Nuestra cultura tiende a los bandazos, y los políticos son verdaderos maestros en esta práctica, capaces de pasar de la nada al todo sin solución de continuidad.
Independientemente de nuestras inclinaciones políticas, es posible que todos coincidamos en que los políticos podrían haber hecho más y mejor antes, durante y después del desastre de la gota fría en Valencia.
El predominante wokismo ha obstaculizado la realización de obras preventivas y el mantenimiento de barrancos y torrentes.
Además, el Estado imperfecto de las autonomías ha contribuido a la falta de mensajes claros y oportunos para que los ciudadanos pudiesen tomar medidas de protección.
Tanto nuestras ineficientes Administraciones como el mal ambiente entre los políticos han retrasado la ayuda y la reconstrucción, haciendo que la vergüenza y el enfado reemplacen cada vez más a la tristeza y la pena por la tragedia.
Es posible que algunas muertes se hubiesen podido evitar con una mejor gestión, pero ahora no hay nada que se pueda hacer; lo importante es mirar hacia adelante y aprender de nuestros errores.
Ese nuevo horizonte debe ser necesariamente equilibrado. Si adoptamos una postura alarmista cada vez que el cielo se nuble, la ciudadanía, al igual que en el relato de Pedro y el lobo, se acostumbrará a las alertas y dejará de prestarles atención cuando realmente sean necesarias.
Debemos tener cuidado con la proliferación de términos técnico-apocalípticos: "Depresión Aislada en Niveles Altos", "ciclogénesis explosiva", "borrasca fría aislada"... No confundamos a la población; hablemos con claridad sobre la cantidad de lluvia que se espera y en qué lugares.
Y, sobre todo, no mezclemos ideología con ciencia. Dejar de pontificar sobre el cambio climático es esencial; los coches eléctricos no nos salvarán de la próxima gota fría, e incluso podrían complicar la situación si el agua penetra en sus baterías.
Encontrar el equilibrio adecuado no es sencillo, pero restringir el tráfico de coches y trenes debe ser una medida realmente excepcional; de lo contrario, el remedio podría resultar peor que la enfermedad.
Es posible que se puedan suspender actividades deportivas al aire libre, siempre que no sea un Barça-Real Madrid, claro, no se atreverían, pero no podemos permitir que la economía colapse, que los niños sean enviados a casa o que se cierren hospitales cada vez que se prevé lluvia.
Corremos el riesgo de convertirnos en el hazmerreír de Europa, especialmente porque, si hay algo en lo que nos superan, es en lluvia.
Me temo que, de los mismos responsables de las excesivas restricciones durante el Covid, estamos a las puertas de establecer una "alerta negra" que nos confine "para salvar vidas".
El Estado, en cualquiera de sus niveles, debe alertar y prevenir, pero no asustar ni tratar a los ciudadanos como si fueran menores de edad o, lo que es peor, incapaces.
Estamos más que acostumbrados a que, de vez en cuando, alguna calle se inunde en muchas localidades. Esto sucede y seguirá sucediendo, y no es, ni mucho menos, tan grave.
Hemos construido en lugares inapropiados y no siempre las infraestructuras están a la altura, por lo que es natural que algunas calles se vean afectadas cuando llueve mucho.
A este ritmo, pronto nos prohibirán bañarnos, dado que cada año más de 400 personas mueren ahogadas en piscinas, ríos, lagos o en el mar.
El riesgo cero no existe, ni siquiera al permanecer en casa, como demuestra que más de la mitad de los fallecidos en las últimas riadas perdieron la vida en su domicilio.
Lo fundamental no es asustar, sino prevenir. Las rieras deben limpiarse regularmente (al igual que los bosques, para evitar incendios, por cierto), es necesario seguir construyendo depósitos que frenen las lluvias, como ya se hace en el subsuelo de Barcelona, y gestionar las alertas con inteligencia.
Cuando evaluemos el coste económico del desastre en Valencia, nos daremos cuenta de que toda inversión en prevención resulta barata.
Una vez que este otoño haya pasado y hayamos superado el susto, debemos ponernos a trabajar en serio, con inteligencia, mesura y sin dogmatismo.
Pero, por favor, restricciones a la movilidad e incluso confinamiento sin justificación, no.