Tras la (poco) accidentada investidura del 9º presidente de nuestra Comunidad Autónoma, 12º si buscamos la continuidad desde su fundación el 17 de abril de 1931, vino el nombramiento de un Consell Executiu que dejó a más de uno más bien frío. Muchos nombramientos “de los del otro bando” y, en general, consellers de bajo perfil cuando no desconocidos. Más mujeres que hombres, por supuesto, y entre estos solo dos con carnet del PSC, un conseller de Junts, otro de Unió, dos de ERC… y, además, poco peso político.
Los Balmón, Marín o Ruiz y muchos otros pesos pesados quedaron fuera, lo mismo que el no pequeño número de militantes del PSC con cargo relevante en Madrid. Tampoco se tiró mucho del Govern en la sombra y más de uno se sintió defraudado ante un Consell con poca garra.
Los gestos tampoco acompañaron, ni rastro de la bandera española en ninguno de los actos presididos por el nuevo president, uso exclusivo del catalán, se mantienen consejerías netamente indepes, como la de exteriores, a pesar de carecer de competencias en esta materia, se sigue aceptando la neohistoria… parece que se quiera tener más gestos con los no votantes del PSC que con los propios. Porque la realidad es tozuda.
El PSC fue el partido más votado en todos los municipios de la costa que va desde Montgat a Vandellós, así como de toda el área metropolitana a excepción de Sant Cugat y Sant Quirze. Superando el 35% cuando no el 40% en municipios tan poco indepes como L’Hospitalet, Cornellà y Badalona. El PSC fue la primera fuerza política en todas y cada una de las 10 localidades más pobladas de Cataluña donde, de nuevo, el sentimiento independentista es minoritario. Dudo que a la inmensa mayoría de los votantes del PSC, y a la mayoría de sus afiliados, les parezca bien ni tanto catalanismo en la forma ni tanto hablar del “catalán como columna vertebral de la nación catalana”. Hay otras prioridades.
Pero, tras el primer desencanto, llevado con una dignidad elogiable por votantes y afiliados, todo se ha animado un poco al ir conociéndose los primeros candidatos a ocupar el sottogoverno. Van apareciendo figuras con trayectoria en gestión y poco dadas a las soflamas, personas serias que vienen a servir a la comunidad, como en realidad hacen la gran mayoría de políticos “de toda la vida”. Veremos cuánto de esto se confirma con los muchos nombramientos pendientes. Eso sí, primer patinazo con las vacaciones en Lanzarote (¿no habíamos dicho que no habría vacaciones?) y además usarlas para ver al Gran Líder. Y el segundo con nombramientos poco estéticos pues si bien es cierto que ya trabajan en posiciones similares, nombrar a hermanos o maridos de con la que está cayendo en la Moncloa no parece lo más acertado.
Ojalá tengamos un Govern que sí, que trate de apaciguar a las decadentes tropas indepes, que no las despierte, pero que, sobre todo, gobierne. Porque un elevadísimo número de catalanes estamos hasta allí de los gestos y los lazos, del neolenguaje y de los fuegos artificiales que, sobre todo, tapan un inmenso déficit de gestión. Hasta el mismo Centre d’Estudis d’Opinió, algo más independiente que el CIS, pero no mucho más, solo da un 40% de apoyo al independentismo. La realidad estará por debajo del 30%, es decir, dentro de los parámetros previos a la “inflamación” procesista. Es momento de cambiar de página y pensar en gobernar.
Necesitamos que nuestro Govern dé una solución a las periódicas sequías que padecemos por estar al lado del Mediterráneo. Un Govern que de una vez por todas reduzca el enorme déficit energético verde de Cataluña. Un Govern que ponga orden en el caos de las zonas de bajas emisiones y en el lento, y mal, nacimiento del coche eléctrico. Un Govern que ayude a que tengamos un aeropuerto mejor. Un Govern que trate de atraer inversiones y no de ahuyentarlas o de raptarlas vía real decreto.
Un Govern que no se avergüence de nuestro tesoro más preciado, el turismo. Un Govern que reduzca la creciente inseguridad. Un Govern que gestione el aluvión de inmigración ilegal. Un Govern que sea capaz de gastar mejor para reducir la enorme carga fiscal y Cataluña deje de ser un infierno fiscal. Un Govern que reduzca las listas de espera en la sanidad pública… Un Govern que, simplemente, gobierne. No es imprescindible que lo haga muy bien, llevamos tantos años sin gobierno para los ciudadanos que, con gobernar un poco, seguro que nos quedamos satisfechos.
Es lo que pedimos la inmensa mayoría de ciudadanos, menos gestos y más trabajo. Si el PSC lo logra, podrá alargar su estancia en el Govern varias legislaturas. Si se dedica al juego de las embajadas, al sentido identitario y los fuegos de artificio tiene que recordar que hay otros que lo hacen mejor y, además, viven de ello. En ese escenario el PSC pasará por el Govern como la luz por el cristal, sin romperlo ni mancharlo y tendrá que esperar otros 12 años, o más, para recuperar el poder.
No son pocos los que achacan la anterior salida del PSC del Govern a los complejos de quien actúa como si creyese que ocupa un puesto que no le corresponde además de gobernar demasiadas veces más pendientes de la reacción del vecino de Gobierno que de la oposición. Ojalá que las iniciales formas (demasiado) catalanistas del president ahuyenten esos complejos y se pongan ya a gobernar de verdad.
Moncloa, Ajuntament de Barcelona, la gran mayoría de grandes municipios catalanes, Diputaciones de Barcelona, Lleida y Tarragona y Govern de la Generalitat… pocas veces ha tenido tanto poder el PSC, aunque sea mediante difíciles equilibrios de coalición. Ojalá lo sepa administrar y, sobre todo, poner al servicio de todos los ciudadanos de Cataluña, de todos, incluidos los que desde Cornellà, Badia del Vallès o Sant Adrià están más que hartos del procesismo y su simbología. Si los deja huérfanos por la obsesión de contentar a quienes no les votaron, si gobierna pensando sólo en Berga, Vic o Sant Martí d'Albars será el principio de su final.