¿Qué ha hecho Puigdemont esta semana cuando Junts votó contra la Ley de Amnistía, que previamente habían aprobado? Para unos, actuó sin vergüenza, poniendo a los socialistas en su sitio y, de paso, también poniendo firmes a ERC, Bildu, PNV y BNG, que vieron como sus llamamientos desde la tribuna del Congreso para cerrar filas en torno “a una buena ley” se iban al traste. Para otros, actuó como un sinvergüenza, con deslealtad y rozando el delirio cuando exigió enmiendas que amnistiaran todos los delitos de terrorismo y de alta traición. Algo que podría satisfacer su ego pero que no podría superar un mínimo análisis en el Tribunal Constitucional y, menos aún, en los Tribunales de la Unión Europea.

Amnistiar el terrorismo y la alta traición es simplemente una aberración, pero Puigdemont piensa en él y en su futuro. Le traen al pairo los centenares de ciudadanos que tienen causas abiertas tras el 1 de octubre. Esos se quedan a la espera. Pero el expresidente de la Generalitat quiere quedar limpio de polvo y paja por dos objetivos. No ir ni un minuto al trullo, cosa que le da pánico, y la segunda poder presentarse a las elecciones y liderar a su grupo mesiánico que no es un partido, no piensa como un partido y menos actúa como un partido. Ya sean europeas o autonómicas. ¡Qué más da!

El voto en contra de su grupo a una ley que será crucial en esta legislatura demuestra, además, su cobardía. Cierto que los jueces Aguirre y García Castellón no son “trigo limpio”, porque actúan a golpe de auto para descafeinar la Ley de Amnistía. Incluso el juez Aguirre se permite el lujo de explicar sus investigaciones a una televisión alemana saltándose cualquier código deontológico. Por menos, magistrados del Constitucional fueron recusados por posicionarse en conferencias a favor del Estatut. Eso dijeron que era muy grave los que ahora guardan silencio cómplice con el juez Aguirre. Tampoco tiene excusa que García Castellón participara en un acto apadrinado por Vox contra la amnistía aunque ahora los -supuestos- defensores de la patria lo consideren una nimiedad. Pero si los jueces juegan a la política la solución no es esconder la cabeza como el avestruz, la solución es plantar cara a la instrucción sobre el terrorismo y sobre las relaciones con la Rusia de Putin. Sobre todo, si no hay nada que esconder. ¿O sí?

Que hubo contactos con Rusia lo ha reconocido Josep Lluís Alay. También lo hizo la entonces secretaria general de la Generalitat, Elsa Artadi, que luego fue consellera de Economía. Hubo contactos y habrá que explicarlos aunque en 2017 las relaciones con Rusia no son las de ahora. Se sabía que los jerarcas del Kremlin estaban inmersos en sus ataques a Occidente porque se sentían atacados por Occidente, pero Occidente aún les tendía la alfombra roja aunque sus excesos en lo que se llamó, y se llama, guerra híbrida eran evidentes.

Puigdemont y su panda de iluminados actuaron entonces sin vergüenza en busca de aliados para un nuevo Estado. Y actuaron como unos sinvergüenzas haciendo cábalas y abrazando quimeras desde las criptomonedas hasta el envío de tropas. Entonces, ¿el empecinamiento de esta semana busca enterrar evidencias comprometedoras? En el caso de terrorismo la cosa es diferente. Según la teoría de García Castellón, abrazada con entusiasmo por el PP, los cortes de carreteras y el asalto al aeropuerto fueron actos terroristas. Espero que Macron no escuche estas veleidades y acuse de terrorismo a los agricultores franceses por cortar la AP7 en la frontera y bloquear París. Sin embargo, la espantá de Ruben Wagensberg a Suiza no ayuda. ¿En serio que tiene que preparar su defensa desde Ginebra? Alucinante. Aunque también es alucinante y para mear y no echar gota que los vocales conservadores pidan un pleno del CGPJ -que siguen en su puesto de forma ilegal- para defenderse de las críticas políticas. Parece que los jueces no saben que en España existe libertad de expresión y no hay que tener la piel tan fina. No estaría de más que actuaran de oficio ante acciones judiciales sospechosas, porque ciertamente es sospechoso que García Castellón tenga unas 30 piezas abiertas sobre Villarejo y el juez no haya abierto ninguna sobre la Operación Cataluña. A eso deberían dedicarse los jueces del CGPJ y no a jugar a políticos frustrados

Puigdemont actuó como un sinvergüenza al igual que los jueces que levantando la bandera de “sin vergüenza”. Los dos juegan una partida con las cartas marcadas y se retroalimentan para satisfacer las más bajas pasiones de los suyos. Unos a los nacionalistas y ultranacionalistas españoles y otros a los mismos pero catalanes. Y ambos con un elemento en común: son la derecha de toda la vida. El resto de españoles y catalanes que queremos superar el bloqueo tendremos que esperar a que dejen de ser sinvergüenzas. Cosa harto difícil porque lo llevan en la sangre, es su naturaleza.