La financiera Criteria, brazo inversor de la Fundación La Caixa, se ha lanzado en tromba a comprar acciones de compañías españolas relevantes. Ese frenético baile tiene una clara autoría, a saber, la del tándem Isidro Fainé/Ángel Simón, presidente y consejero delegado respectivamente del gigante corporativo.

Simón rigió los destinos de Aguas de Barcelona durante el último cuarto de siglo. Desde 2010, preside su consejo de administración. Ayer sábado se cumplieron cuatro meses del anuncio de su nombramiento como máximo ejecutivo de Criteria.

Personaje de suyo tranquilo y reflexivo, parece que le va la marcha a tope, pues en tan corto periodo ha emprendido una batería de operaciones de muy altos vuelos.

En orden cronológico figura en primer lugar Naturgy, de la que Criteria ya poseía un 26%. Los principales socios inversores, los fondos CVC y GIP, aspiran a desprenderse de sus títulos en la gasista y monetizar las inmensas plusvalías embalsadas.

Criteria ha dado un paso al frente y anda en tratos con la emiratí Taka, propietaria de un 4%, para hacerse con ese lote. Así, Criteria elevará su participación en Naturgy y pasará a ser su núcleo duro estable.

El segundo trasiego tiene de estrella a Telefónica, encabezada por José María Álvarez-Pallete. Saudí Telecom, que es titular de un 4,9%, quiere doblar su cupo y ha cursado la pertinente solicitud al Gobierno español.

Alarmada por este desafío foráneo, la estatal madrileña Sepi ha negociado a toda prisa el 10% de Telefónica. Y Criteria, que es uno de los condueños históricos del exmonopolio, también ha movido ficha. Ahora mismo está haciéndose con gruesos paquetes de acciones a fin de igualar a la Sepi. Fainé es vicepresidente de Telefónica y su consejero más veterano. Forma parte de su órgano de gobierno desde treinta años atrás.

La tercera iniciativa sobresaliente de Criteria consiste en la toma de un 3% de la casa barcelonesa de perfumes y moda Puig. Se formalizó pocos días antes del exitoso estreno de aquella en bolsa.

El cuarto movimiento reside en elevar hasta el 17% su participación en Inmobiliaria Colonial, especializada en la tenencia de bloques de oficinas.

Por último, el quinto y más reciente envite, conocido anteayer viernes, significa la adquisición de casi un 10% de ACS, multinacional madrileña de construcción e infraestructuras, liderada por Florentino Pérez. ACS controla, entre otros muchos activos, la red de autopistas Abertis. Este lance entraña un singular viaje de ida y vuelta, pues es de recordar que La Caixa fue socia de Abertis hasta 2018, cuando abandonó su accionariado.

Todas las transacciones transcritas revisten un objetivo medular, o sea, invertir en sociedades hispanas descollantes y de rentabilidad acrisolada. Con ello, Criteria se asegura la obtención de dividendos sustanciosos que, a su vez, garantizarán los ingresos futuros de la Fundación La Caixa.

Esta entidad es, de largo, la mayor de España y la tercera del mundo. Su presupuesto para el año que ahora corre asciende a 600 millones, de los que dedica un 60% a fines sociales.

La múltiple ofensiva de Criteria preserva el mantenimiento de las empresas nacionales en manos indígenas. Que tal impulso provenga de una institución periférica como La Caixa, de cuna catalana y ahora domiciliada en la isla de Mallorca, no deja de traslucir un cierto retintín.

En décadas recientes asistimos con estupor al espectáculo de ciertos oligarcas de la Villa y Corte que se llenaban la boca presentándose a sí mismos como la “solución patriótica” para algún que otro titán energético amenazado por las ínfulas expansionistas de los “invasores extranjeros”.

Lo cierto es que a la primera oportunidad que se les presentó, esos prebostes vendieron sus paquetes de acciones a los imperialistas de otros países, no sin propinar, de pasada, unos pelotazos siderales.