El ferrocarril contribuye a la generación de actividad económica y empleo, es vector de innovación tecnológica y en cualquier estrategia de transición energética, factor esencial para la movilidad sostenible. En nuestro sistema ferroviario es Renfe, el operador estatal, quien debe contribuir a desarrollar los factores anteriormente mencionados.

La dimensión económica y social de Renfe es significativa. Algunas cifras avalan su posición nacional e internacional: 5.000 trenes circulan cada día en España, mueve más de 500 millones de viajeros al año, transporta por encima de los 18,3 millones de toneladas de mercancías y mantiene 16.000 puestos de trabajo. Por sus vías circulan de trenes de las tecnologías más avanzadas. Nuestro ferrocarril con 4.000 kilómetros de red de Alta Velocidad ostenta el liderazgo europeo y es el segundo del mundo detrás del gigante asiático, China.

Nuestro sistema ferroviario alimenta una industria que no solo genera empleo estable y cualificado, sino que se sitúa en la punta de lanza del liderazgo tecnológico europeo. En estos últimos 5 años se ha realizado la más importante inversión de la historia ferroviaria española en la modernización y renovación de la flota, 406 nuevos trenes que han supuesto una inversión de 5.500 millones de euros.

El ferrocarril, si bien es el sistema de transporte más seguro y eficiente energéticamente, se caracterizó en el pasado por ser un sistema muy conservador con resistencia a la introducción de nuevas tecnologías. Sin embargo, en la actualidad está desarrollando la implantación de tecnologías digitales, abandonando los viejos sistemas analógicos presentes aún en muchos sistemas ferroviarios europeos. Una digitalización que abarca no solamente a la automatización del material móvil (sistemas embarcados de diagnóstico y control inteligente vía-tren), sino también a las infraestructuras en lo referente a la aplicación de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), al desarrollo de sistemas de señalización y comunicación ferroviaria y navegación por satélite. Cada vez más los trenes son auténticas plataformas de datos.

Nuestro ferrocarril es una locomotora para la movilidad sostenible y vector de la transición energética. Contribuye a la descarbonización de nuestra economía, evitando emisiones de 4,4 millones de toneladas de CO2 que serán siete millones en el 2030.

Es constatable que presenta déficits en su papel como instrumento de cohesión social, vertebración del territorio y conectividad europea. Partiendo del reconocimiento del AVE como éxito tecnológico ha llegado el momento de redefinir un modelo ferroviario que permita equilibrar la ratio de inversión (en los últimos años de un 80% en AVE y 20% en convencional) e incrementar la inversión en la red convencional (cercanías, regionales, mercancías). Será necesaria apostar por la optimización de la red convencional y la mejora de sus prestaciones. Sin duda, la media distancia y las cercanías son vectores de movilidad al servicio de la cohesión social que habría que potenciar. El futuro del transporte de mercancías supone apostar por su desarrollo y conversión en una plataforma integral logística.

Nuestra red ferroviaria tiene algunos déficits en determinadas comunidades autónomas, es el caso de Extremadura, con graves insuficiencias en su conectividad ferroviaria. Pero sin duda el principal es la España invertebrada del ferrocarril, prisionera del diseño radial de la red. Urge el desarrollo de determinados corredores ferroviarios: el corredor Mediterráneo que avanza a pesar de sus dificultades presupuestarias y tecnológicas, el corredor Atlántico que conecta Portugal con la red ferroviaria europea y el corredor del Ebro de gran importancia intermodal que debería conectar las ciudades y los puertos de los dos litorales: el Mediterráneo y el Cantábrico.

Otro elemento por considerar es la relación de nuestra red ferroviaria de interés general (RFIG) con la red europea. Es el momento de impulsar una estrategia de "red ferroviaria europea", que potencie el transporte de mercancías, con conexiones transfronterizas regionales y que apueste por el tráfico ferroviario de alta velocidad como alternativa al avión en trayectos donde es competitivo.

Se necesitarán fondos europeos para potenciar un sistema ferroviario integral: operadores, infraestructuras y material móvil, que permita explotar los nuevos corredores nocturnos facilitando las conexiones transfronterizas y mejorando la seguridad y la calidad de servicio de los operadores. La apuesta por la interoperabilidad exige la búsqueda de soluciones tecnológicas a las diferencias en el ancho de vía, la electrificación y las tecnologías de señalización y comunicación entre las redes ferroviarias españolas y las europeas.

Una manera de apostar por el futuro del ferrocarril es facilitar su conversión de simple operador ferroviario a operador integral de movilidad, lo que permitiría que el viajero pueda moverse de puerta a puerta de la forma más sostenible y eficiente energéticamente. El ferrocarril español no solo es un instrumento que potencia la actividad económica y la modernización del país, sino también vector de innovación tecnológica y locomotora de la movilidad sostenible.