Quim Torra, no sé si lo recuerdan, es un tipo que estuvo poco tiempo presidiendo la Generalitat y lo único que hizo durante su mandato fue colgar una pancarta durante horas, lo suficiente para ser inhabilitado. ¿Lo recuerdan ya? Pues ese mismo tipo, acaba de ofrecerse a Pere Aragonès "para lo que haga falta" en la lucha contra la sequía. Uno no imagina cuál puede ser la contribución de alguien que ya dejó patente su inutilidad en todos los ámbitos, para paliar los efectos de la falta de agua, lo único que se me ocurre es que Quim Torra ha decidido dejar de ducharse. O que dejará de ducharse así que se lo solicite Pere Aragonès, que por algo se ha puesto a sus órdenes. Tal vez ya ha empezado su particular lucha contra la sequía sin esperar a que su ofrecimiento sea oficialmente aceptado, habrá que preguntar a sus allegados qué tal huele últimamente el expresidente.

Que Quim Torra descuide su higiene personal no va a ser tampoco un drama, el hombre no ha presentado jamás un aspecto muy aseado que digamos. Se diría que se duchaba una vez al mes, y eso tirando largo, con lo que su contribución al problema acuífero catalán va a ser más bien paupérrima, con lo suyo no vamos a ahorrar agua ni para regar las macetas de mi vecina del cuarto, que tiene los geranios pochos, la pobre. Eso sí, el hombre se ganó merecida fama de bebedor de ratafía, con lo que, por lo menos en ese sentido, hace lo que puede para no gastar ni una gota de agua. Lo de lavarse menos de los que se lavaba hasta ahora no nos va a sacar de pobres, como he dicho, pero si sirve para que el pobre individuo se sienta un poco útil por primera vez en su vida, bienvenida sea su suciedad, con no acercarnos mucho a él, problema resuelto. Y, las cosas como sean, tampoco es que nadie se muera de ganas de abrazar y besuquear a un tipo así, más bien al contrario. Si ya antes de renunciar a lavarse provocaba rechazo y repelús, a partir de ahora no habrá quien aguante a menos de cinco metros a la redonda de su persona.

No sé qué opinará la gente que se ve obligada a trabajar con él, ni qué sueldo cobran, imagino que no hay dinero en el mundo que compense ese mal trago. El hedor en la oficina se hará insoportable conforme pasen los días, pero ellos estarán obligados a sobrellevarlo, ya que es por el bien de Cataluña. Ya se sabe que, en ocasiones, el sacrifico de una sola persona termina llevando al sacrificio a sus personas más cercanas, que ninguna culpa tenían.

-Hay que ver como apesta el jefe -murmurará la secretaria a sus espaldas.

-Pues imagina lo que es estar con él en el coche oficial -responderá el chófer.

-Un poco de respeto, que el señor Torra está luchando contra la sequía -terciará el más pelota de sus trabajadores.

Porque, no sé si están ustedes al corriente, todos los expresidentes catalanes gozan de oficina y personal a su servicio, además de un generoso sueldo que les pagamos entre todos. Da igual que su contribución al bienestar general sea no solo nula, sino negativa, como es el caso de Torra. Tal vez acuciado por los remordimientos, avergonzado por no haber hecho nada ni medianamente útil desde que se tiene conocimiento de su existencia, ve ahora necesario luchar personalmente contra la sequía, como una manera de agradecernos la vidorra que le sufragamos. No seré yo quien le agüe la fiesta, allá él si cree que acumulando mugre en su cuerpecillo se van a llenar los pantanos. Dejémosle con su ilusión, mejor no lavarse que empezar de nuevo a llamar “bestias carroñeras” a los no catalanes. Puestos a apestar, mejor que sea por su piel que por lo que suelta por la boca.