Uno ya no sabe si dar limosna a Puigdemont o a Dani Alves. Así de apurados están los dos. Dani Alves parece tener un poco más de dignidad que el expresidente de la Generalitat y, de momento, no ha empezado a pedir a sus seguidores que aflojen la mosca porque quiere pasearse libremente por la calle.

Puigdemont pretende hacer lo mismo, pasearse libremente, y para ello necesita también dinero, si bien en su caso ya ha empezado a pasar el cepillo. Fuera de eso, no se diferencian en nada: uno necesita el dinero para salir en libertad bajo fianza y volver a casa, y el otro para presentarse a las elecciones con posibilidades de ganarlas y así poder regresar a su casa. O por lo menos eso dice, aunque no es la primera vez que lo hace y ahí sigue, extramuros. A mí me merece mucha más confianza Dani Alves. Estoy seguro de que éste sí que, si consigue el dinero, lo va a utilizar para moverse con libertad por Cataluña, no va a quedarse donde vive ahora. 

Ya hemos dicho que Alves no ha empezado todavía a solicitar dinero, bueno, lo ha pedido al padre de Neymar y le ha dado calabazas. Ya sabe Puigdemont que a la puerta de los Neymar no hace falta que llame, que no están para dispendios con delincuentes.

El exfutbolista del Barça debería tomar ejemplo del expresident y, en lugar de pretender que una sola persona le dé todo el dinero que necesita, abrir una cuestación pública en la que todo el mundo pueda ser partícipe mediante «donaciones o microcréditos», como ha hecho el presidente de Junts. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, y aquí la experiencia de Puigdemont en sacarle dinero a la gente se ha impuesto al novato Alves, que no estaba acostumbrado a tener que pedir, sino solo a gastar sin tregua. Puigdemont también gasta a espuertas, pero lleva años recibiendo dinero gracias a vacuas promesas. Tome nota Alves.

No sé si está a tiempo Alves de inventarse un partido político y presentarse a las próximas elecciones catalanas, que parece ser la manera más segura de salvarse de la cárcel y, de paso, conseguir dinero para sus gastos, como lleva tiempo demostrando el inquilino de la mansión de Waterloo. Una solución intermedia sería que Puigdemont, que ha anunciado su intención de crear una lista «transversal», fiche al futbolista para la causa, aunque sea en un puesto simbólico, e igual así se puede acoger a la ley de amnistía, por la puerta de la cual, según parece, entra todo el mundo.

Si no es el caso, una vez metido en el ajo, por lo menos podrá Alves meter mano a la caja de Junts para conseguir la fianza. Al fin y al cabo, nadie sabe a dónde va a parar el dinero de los incautos que realizan «donaciones y microcréditos», malo sería que no se pudiera distraer un milloncejo para abrirle las puertas de la libertad.

Como he dicho al principio, sigo dudando a quien darle la limosna, tampoco mucha, no crean. Unos diez euros es lo máximo que puedo permitirme. Me parece mucho más peligroso Puigdemont que Alves, por lo menos éste no amenaza con volver a delinquir cuando salga en libertad y, además, no da tanto la tabarra como el otro, cosa que también se agradece.

Por otra parte, el huido de la justicia ha demostrado sobradamente que sabe utilizar el dinero que le entregan para vivir como Dios, sin rendir cuentas a nadie. Eso también debe valorarse, pues Alves es capaz de gastárselo en regalos a amigos y familiares, que los brasileños son así. Puigdemont o Alves, Alves o Puigdemont. La decisión no es fácil, ambos parecen estar igual de necesitados. A ver cuál de los dos me convence en los próximos días.