La reciente concesión de la Medalla Internacional de Madrid al presidente argentino,
Javier Milei, en un acto presidido por la presidenta Isabel Díaz Ayuso, me resulta de lo más lamentable que pueda recordar en estas décadas de democracia; un ejemplo
paradigmático del desmoronamiento institucional que venimos padeciendo desde hace
ya demasiado.
Este reconocimiento llega en pleno conflicto entre los gobiernos español y argentino, en
el que destaca la grosería desmedida de Milei en sus ataques personales a Pedro
Sánchez. Sin duda, la presidenta madrileña pensará que todo motivo es bueno para
zurrar al gobierno socialista, aunque sea de la mano de un personaje tan funesto como
el argentino.
Más allá del lenguaje vacuo e insultante de Milei, lo más preocupante es el modelo de
sociedad al que aspira, llevado por su convencimiento de que el capitalismo conlleva
irremediablemente que una parte importante de la población se hunda en la
marginalidad más irreversible. Pero, además, no sólo cree que sea inevitable, sino que, también, considera que es de justicia, pues el pobre lo es porque libremente así lo ha elegido. Un discurso que, tristemente, empieza a calar entre los nuestros,
especialmente entre élites incapaces de entender que a su favor también ha jugado la
suerte y la casualidad. Así las cosas, la presidenta de Madrid le quiere reconocer por su
defensa de la libertad. Tiene mérito.
Todo ello es ejemplo paradigmático de esa política orientada a la destrucción del
adversario; un hacer que domina, como nadie y desde hace años, el principal asesor de
Díaz Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, conocido como MAR. Del personaje, deberíamos
recordar que fue portavoz del primer gobierno Aznar entre 1996 y 1998. Un período
confuso de los populares que cambió radicalmente cuando Aznar sustituyó a MAR por
el amable, decente e inteligente Josep Piqué. Ese talante del catalán tuvo mucho que
ver con la mayoría absoluta que alcanzó el PP en 2000. Sin embargo, ahora MAR
regresa a lo grande para aplicar sus mejores artes a través de la presidenta madrileña.
En la política de nuestros tiempos abundan personajes muy influyentes que sólo
piensan en la destrucción del adversario. MAR destaca, pero no está solo ni mucho
menos. No sé qué tardaremos en recuperar decencia perdida pero, mientras, me quedo
con esa política que sabía de ideas y me reservo el nombre de Mar para personas
deliciosas a las que tengo la suerte de conocer.