De los creadores de “la voy a liar parda para que Barcelona siga siendo un villorrio”, como pudo comprobarse hace menos de dos semanas con los agitadores contra el gran evento internacional de Louis Vuitton en el Park Güell, llega ahora una nueva entrega de los soldados que combaten cualquier cuestión que ocurra en la ciudad y que suene a mejora y crecimiento. En realidad, están calentando motores de cara a la exhibición majestuosa que habrá en el Paseo de Gràcia de la capital catalana con vehículos de F-1, justo antes de la celebración del Gran Premio de Cataluña.
De nuevo, como ocurrió con el evento de Louis Vuitton, Barcelona invierte para albergar hitos de altísima trascendencia internacional y eso siempre revierte en reputación y por tanto en ingresos para la ciudad, aunque algunos sigan creyendo que esas cuestiones son un gasto superfluo y prescindible. Barcelona y el motor han estado históricamente conectados. Las carreras en una inhóspita Diagonal, el sabor setentero de los grandes premios en el circuito de Montjuïc, el descomunal valor añadido deportivo y económico que durante muchos años ha representado el circuito de Montmeló, todo ello son ejemplos de la relación que nuestra ciudad ha tenido con la industria automovilística, por no hablar de las grandes marcas que se instalaron en la ciudad (Seat y Nissan) y la potente amalgama de la industria auxiliar del automóvil.
Todo ello carga de razones para llevar a cabo ese espectáculo en la arteria central de Barcelona, el Paseo de Gràcia, que todavía celebra los 200 años de su creación y que pondrá un broche excelente al esfuerzo realizado por la comisión organizadora de los eventos que se han celebrado en el mismo. No siempre tuvo esa comisión la misma sensibilidad municipal para permitir actos de gran envergadura. Es la ciudad que tenemos. Por ello, que las naves espaciales en las que se han convertido hoy en día los bólidos de la F-1 rujan sobre el asfalto barcelonés permitirá que alrededor de 100.000 personas disfruten con la exhibición y que la ciudad reivindique internacionalmente su poderío en el área del motor. Quizás ya no servirá para retener en el futuro la realización de grandes premios, pero sí para darle un sentido a su red industrial y a las instalaciones de primer nivel de Montmeló.
La voz de los Doctores No, la misma que ha sumido en los últimos años a la ciudad en una incómoda involución, aparecerá con fuerza. En ese instante, la mayoría normal de ciudadanos de Barcelona debería pensar que determinados gestos de grandeur no sólo son asumibles, sino que se convierten en imprescindibles si quieres llegar a cotas más altas. Aplaudiré el paso de esos motores de ensueño por el Paseo de Gràcia, y cuando estén a la altura del boulevard fetiche de Consell de Cent, esbozaré una sonrisa que vengue a todos aquellos que con el actual tráfico en ese centro maldito sólo pueden dibujar una mueca de hastío y resignación.