El alcalde de Barcelona tuvo esta pasada semana su cita anual institucional con la prensa. El acto que organiza el Col.legi de Periodistes puso a prueba a Collboni en su primera cita en este acto tras su triunfo electoral. El primer edil supo estar en su sitio. Empatizó, trató de emocionar y aportó claves para la futura gobernabilidad que se vislumbran esenciales para la resurrección de Barcelona. Su puesta en escena fue aseada, algo que parece fácil pero que no lo es, y ahora el ciudadano está a la espera de ver realizados los múltiples deseos lanzados desde la tribuna de oradores.
La situación no será fácil. No es la primera vez que abordamos este tema, ni será la última, porque para la capital catalana es vital que se puedan aprobar los presupuestos expansivos para este ejercicio. O la ciudad se beneficia de las vitaminas que aportará ese presupuesto o se pasará mal. Hay muchas necesidades que cubrir, muchos retos por cumplir y muchos desaguisados que restañar. En cualquier caso ahora empieza la hora de la verdad para Jaume Collboni. Conseguido el plácet de ERC para aprobar las cuentas, el alcalde tiene hasta el 22 de marzo para lograr otros apoyos que le permitan dar un puñetazo encima de la mesa. ¿Será capaz de alcanzar un acuerdo con alguno de los grupos que habitualmente no han estado en el radar de los pactos para el PSC? ¿Logrará que los comuns cambien de opinión y le den apoyo y que eso no signifique una alianza para la futura gobernabilidad de la ciudad? Veremos.
Las relaciones entre Collboni y Colau son malas, pero la inercia de los pactos con la izquierda radical podría aliviarle el corto plazo al alcalde y complicarle la vida a medio y largo plazo. Barcelona en Comú es el adversario político que desprende en este momento más ojeriza hacia el PSC en el plano municipal. Por ello, Collboni no debería sucumbir a los cantos de sirena de aliarse de nuevo con quienes son responsables de varios de los brotes de decadencia que han azotado a la ciudad en los últimos años. Se precisará imaginación y seducción, pero Barcelona necesita estabilidad, inversión, pensar a lo grande como sugirió Collboni en su conferencia, y ejecución. Para ello, habrá que hurgar en otros caladeros para recibir confianza y compromiso. Difícil pero no imposible.
Hay asuntos que ocurren en la ciudad, ampliamente lesivos y denunciados, a los que hay que poner coto. Un presupuesto mejor debería permitir más limpieza, menos robos y una apuesta decidida por el desarrollo económico y cultural de la ciudad. Si eso se cumpliera, la gente se iría pellizcando por la calle en lugar de acabar con el móvil arrancado de las manos por ladrones volando en patinete. Firmeza y finezza es, como pueden ver, la receta imprescindible para gobernar en Barcelona y evitar que la ciudad siga perdiendo el tiempo, como apuntó Collboni ante los periodistas. Así sea.