En el mes de mayo, el precio del aceite de oliva aumentó un 62,8% interanual. Entre los 199 bienes y servicios analizados por el INE, el anterior fue el que más subió. A una larga distancia se situaron el transporte de pasajeros por mar (22,2%), los paquetes turísticos (17,7%) y los zumos de frutas y vegetales (15,9%).
Una situación que ha impulsado al Gobierno a adoptar dos medidas: una disminución temporal del IVA del 5% al 0% y una permanente del 10% al 4%. Hasta la pasada semana, el tipo impositivo habitual del aceite de oliva (10%) era escasamente entendible y difícilmente justificable. Es un producto tan básico en la dieta de las familias españolas como el pan, la leche, las frutas y las verduras. No obstante, a los últimos se les aplicaba un tipo superreducido (4%) y al anterior el reducido (10%).
En el mes de julio, la rebaja del tipo impositivo del IVA del aceite de oliva provocará una reducción de su precio. No obstante, no lo hará en un 5%, sino en un porcentaje sustancialmente inferior, pues dicha actuación beneficiará en mayor medida a los productores y distribuidores que a los consumidores. En primer lugar, porque la reducción de cualquier tributo de carácter indirecto siempre favorece a ambas partes. En otras palabras, a los que compran y a los que lo venden.
En segundo, debido al escaso margen unitario de beneficio obtenido en la actualidad por productores y distribuidores, siendo este probablemente el más pequeño de la última década. Según COAG, en el mes de mayo, la diferencia del precio del aceite de oliva virgen extra entre el origen (la almazara) y el destino (el supermercado) era de un 31%. De los 32 productos analizados, el anterior bien era el que presentaba un inferior aumento en su importe. Un plus muy diferente al observado en el limón (759%) o los tomates de ensalada (659%).
Por regla general, en el aceite de oliva, las malas cosechas benefician a los agricultores y especuladores; en cambio, perjudican a la industria transformadora y los supermercados. Los primeros logran un incremento de ingresos, pues el aumento porcentual en el precio del bien supera a la disminución advertida en la cantidad ofrecida. Los segundos sacan provecho de la escasez de producto, si la han observado antes que los demás y adquirido una parte de la producción antes del inicio de la campaña.
A los dos últimos les afecta negativamente la elevada sensibilidad de los hogares al precio del aceite de oliva, pues un elevado aumento de su cuantía les lleva a abandonar masivamente su consumo. Por dicho motivo, cuando el producto se encarece notoriamente en las almazaras, la industria transformadora y los supermercados reducen su margen unitario de beneficio. Lo hacen para minimizar la pérdida de clientes, pus una sustancial disminución posterior de su precio no los recupera ni rápida ni completamente.
Según el Consejo Oleícola Internacional, en la campaña 2023/24 los hogares españoles comprarán 350.000 toneladas de aceite de oliva, una cuantía un 40,4% inferior a la que adquirieron en la 2021/22. En ambos períodos, un importe sustancialmente inferior a su nivel de producción, debido a que nuestro país es el mayor exportador del mundo. En la actual temporada, está previsto que las ventas al exterior asciendan a 288.000 toneladas, una cifra un 38,4% inferior a la de hace dos años.
El elevado incremento del importe del aceite de oliva es el resultado de una gran disminución de su oferta debido a la concatenación de dos deficientes cosechas. Una situación que no sucedió únicamente en España, sino también en la mayor parte de los principales países productores (Italia, Grecia, Turquía y Túnez). La escasez mundial de producto impidió que en nuestro país un aumento sustancial de las importaciones frenará la escalada de precios.
En las campañas 2022/23 y 2023/24, las malas cosechas han sido generadas por una gran sequía y una elevada temperatura en el período de floración del árbol (entre finales de abril y principios de mayo). Una coyuntura inédita durante el último medio siglo, pues por norma a una mala campaña le sucede una buena, y viceversa. Después de la primera, el arbusto está descansado y es más productivo de lo habitual. En cambio, con posterioridad a la segunda, su producción disminuye, pues presenta algunos síntomas de agotamiento.
En relación a la cosecha de la temporada 2024/25, la anterior coyuntura constituye un magnífico presagio. No obstante, para obtener un elevado aumento de la producción, no es suficiente con que los árboles estén muy descansados, sino que es imprescindible un clima propicio. En primer lugar, la desaparición de la sequía, especialmente en Andalucía, pues es la principal región productora del mundo. En segundo, la existencia de mucha y buena pluviometría en primavera (la etapa de la aparición de la flor).
Hasta el momento, todo lo anterior ha ocurrido. Por dicho motivo, mi expectativa es que en nuestro país la producción de aceite de oliva en la próxima campaña alcance un mínimo de 1.500.000 de toneladas. Una cuantía que más que duplicará la obtenida en la temporada 2022/23 (664.034 toneladas) y se situará cerca del doble de la esperada en el período 2023/24 (765.362 toneladas).
No obstante, dicha expectativa se quedará corta, si el otoño es lluvioso, pues las precipitaciones facilitarán la generación de olivas más gordas y la obtención de una mayor producción de aceite. Si entre septiembre y noviembre, la climatología responde a las anteriores características, estoy convencido que obtendremos una cosecha récord. En concreto, superaremos las 1.789.900 toneladas logradas en la campaña 2017/18.
Si así sucede, en los supermercados, el precio del aceite de oliva virgen extra se desplomará y descenderá desde los 10,2 € de mayo hasta los 5 €. Un descenso del 50,9% que en el mejor de los casos llegará en enero, pues este es el primer período en el que la industria transformadora enviará a los establecimientos la producción surgida de la última cosecha, pues la temporada de recolección de las olivas en España empieza en octubre.
En definitiva, el aceite de oliva es un bien agrícola, su producción depende en una elevada medida de la climatología y puede variar considerablemente de una temporada a otra.
En las dos últimas campañas, la coyuntura fue adversa, la oferta se redujo considerablemente y el precio aumentó en una elevada medida.
En el período 2024/25, la situación del mercado dará un giro de 180 grados. Una variación que probablemente conduzca a un récord de producción de aceite de oliva en España y a una elevada reducción de su precio durante el próximo año. Una magnífica expectativa para los hogares, la industria transformadora y los supermercados. Sin embargo, negativa para los agricultores y especuladores.
Dichas perspectivas sobre el importe del aceite de oliva empiezan a estar contempladas por los comercializadores de la producción de las almazaras. Para la variedad virgen extra, el resultado es una doble oferta a la industria transformadora: 8 y 5 €/litro. El primer precio es el del producto suministrado en la primera quincena de julio, el segundo durante diciembre. No obstante, estoy convencido que el último bajará en los siguientes meses y las anteriores empresas pagarán como máximo por él 4 €/litro.
Unas expectativas que, si se convierten en realidad, le permitirán ahorrar dinero al adquirir la cesta de la compra semanal. En enero, una vez llegue a los supermercados la producción de la cosecha 2024/25, usted podrá comprar en ellos el aceite de oliva virgen extra aproximadamente a mitad de precio de lo que en la actualidad lo hace. Un respiro para la cartera de los clientes fieles y una gran incentivo para el regreso a su consumo por parte de los que recientemente lo dejaron de adquirir.