La mala gaita de ERC actúa como una carcoma de sí misma. Es un complejo frente a la izquierda de verdad, como ya se vio en la apropiación del legado de Pasqual Maragall, utilizando el Alzheimer del expresident para retirar a su hermano Ernest Maragall de la carrera por la alcaldía. Ahora, Esquerra cree haber dado con la tecla.
El preacuerdo firmado el lunes con el PSC contempla la autonomía fiscal plena de Cataluña; esto significa que la Generalitat se haría con la gestión total del IRPF, el impuesto directo y progresivo que recauda la mayor parte del pastel tributario. Y el resto de los impuestos también se recaudarán íntegramente en Cataluña. ¿Recaudarán o gestionarán? ¿Para cuándo sería este traspaso? Pues para el año 2025, es decir, se haría realidad en la declaración de la renta de junio del 2026, dos años después del preacuerdo. ¿Tan largo me los fiais?, se pregunta el drama trágico de Tirso de Molina. Estamos ante un “concierto económico” que sitúa a Cataluña fuera del régimen común.
Jordi Pujol, en los acuerdos con Aznar de 1996, incrementó hasta el 35% la gestión del IRPF y años después la subió hasta el 50%, y sin embargo nada cambió. La Agencia Estatal Tributaria sigue siendo la misma desde entonces. Es la casi única estructura de Estado que funciona en España, pese al alto fraude provocado por la conversión de los sueldos millonarios en beneficios empresariales (con un tipo impositivo ridículamente menor) de las sociedades de cartera, las sicav, en las que se camuflan las rentas más altas del país.
Desde que Marta Rovira y Salvador Illa empezaron a negociar con el IRPF, el equipo económico de Moncloa –María Jesús Montero, Carlos Pobre y José Luis Escrivá– tiene frío de pies. Ellos saben muy bien que la estructura federal del 78 (Estado de las Autonomías) solo peligra si se toca el ingreso, porque, al fin y al cabo, la mayor parte del gasto se traspasa de manera automática a Sanidad, Educación y Función Pública, las tres grandes partidas. En cualquier caso, habrá que reformar la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas (LOFCA) con un calendario de actuación. Y esto ya es más concreto; depende de la mayoría en el Congreso.
Se acerca la investidura de Illa. Pero Puigdemont anuncia su autoinmolación para descarrilar el asunto, mientras ERC sobrevive bajo el efecto del curare adormecedor de pocos miles de militantes (8.700). Teatro de barrio en busca de un happy end. Cada deseo acorta la vida, pero la vida no es nada sin la iluminación del deseo. Y el deseo de Puigdemont es oscurecer su tránsito fronterizo con Francia como lo hacía la Pimpinela Escarlata y aparecer en el Parlament el día de la votación para montar un buen pollo antes de investir a Illa. Y si falla la estrategia, le toca el papel de Edmundo Dantés, conde de Montecristo, hasta el momento de tomar la palabra protegido por el aforo.
Si al final le pillan en la calle, le queda la de Pigmalión escapando por los enjuagues del barrio Gòtic de Barcelona. Todo un juego de luces y amagos que la galería agradecerá de buen grado. Según su abogado, Gonzalo Boye, el juez Llarena del Supremo se negó a aceptar la decisión del Tribunal de Schleswig-Holstein de extraditar a Carles Puigdemont para ser juzgado por el delito de malversación, aunque no por los de rebelión o sedición. Como Llarena quería rebelión y sedición se quedó sin nada. Y si vuelve solo responderá ante el TSJC. Bueno, bueno, ya veremos.
A pocas horas de anunciar el preacuerdo, Marta Rovira trastabilla: quiere que los acuerdos de financiación de Cataluña, entre ERC y el PSOE, sean para toda la vida, olvidando que el desarrollo legislativo de las leyes depende de las mayorías en el Congreso. ¿En qué cabeza cabe? La red X se calienta: la retórica contra lo que Junts considera el chantaje patriótico de ERC no parará en las próximas 48 horas, momento de la consulta telemática sobre el preacuerdo a las bases republicanas: “¡Botiflers, cómplices del 155 y la represión!”. Moncloa no es manca; la batuta de los gurús mediáticos del sanchismo es menos ruidosa que la descarada derecha dura, embravecida y montaraz.
Esquerra pide además la institucionalización del conflicto que creó junto a Junts. En el camino para la resolución del conflicto político en Cataluña, la propuesta de ERC pasa por crear una Convención Nacional que incluya todas las fuerzas parlamentarias, algo parecido a la especie de mesa de partidos catalanes, que ya propuso el PSC. ¿Para qué? Esquerra dice que este nuevo arquitrabe pondría rumbo al referéndum de autodeterminación, aunque este punto no aparezca en el preacuerdo alcanzado. Parole, parole, parole, que dirían Mina Mazzini y Alberto Lupo.
Se huele el tufillo de una vaga culpabilidad ambiental por parte de los perdonados (ERC) y de los perdonadores (PSC). Los de Salvador Illa permanecen silentes en medio de la calima que nos agosta. El ganador de los comicios espera al viernes, el día gregoriano de Santa Esperanza, que a él no se le olvida. Puigdemont afila el cuchillo entre los dientes en la roca caliza de Canigó, un matí. La pinza Junts-ERC permanece en la fiereza de los primeros y la debilidad de los segundos. El aislacionismo vetusto de la grey benedictina no tiene pérdida: huele a incienso.