Esas cosas no se hacen, Valtònyc, y no me vale la excusa de que los raperos sois de natural poco agradecidos. Después de estarte unos años viviendo la sopa boba en la Casa de la República, sin que te faltara de nada, no puedes soltar que el referéndum del 1-O fue una farsa. El 1-O está bordado con letras de oro en el imaginario de los independentistas, es una fecha sagrada, ahí nació el mandato popular que nos trajo la república, durante ocho segundos, pero nos la trajo.
El 1-O es el faro que alumbra las vidas de millones de catalanes que sin eso no son nada, es la estrella que les guía hacia el tan ansiado estado catalán, es lo que legitima todas las burradas que puedan hacer Puigdemont y los suyos, es, en fin, su única razón de ser. ¿Y ahora dices que los resultados se falsearon? ¿No te das cuenta de que te estás ciscando en lo más sagrado?
De todas formas, uno no puede sino comprender al bueno de Arenas, que así se apellida Valtònyc. Compartir vivienda con Comín, que a la que se aburre -y no le faltan momentos para ello, a la vista de lo poco que trabaja- agarra el piano y toca cualquier cosa, no ha de ser fácil. Por no hablar de las charlas patrióticas que debe de soltar Puigdemont al primero que pilla por casa, ese hombre está cada día más majareta, ha de ser horrible soportar sus peroratas. Tales martirios no hay rapero que los resista, se comprende que el pobre Valtònyc acabara cogiendo ojeriza a todos los habitantes de la mansión.
Mientras vivía allí, tenía que callar, no por cortesía sino por temor a que lo echaran de casa, a ver dónde iba a vivir tan bien y -sobre todo- tan barato. Y además de callar, tenía que andar todo el día escondiéndose, no fuera que lo reclamaran Comín o Puigdemont para que escuchara una sonata o un nuevo discurso. Pero una vez ha regresado y ha saldado todas las cuentas que tenía con la justicia, nada le impedía proclamar la verdad: el referéndum fue una patraña.
No es que el rapero mallorquín haya revelado ningún secreto, que el 1-O fue un chiste lo sabía todo el mundo. Es de esas certezas que todos los independentistas conocen, pero ninguno se atreve a decir en público. Lo que debemos preguntarnos es cómo se enteró Valtònyc de que el recuento de votos fue una pantomima y los resultados estaban amañados. Sólo se me ocurre que lo escuchaba en casa durante las largas tardes de invierno belga, escondido tras una cortina mientras los dueños de la casa charlaban junto al fuego:
- Hay que ver cómo tenemos a la gente engañada con aquel referéndum de mentira que nos inventamos, ¿verdad, Toni? Parece que estoy viendo todavía cómo metíamos votos a puñados en las urnas.
-Y que lo digas, Carles. Pero vete con cuidado, que no te oiga el rapero que tenemos en casa, que igual se va de la lengua.
-Nada hombre, ese es tonto. Se ha llegado a creer que su música y su caso nos importan para algo que no sea para nuestro propio beneficio. Nosotros hacemos como que defendemos la libertad de expresión y él nos va a estar agradecido toda la vida.
Poco podían imaginar que el antiguo inquilino les saldría respondón. O sincero, que todavía es peor. Cómo iban a imaginarlo si hasta le permitían compartir mesa con ellos en lugar de obligarle a cenar en la cocina, como correspondería a su clase social. Un Arenas sentado a la mesa con un Puigdemont y un Comín, lo nunca visto, a ver si eso no es tratar con cariño a los inferiores. Y el muy rastrero lo paga ahora manchando el 1-O, realmente no se le puede dar confianza al servicio.
Otra cosa son los daños colaterales de sus palabras. A quienes participaron en el 1-O no han debido de gustarles demasiado las revelaciones de Valtònyc, si bien les queda el consuelo de saber que los porrazos que recibieron sí que fueron de verdad. El referéndum fue una farsa, pero los golpes fueron auténticos. Algo es algo.