El Consell de la República fue un gran invento recaudatorio. Lo de fabricar el sello de la república no estuvo mal (aunque se vendieron pocos, imagino), lo de recibir a los fieles en la Casa de la República y pasar el cepillo, tampoco, pero el dinero que se hace con ello no da para vivir bien, eso son migajas. Las famosas Cajas de Resistencia no fueron mala idea y durante un tiempo funcionaron, pero están ya demasiado vistas. En cambio, inventarse un Consell de la República que no deba dar cuenta de a qué destina el dinero que le donan, eso sí que merece la pena. Un Consell de la República bien llevado, como parece el caso, justifica todo un procés. Ya el propio nombre que se le dio a la cosa, demuestra ingenio e inteligencia, porque si se trata de que los ilusos pasen por caja, mucho mejor llamarlo Consell de la República que, pongamos por caso, Vacaciones de Comín, que no digo que no picara alguno igualmente, pero seguro que la recaudación sería menor.

Según el digital El Món, acusan a Toni Comín de cargar sus gastos personales a este Consell de la República, cuando lo que deberían hacer es elogiarle su iniciativa. No todo el mundo es capaz de inventarse una entidad que no sirve para nada, conseguir que haya quien aporte dinero a la misma y, por si fuera poco, no dar cuenta a nadie de las finanzas. Alguien que consiga todo eso merece no solo elogios, sino monumentos. Nada hay más catalán que engañar a los propios amigos y seguidores para que aporten dinero, y que encima queden contentos. La picaresca española es simplemente engañar a algún bobo. La catalana, en cambio, engaña a miles de bobos a la vez, y encima les hace creer que están colaborando a una causa elevada.

Comín es el arquetipo del catalán auténtico, lo que ha conseguido le hace merecedor no solo de un escaño en el Parlamento europeo -eso para alguien de sus capacidades es poca cosa- sino que debería ser el candidato de Junts a las próximas elecciones, que todo indica que serán dentro de poco. Toni Comín tiene el voto garantizado de todo aquellos que consideran que hacer dinero de la forma que sea y a poder ser estafando a los más cercanos, es la máxima cualidad de los catalanes.

El problema es que todos esos tejemanejes contables, que en Cataluña serían objeto de felicitaciones e incluso de condecoraciones, han tenido lugar en Bélgica. Los belgas, raros ellos, desconocen que esas cosas de trincar dinero ajeno para irse de vacaciones, en Cataluña forman parte de nuestra idiosincrasia, son lo que llamaríamos nuestro fet diferencial. No hay más que recordar cómo vitoreaba el pueblo a Jordi Pujol, tras el pufo en Banca Catalana. Le cuentas eso a un juez belga, y no se lo cree.

En la denuncia que se ha interpuesto contra Comín -según reveló El Món- se le acusa de desviar fondos a sus cuentas personales, así como destinarlos a vacaciones, viajes y "servicios personales", unos servicios, esos últimos, que preferimos no imaginar en qué consisten, puesto que este artículo se publica en horario infantil. Todo lo cual hace merecedor a Comín de título de “Catalán del año” y de una de tantas Creus de Sant Jordi que se reparten como caramelos, ya que difícilmente alguien habrá demostrado tanto amor a la manera de ser catalana.

Entre los procesistas, son mayoría los que defienden a Comín. Es natural. Ellos sabían desde el principio que el procés no era más que una forma sencilla de hacer dinero, por lo que es de justicia reconocer los méritos de quien, de entre todos ellos, con más énfasis ha trabajado por ese objetivo. La entidad denunciante, CatGlobal, en lugar de reclamar la "sustitución" de Comín, debería proponerle para cargos de mayor enjundia, en los que maneje más dinero, a ver si es capaz de continuar desviando fondos sin que se enfaden los donantes. Esa sería la prueba definitiva de que el pianista Comín está capacitado para presidir la Generalitat. El Consell de la República está bien, pero ahí circula poco dinero para lo que son las capacidades de alguien como Comín.