No es Italia el país que anticipa el futuro político de Europa, como pretende Enric Juliana, sino Francia. Su crisis del sistema de partidos, que lleva años arrastrándose, también se da en otros países, principalmente en torno al proceso de unificación de las derechas que, aunque separadas, comparten un tronco común de ideas.
En Francia, se unifican dos derechas de origen distinto: Le Rassemblement National (RN) de Marine Le Pen, la ultraderecha sucesora del Front National, fundado en 1972 por Jean-Marie Le Pen, y Les Républicains (LR), el partido venido a menos de las sucesivas formaciones gaullistas, en el que milita el primer ministro, Michel Barnier.
En otros países también habrá unificaciones, pero en la mayoría el proceso será de reunificación al ser la ultraderecha una escisión de la derecha tradicional, como es el caso de España. Vox fue creado en 2013 por gente procedente del Partido Popular.
El sector de LR dirigido por Éric Ciotti, expresidente del partido, ya se manifestó a favor de un entendimiento con RN en la campaña de las recientes elecciones legislativas, en las que obtuvo 16 diputados, emparentados en la Asamblea Nacional con los 126 del RN, que constituye el grupo político compacto más numeroso de la Cámara.
El resto de la derecha gaullista sacó 41 diputados y forma grupo político con 6 emparentados bajo la denominación de Droite Républicaine, el único apoyo propio del primer ministro en un parlamento de 577 diputados, cuya suerte política depende de la voluntad del RN, pero también de la coalición macronista de centroderecha, que suma 166 diputados.
La moción de censura presentada el pasado 8 de octubre contra Barnier por la izquierda agrupada en el Nuevo Frente Popular (NFP) alcanzó 197 votos, solo sumó 4 más a los 193 de la izquierda, lejos pues de la mayoría absoluta de 289.
El presidente Macron al menos ha conseguido que el primer ministro no tuviera que dimitir en su primera moción de censura. Esta fue la justificación de Macron para nombrar a Barnier. La candidata propuesta por el NFP, que en la segunda vuelta ganó en diputados, beneficiado por los desistimientos republicanos en las triangulaciones en las que participaba el RN, no habría superado una censura de las dos derechas y del centro derecha, un conjunto de más de 350 diputados. Se olvida o se prefiere ignorar que Francia votó mayoritariamente a derecha.
Es en este contexto que se incuba la unificación de las derechas dirigida por el RN de Marine Le Pen, también en Italia la unificación la impulsa la ultraderecha de Giorgia Meloni, Fratelli d’Italia, mientras que en España el proceso, que sería de reunificación, debiera dirigirlo el PP, pero a su actual presidente, Núñez Feijóo, le falta el temple que tendría en su lugar Díaz Ayuso.
Marine Le Pen ha normalizado (relativamente) a la ultraderecha heredera del partido de su padre, aplicando la táctica de agir et convaincre en doucer (actuar y convencer con suavidad). Su objetivo es la elección presidencial de 2027, será su tercer intento y su última oportunidad. Si consigue concentrar el voto de toda la derecha en su persona, tendría posibilidades de ganar.
Marine Le Pen, ¡presidenta de la República Francesa!, sería un aldabonazo mayor en Europa. Hasta mayo de 2027 tiene tiempo para lograr la unificación de las derechas francesas de facto; para ello, los movimientos que haga en la actual coyuntura política serán determinantes. Con poco margen para el error, jugará la carta de la estabilidad institucional, con el riesgo de que se impaciente el volátil voto de protesta que concentra, estimado en un 22% o 23%, que en la segunda vuelta de las legislativas debió representar unos 2,5 millones de votos. Sin ellos, Marine Le Pen no llega.
No será fácil mantener durante tantos meses un equilibrio entre permitir la gobernabilidad de Francia, que es lo que se espera de una aspirante a la presidencia de la República, y la rotura que esperan muchos de sus votantes.
Marine Le Pen tratará de marcar el rumbo del Gobierno de Barnier sin ahogarlo, incluso defendiéndolo del asedio del NFP, sobre todo del volcánico Jean-Luc Mélenchon, enfrentamiento que podría favorecer a Marine Le Pen, pues Mélenchon provoca más rechazo generalizado que ella misma.
La próxima prueba para la estrategia de Marine Le Pen es el presupuesto de 2025 presentado por Barnier, que obliga a decisiones comprometidas: medidas restrictivas del gasto público para la reducción del déficit presupuestario y de la deuda pública, estimadas en unos 40.000 millones de euros, reducción que el RN debería apoyar por ser una cuestión de salvación nacional, pero medidas que rechaza un amplio sector de sus votantes, y el aumento de impuestos a grandes empresas y a unos 65.000 contribuyentes, para obtener unos 20.000 millones de euros de ingresos fiscales suplementarios, fiscalidad a los pudientes que es tabú para la derecha.
El proceso de unificación de las derechas en Francia a cargo de la ultraderecha, pese a la singularidad política francesa, de tener éxito sería un precedente para el resto de Europa y seguramente tendría un impacto negativo en el funcionamiento de la Unión Europea.