Dicen que las cosas se ven en función del color del cristal con que se miren. Y en función de tu percepción y de tu sensación elaboras tu opinión. En esto los independentistas son insuperables. Marta Rovira ha vuelto como una heroína y nos ha dicho que su vuelta es un triunfo del independentismo para volver a empezar lo que no se acabó. Pero la realidad es bien distinta. Ha vuelto derrotada porque el independentismo fue derrotado porque perdió sus apuestas, las más de las veces porque herró en mirarlas al utilizar el cristal equivocado. Y de volver a empezar ná de na.
Carles Puigdemont ha recuperado la audacia para volver, en su enésima versión. Lleva diciendo desde 2017 que volverá pero no lo hace porque no tiene agallas, ni tiene la garantía de la ley de amnistía, aquella que hizo descarrilar una vez para tener todas las garantías, sin tener en cuenta -otra vez el cristal- que el Supremo lo está esperando con la guadaña. Es un tema más personal que político. Llarena y Marchena, junto a su banda de los siete, lo están esperando para meterlo entre rejas. Y Puigdemont sabe que si vuelve irá al trullo y a saber por cuánto tiempo. En eso sí que mira la realidad con el cristal adecuado, pero esta realidad le dice que no es el líder nato, que no es el mesías y que es un derrotado que salió por piernas. De vencedor, nada. Él lo ve, pero trata de seguir engatusando a los suyos.
Rovira ha vuelto y cada día nos lanza un mensaje contradictorio. Un día la cosa va bien con el PSC, al siguiente pide una reunión con Pedro Sánchez -puentear al PSC no da réditos y lo saben de sobra- y al tercero plantea un ultimátum a los socialistas para cerrar un acuerdo. En Román Paladino no se aclara y es la prueba del algodón de que su vuelta no es una victoria, sino el paradigma de la derrota. Puigdemont por mucho que diga no quiere volver pero su cohorte de aduladores se afana en mantener la entelequia de un líder dispuesto a todo. Ahora, el derrotado ya sabe que no será president y su único afán es que no lo sea Illa. Amaga con volver no por sacar pecho, sino para evitar que ERC vote la investidura del socialista. Su único objetivo es evitarlo y de paso romper las costuras de ERC con una militancia herida y cabreada.
Aquella vuelta en “olor de multitudes” no tiene visos de ser realidad. El acto del día 27 para preparar su retorno huele a fracaso, como la manifestación de la ANC de hace una semana. Vuelven a mirar la realidad con el cristal equivocado y su vuelta “con la admiración y la aclamación de muchas personas, en medio del fervor y el entusiasmo de mucha gente”, definición de la RAE de olor de multitudes, es una quimera, un deseo de grandeza que no acompaña la realidad porque los suyos, sí los suyos, están hartos del líder. Lo votaron para que volviera y su vuelta ha quedado en agua de borrajas.
Vender la derrota como victoria nunca es buen ejemplo. Que se lo digan a Pirro, rey de Epiro, que ganó dos batallas a los romanos, pero se quedó sin ejército para vencer en una tercera. Rovira y Puigdemont nos dicen que la amnistía es una conquista cuando la percepción de los ciudadanos es que es una concesión del ejecutivo del PSOE. Que Pedro Sánchez ha cedido ante los independentistas, así lo vende el PP y lo compra el independentismo necesitado de victorias. Lo compra porque no ha sabido leer el resultado electoral de las autonómicas. El PSC gana gracias a los caminos inescrutables de los indultos y la amnistía, el independentismo se resiente y les aparece un competidor radical en materia independentista y xenófobo y racista en lo social. Aliança Catalana no es más que el Alvise catalán porque dentro del nacionalismo catalán siempre ha vivido y crecido el supremacismo identitario. No es nuevo. Lo ocultaban en la visión del cristal, pero ya existía.
Rovira está hiperactiva y no se ha dado cuenta de su soledad en la plaza de Vic, donde se hizo una foto en un recinto desértico. Las masas no existían. Como no existieron en la manifestación de la ANC y no existirán el próximo día 27 porque el cristal por el que mira la realidad el independentismo tiene un defecto de fábrica. Llevan años creyéndose sus propias mentiras y ahora las mentiras les distorsionan lo evidente. El independentismo si quiere remontar tiene que enterrar a los líderes derrotados del procés. Primero a Puigdemont, que se cree la reencarnación de algo divino, pero también a los Junqueras, Turull, Rovira y un largo etcétera. Es renovarse o morir y, ojo, cambiar de cristal.