Las ciudades se construyen con grandes obras y pequeños detalles. Con planes grandilocuentes y fundamentales como el de Ildefonso Cerdà que alumbró el Eixample y dotó a Barcelona del concepto de ciudad abierta y moderna, y con la pervivencia de locales, establecimientos, que a lo largo de los años han tatuado su influencia en la dermis de sus barrios. Por ello es importante que los responsables de la Administración tengan claras esas premisas.

Uno de esos locales que ha jugado un papel importante en el mundo de la música de la capital catalana es la sala Bóveda, templo del rock y del metal en Poble Nou, y ensoñación de tantos grupos que han suspirado por gozar de una oportunidad.

La sala Bóveda se halla estos días en una situación de emergencia total. La denuncia de un vecino ha provocado la acción del Ayuntamiento, el precinto de la sala, y la anulación por parte de Bóveda de más de 70 conciertos programados.

La empresa, apoyándose en la patronal del ocio nocturno, Fecalon, ha plantado cara con un recurso de alzada con el que conmina al consistorio a eliminar su decisión al aportar pruebas que demuestran que la sala Bóveda no infringió la normativa de ruidos y que el vecino denunciante, el único, es en realidad una empresa que ha montado un negocio de alquiler temporal en un espacio inicialmente constituido como oficina y que en ningún caso tiene permiso para desarrollar la actividad que está llevando a cabo.

Por todos estos motivos, Fecalon demanda la retirada de las prohibiciones que ha instado el Ayuntamiento para evitar el cierre definitivo de la sala Bóveda, un referente como decíamos en la ciudad para la industria cultural, un espacio clave para la música en directo.

La restitución de la actividad de la sala Bóveda, de todos modos, no debe conseguirse por el mero hecho de que es un local emblemático. Sino porque las acusaciones que se han vertido sobre ella carecen de fundamento y porque, además, quien pretende perjudicar a la sala Bóveda no lo hace por las molestias que percibe una vivienda, sino que lo realiza alguien que ha burlado la ley para hacer caja.

¿Se imaginan ustedes que en la ciudad reivindicativa que tenemos hoy en día sólo habría denunciado un vecino esas molestias? Se hubiera generado una oleada de quejas como ha ocurrido en otras partes de la ciudad cuando han existido motivos fundamentados.

Con la sala Bóveda toca rectificar. Todo el mundo puede equivocarse, pero la Administración quizás tiene menos margen de error. Hay que arreglar el desaguisado y afilar las armas a emplear con quienes pretenden engañar a la Administración, o sea a todos, para sacar un indebido provecho. Es en ese terreno donde el Ayuntamiento debe redoblar esfuerzos y evitar abusos que afectan a la economía de la ciudad. Y que los denunciantes sin motivos se vayan con la música a otra parte.