El gobierno que surja de las elecciones del próximo 12 de mayo, debería caracterizarse por:
1.- Priorizar el gobierno de las cosas. Después de más de una década en que la política catalana se ha orientado al imposible procés, aparcando la gestión de aquellas cuestiones que inciden directamente en el bienestar de los ciudadanos y el progreso colectivo, es más que urgente un gobierno que se centre en dichas cuestiones y que, además, cuente con la capacidad de gestión necesaria para revertir la dinámica de nuestros días.
2.- Recuperar la serenidad. Tras años de una singular competición sobre "quien la dice más gorda", resulta indispensable que el gobierno de la Generalitat recupere un tono sensato y amable, aparcando aspavientos, provocaciones y proclamas vacuas
3.- Entender que el fin del procés no es la solución a todos los males. Dar por conclusa la etapa política que hemos vivido en Cataluña es un paso fundamental para abordar, desde la serenidad, cuestiones pendientes como la financiación autonómica. Y si bien a corto plazo la radicalidad imperante no lo facilita, hay que ir sentando las bases para que acabe siendo realidad. Pretender la imposible independencia resulta tan inadecuado como creer que muerto el procés, muerto el problema.
De ir en esta dirección, Cataluña puede recuperar rápidamente mucha de la presencia y reconocimiento perdido. De lo contrario, nos iremos sumiendo de manera cada vez más irreversible en una dulce mediocridad. Por todo ello, y a la vista de quienes optan al gobierno de la Generalitat creo que, objetivamente, es el momento de Salvador Illa. Con todo respeto a los demás.