A finales de año, en todos los lares, las Administraciones de bien se prestan a presentar sus propósitos, los llamados presupuestos, las cuentas del año siguiente. Si hay democracia, hay debate; si no, se pasa al siguiente punto del orden del día.
En los últimos años, hemos descubierto el concepto de la prórroga, como en el fútbol. Duran más las prórrogas que los partidos, y acostumbra a haber más emoción en los últimos minutos antes de las votaciones que en el contenido.
Desde mediados de los años 80 del siglo pasado, Reagan y Thatcher construyeron un relato que ha tenido y tiene mucha fuerza: “Si no pago tantos impuestos, el ahorro que obtengo lo puedo destinar a crear más riqueza”.
La formulación se ha ido ampliando y justificando. El objetivo último es lograr un Estado y una Administración débil.
Algunos debates parlamentarios tienen lógicas de emboscadas de películas de antaño o de las series de alguna plataforma de comunicación actual. Nunca sabes cómo acaba y, si los actores son buenos, te mantienen atento. ¿Quién ganará? Nos gusta saber el desenlace.
Las fuerzas conservadoras han conseguido construir un relato muy potente contra la recaudación de los impuestos. Cualquier iniciativa de recaudar es tildada de confiscatoria.
Sin embargo, recuerdo el Gobierno de Mariano Rajoy, que la primera iniciativa que hizo al llegar, con su ministro Montoro al frente, fue subir los impuestos; nuestra memoria con el pasado siempre es débil.
El Covid y las necesidades sanitarias han mitigado las campañas contra la idea de recaudar impuestos.
Tener una sanidad pública fuerte está bien valorado, en la actualidad las críticas a la recaudación de impuestos se dirigen al exceso de Administración, a la existencia de demasiados funcionarios.
No olvidemos que el objetivo último es tener una Administración pequeña por parte de esos defensores de la reducción de los impuestos. Queda patente como el relato económico-fiscal que surge desde las escuelas de negocios de Estados Unidos es tan fuerte que ha ido aniquilando otras visiones.
La iniciativa del Obama Care, con Hillary Clinton defendiendo su propuesta sanitaria universal, se saldó con un bloqueo que se manifestó dramática en la gestión del Covid. Es en este punto donde está el eje de debate: ¿para qué sirven los impuestos?
El modelo del Estado del bienestar que tiene Europa es diferente al de Estados Unidos. No perdamos de vista este dato. La salud, la educación, la seguridad y las infraestructuras básicas de movilidad y conectividad son los ejes básicos.
El llamado espacio progresista se ha olvidado de explicar, reiterar, para qué sirven los impuestos, dando por sentado que todo el mundo lo sabe. Error. Unos critican y otros callan.
El exceso de ruido y la desinformación nos puede llevar a situaciones de penuria de recursos. Europa va a tener que cambiar muchas visiones si quiere mantener su modelo social, que es el que deseamos mantener y es referente en todo el mundo.
El programa que ha establecido la nueva Comisión Europea no va en la línea de disminuir la presión fiscal, y digamos alto y claro que si España quiere continuar recibiendo fondos europeos y formando parte del “club europeo” deberá seguir las reglas fiscales acordadas, y, por tanto, deberá aumentar la presión fiscal.
A las necesidades antes mencionadas, añádase la transformación y la descarbonización de nuestras industrias, la adaptación urbanística al cambio climático y el incremento de las partidas destinadas a la defensa europea. Las prioridades de nuestro amigo americano van en otra dirección; por lo tanto, depender de su “generosidad” puede estar en otro ciclo histórico.
Consejo a todos los operadores públicos y privados: expliquen pedagógicamente a qué se destina lo recaudado, sean impuestos, tasas, tarifas, o lo que proceda. La crítica a los gestores de lo recaudado es normal, su deber es mostrar eficacia y eficiencia y contrarrestar con datos su buen hacer.
Tienen como deberes ser más ágiles y disponer de unas regulaciones más acordes a la realidad de la gente, que ayuden, no que dificulten la viabilidad de los proyectos.
No se fíen de aquellos que anuncian impuestos más bajos; a algún vecino le tocará pagar la factura de los servicios que faltan.
Europa se juega mucho en la gestión de los recursos públicos. Pocos y malos servicios son el germen de conflictos sociales. La República de Weimar en Alemania, el siglo pasado, es una buena lección que conviene no olvidar.