Las elecciones las carga el diablo. Deparan sorpresas, frustraciones, y también alegrías desmedidas. Las gana el que conecta con la gente o, mejor dicho, el que sintoniza mejor con el mensaje de la gente, porque el mensaje, no lo olviden, está en la gente. Hace dos semanas llegó Galicia y ganó el PP. Ganó Rueda, pero ganó Feijóo, porque se sometió a un referéndum sobre su persona. Tiene tal entusiasmo que todavía está celebrando la victoria y muchos de sus asesores ya se ven en Moncloa trasladando el mensaje de que la cosa está hecha. Sin embargo, hasta las generales queda mucho tiempo, Koldo y amnistía mediante, y Pedro Sánchez tiene tiempo para superar los sucesivos traspiés, aunque urge una reflexión en profundidad y nuevos liderazgos. Algo que sólo se puede hacer adelantando el congreso federal para después de las europeas.

Por delante, este año -sí, todas este año- se celebran tres elecciones: vascas, europeas y catalanas, en este orden. Las elecciones gallegas han tenido impacto nacional. ¿Lo tendrán las vascas? A priori no, pero ya saben las carga el diablo. Los populares tienen ahora seis diputados y su candidato, Javier de Andrés, parece que los mantendrá e, incluso, podría subir a los siete escaños. Irrelevantes se auguran, y Feijóo podría quedar en el rincón de pensar. Pero puede que no lo sean, y el líder de la derecha española debería pasar una reválida. Nacionalistas vascos y Bildu se juegan la victoria en la batalla del diputado 27, porque sin posibilidad de bloqueo, gana quien más votos coseche.

Imaginen este escenario: PNV 26, Bildu 28, PSE 11, Sumar 3 y PP 7. Los diputados de Sumar votarían por el candidato de la izquierda atberzale, que obtendría así 31 diputados. En este escenario, socialistas y populares deben mover pieza. El PSE votaría al PNV, pero con sus votos no alcanzaría el PNV la mayoría absoluta en primera votación. En la segunda, los votos le dan. El PP convertiría las vascas en debate nacional, porque Feijóo se erigiría en protagonista. De ser mera comparsa, a tomar una decisión política relevante en política nacional, y más pensando en el futuro de pactos para llegar a Moncloa.

En las europeas puede pasar lo contrario. Ganará el PP, y de calle. Puede tener un resultado de 24 escaños, superando en seis o siete al PSOE. Todavía estamos sin candidatos, pero este es el escenario que justifica el desmedido entusiasmo de los populares. Sin embargo, el resultado de las europeas es un empate entre el bloque de la derecha y el bloque de Gobierno en unas elecciones en las que no hay filtros por ser España una única circunscripción. El empate le dirá a Feijóo que no tiene asegurado el camino a La Moncloa. Que puede ganar y no gobernar. Y en ese camino incidirá mucho lo que haga en Euskadi y su discurso sobre Cataluña.

Los populares quieren presentar una cara más amable del partido en Cataluña, pero si se presenta Alejandro Fernández, la amabilidad desaparece. De momento, no hay otro candidato calentando banquillo. El PP lo tiene todo por hacer y el tiempo se achica. Las elecciones a la Generalitat no tienen fecha, pero en ERC trabajan con el horizonte de noviembre. Diciembre es un mal mes por las fiestas navideñas, pero sobre todo, porque si no llueve, las previsiones hídricas que irán trampeando la situación saltarán por los aires. La fecha que coge números es el 24 de noviembre, porque la primera semana del mes tiene como festivo el 1 de noviembre y no hace conveniente iniciar una campaña.

Todas las encuestas dan la victoria al PSC, pero Illa necesita dar un impulso a su candidatura. 39 o 40 diputados son insuficientes, y la mayoría independentista sigue acechando. Los populares suben por encima de Vox, hasta ser de nuevo la cuarta fuerza del Parlament, y los comunes siguen triturados en unas catalanas. ERC se frota las manos en esta situación, porque están convencidos de que ganarán a Junts, que no presentará al candidato Puigdemont. Y porque si al PSOE no le va bien al PSC no le va bien. Siento aguarles la fiesta. En 1999, el PSC, con Maragall al frente, cosechó su mejor resultado: 54 diputados y ganó en votos a Jordi Pujol, y el PSOE estaba en plena crisis, con un candidato a la presidencia del Gobierno, Josep Borrell, recién dimitido y sin liderazgo en la secretaria general de Joaquín Almunia. O sea, Cataluña tiene también su propia dinámica y los partidos tienen que dilucidar qué mensaje lanzan, porque el mensaje está en la gente. La mayoría absoluta independentista es difícil de gestionar, pero puede volver a repetirse, y el PSC ganará las elecciones y podría gobernar con apoyo de los comunes y ¿del PP? Esa será la nueva gran decisión del PP. O modelo Barcelona o modelo navajero de Madrid. Otra vez se la jugará Feijóo. Por eso, es importante saber quién es el candidato/a popular. Y es importante saber qué Feijóo aparecerá en escena. En Cataluña también deberá pensar que su camino para llegar a Moncloa también pasa por Junts. Quién sabe si presenta los indultos ante notario.