Oro, con sede en Barcelona, celebra este año sus bodas de roble. Durante ocho décadas de actividad trepidante, ha construido la bagatela de casi 18.000 viviendas. Y ha alcanzado un tamaño que la encarama al podio del sector en Cataluña, inmediatamente después del coloso Núñez i Navarro.

Curiosamente, ambas corporaciones se constituyeron por las mismas fechas, La Llave de Oro en 1945 y, dos años después, Núñez i Navarro

Esta última es propiedad de Josep Lluís y José María Núñez, y su madre Maria Lluïsa Navarro, viuda del recordado Josep Lluís Núñez, expresidente del FC Barcelona.

A su vez, la titularidad y la gestión de La Llave reposan en Luis Marsà García y Ferran Marsà Visay, segunda y tercera generación, en calidad de administradores.

El fundador fue Luis Marsà Abad. Bajo su mando, la compañía se distinguió por integrar con rigor los diversos procesos del desarrollo de las promociones, que cubre la compra del terreno, los trabajos de urbanización y la transferencia individualizada del producto.

Hasta finales de los años sesenta lo habitual es que no se erijan grandes edificaciones para enajenarlas por pisos. A la sazón, los burgueses diseñan sus obras, contratan a los industriales para que las realicen y luego alquilan los alojamientos, a fin de asegurarse la futura percepción de unas sólidas rentas. El ensanche de Barcelona está repleto de tales mastodontes.

Para los compradores, el mayor problema es de orden financiero, pues las hipotecas tal como las conocemos ahora no proliferan y los tipos de interés son muy altos. En semejantes circunstancias, es el propio promotor el que otorga las facilidades dinerarias a los adquirentes y les entrega los hogares a cambio de una montaña de letras, de vencimientos dilatados.

La Llave concentra sus esfuerzos exclusivamente en Barcelona y Mallorca. Solo de unos años a esta parte extiende sus tentáculos hasta Madrid. Lo hace a todo trapo. En poco tiempo acumula más de medio millón de metros cuadrados, que le permiten proyectar 1.700 moradas para dedicarlas al arrendamiento, con una inversión prevista de 300 millones.

En fechas más recientes, cruza el charco y se establece con todos los honores en República de Panamá. En ese enclave ya lleva constituidas ocho sociedades para el despliegue de otras tantas actuaciones.

El negocio más joven del grupo son los hoteles. De momento posee dos, a saber, Andante y Ciutat Barcelona, ambos en la Ciudad Condal.

La envergadura de La Llave es impresionante. Sus haberes suman 730 millones y el patrimonio, 566. Este último engorda año tras año gracias a que todos los beneficios obtenidos se retienen para fortalecer las reservas.

El principal epígrafe del conglomerado, lógicamente, es el parque de pertenencias. Su importe asciende a 580 millones. De esta cifra, 545 corresponden a propiedades que se mantienen en el balance para la venta y el resto, a la cartera de las destinadas al arriendo.

LA LLAVE DE ORO (en millones de €)

Año Facturación Beneficio
2023 112 16,4
2022 193 21,8
2021 139 17,4
2020 51 4,9
2019 78 10,9

El cuartel general de La Llave se encuentra en el paseo de Manuel Girona, en el linde de los distritos de Les Corts y Pedralbes. Ocupa un local alzado en su día por la propia empresa.

En el curso de su existencia, La Llave ha esmaltado la urbe con docenas de fincas monumentales. De ellas son de citar un bloque en calle Londres esquina avenida de Sarriá, que data del lejano 1945; un rascacielos, conocido por Torre Catalonia, en Rambla de Cataluña, esquina calle Rosellón; otro, el Estrella Polar, en plaza Francesc Macià; y la singular Torre Urquinaona, en la plaza de la que toma el nombre.

La saga Marsà controla el capital entero por medio de la compañía de cartera Amr. Su presidente es Ferran Marsà Visay; le acompañan como consejeros su hermano Dídac y su madre Cristina Visay Lletget.

Después de ocho decenios de trasiegos sostenidos en el ramo del ladrillo y la hormigonera, La Llave de Oro luce como el dorado metal que campea en su título. Cataluña se queda pequeña para sus ambiciones y ha desembarcado en la Comunidad de Madrid, que brinda unas posibilidades de expansión casi infinitas.

Además, en la meseta central, los emprendedores no sufren el desprecio y las injerencias reguladoras de los políticos. Bien al contrario, disfrutan desde hace lustros de una atractiva fiscalidad y reciben todo tipo de facilidades para invertir libremente sus caudales y generar riqueza.