Los despachos de las Administraciones adquieren muchas veces una vida propia que poco o nada tiene que ver con la realidad de la calle.
Para establecer normas es imprescindible un conocimiento exhaustivo de la situación y tratar de fijar aspectos coherentes y justos que acrecienten el bienestar general. No siempre es así.
En España hemos vivido hace apenas una semana la entrada en vigor del nuevo registro de viajeros, un dolor de muelas para los establecimientos turísticos que tienen ahora la obligación de gastar dinero para cumplir con los deseos del Ministerio del Interior.
Y en Europa hemos podido comprobar como la Unión Europea está dispuesta a sacrificar a la flota pesquera del Mediterráneo de España, Francia e Italia por el recorte salvaje del calendario de capturas.
¿Se han estudiado bien en ambos casos las consecuencias que sendas decisiones pueden acarrear? No lo parece.
Los lectores de Barcelona lo podrán comprobar de primera mano esta mañana en la Barceloneta con la protesta que los pescadores han organizado y que coincidirá con la queja sonora que se expresará en Madrid y en Bruselas para evitar que los planes de la Unión Europea se conviertan en una realidad.
La idea es que la flota pesquera recorte un 79% sus jornadas de pesca lo que significará que pasarán de salir a faenar 130 días a poder hacerlo solamente 27. Es decir, la muerte del sector sin contrapartidas programadas, y una dificultad grave para cumplir con unos precios adecuados con la costumbre y la necesidad de consumir pescado fresco del Mediterráneo.
Los pescadores que hoy se podrán ver frente a la torre del Rellotge lo tienen claro: hay que buscar una alternativa que aúne sostenibilidad medioambiental con viabilidad económica del sector. Sin equilibrio, la sociedad se despeña por una ladera o por la otra, y en esas están las familias de los 3.000 pescadores españoles del Mediterráneo.
En opinión del sector, la propuesta comunitaria está basada en datos científicos sesgados y que no se ajustan a la realidad actual.
En el fondo, los pescadores no quieren ser colocados en la diana del problema, sino en la mesa para abordar soluciones. Soluciones para ellos y para un consumo esencial de nuestra dieta mediterránea porque en nombre del equilibrio de la sostenibilidad no puede ejecutarse al amanecer a todo un colectivo.
Habrá que hablar, pactar y comprobar medidas que sean correctas para todos porque por esta regla de tres, como ya se especula en el sector, ¿esa línea de restricción se aplicará a la ganadería y a la agricultura?
En fin, un poco de sentido común podría ayudar a dulcificar las decisiones tanto de la pesca de arrastre como la pesadilla que ahora supondrá para los viajeros la exigencia de aportar sus datos en los establecimientos turísticos. La seguridad es esencial, pero entre colaborar y desnudarse hay una pequeña diferencia.