Hace unos días cené con un par de amigos para ponernos al día después del verano y uno de ellos lamentaba que su padre, lector empedernido, había empezado a leer bestsellers, sobre todo novela histórica, “cuando antes leía clásicos y otros libros más serios”. Así que, de forma sigilosa, mi amigo había empezado a dejarle por el salón libros que él consideraba “mejores” para que su padre se sintiera tentado a leerlos.

“¿Y qué problema tienes con los bestsellers?”, le pregunté. “Algunos serán buenos, otros no. En libros es cuestión de gustos, como en todo”. Después le confesé que me había pasado todo el verano leyendo las novelas de Sally Rooney, la autora de referencia de los millennials, que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo, y que me moría de ganas de que llegara el 24 de septiembre para tener entre manos su nueva novela, Intermezzo (que, por cierto, ya la tengo, en inglés original, por supuesto).

“Ah, pero Sally Rooney es diferente, no es el bestseller típico”, me dijo mi amigo. “¿Diferente por qué?”, le pregunté sorprendida. ¿Por qué no es una novela histórica o policíaca? ¿Por qué su público lector no son hombres y mujeres jubilados, sino treintañeros millennials? ¿Por qué es irlandesa y no española?

En el mundo “culturetas” nacional existen muchos prejuicios, mucho esnobismo y mucha hipocresía. Nadie se atreve a decir “este libro no me ha gustado” si el autor/a ha salido reseñado en un suplemento cultural concreto, si ha ganado tal o cual premio, si aborda algún tema políticamente sensible o si te ha parecido imposible de leer porque el texto está escrito sin puntos y aparte o con un vocabulario alejado del hablar cotidiano. En cambio, todo el mundo puede permitirse criticar un superventas sin ni siquiera haberlo leído. ¿Estamos tontos?

A veces hay que aceptar que somos humanos normales y corrientes, que hay libros que requieren mayor concentración que otros y que no siempre estamos con fuerzas o tiempo disponible para hacerlo. Que hay autores que se preocupan más por experimentar con el lenguaje o por lucir su inteligencia que de llegar al lector con una buena historia. Pero también que hay que esforzarse por ser curiosos y no limitarse a leer lo que lee todo el mundo porque, como escribió Haruki Murakami, “si solo lees los libros que todos los demás están leyendo, solo puedes pensar en lo que todos los demás están pensando”.

¿Para qué hacer caso a una lista de los más vendidos o a una reseña literaria escrita por un periodista que probablemente no ha terminado de leer el libro cuando uno mismo puede entrar en una librería y hojear libremente las páginas de un título que le llame la atención antes de comprarlo, o incluso comprarlo y devolverlo?  Hay que leer lo que a uno le apetezca. A ser posible, leerlo todo. Y ahora, si me disculpan, me vuelvo con Sally Rooney.