El asesor de comunicación propone y el líder decide. Esta es una de las máximas de la comunicación política. El asesor, el profesional, por tanto, debe acostumbrarse a ejecutar la estrategia que decide el líder tanto si tiene su paternidad como si no. Por eso, sorprende la zafia excusa del PP esta semana ante la información de La Vanguardia que desvelaba un encuentro entre el PP y Junts en un hotel barcelonés. Zafia porque acusaba al asesor de comunicación de ser el responsable del encuentro. El responsable es el líder político, es Dani Sirera. La reunión jamás habría tenido lugar si él no hubiera dado el “placet”.
O sea, Sirera quiso hacer esta reunión con Junts, con nada menos que Josep Rius, un hombre muy discreto pero con hilo directo con Carles Puigdemont, y con Albert Batet, el líder del grupo parlamentario. Iván Redondo afirma que la política es el arte de lo que no se ve, muy cierto, pero lo peor es que se vea de una forma tan chusca. En aquellos días el PP buscaba apoyos para la investidura de Feijóo. Y Sirera quiso apuntarse un tanto y movió pieza porque no es ningún secreto de que es una de las personas que aspira a liderar al PP catalán en las próximas elecciones. Si salía bien quedaría bien situado.
Pero no salió bien. Junts mantuvo sus reivindicaciones y al PP le dio vértigo. Dicen porque eran inasumibles, pero también sabían que un apoyo de Junts podía dar al traste al inestimable y decisivo apoyo de Vox. Eso sí dejaron una puerta abierta que, también en aquellos días, se dejaba entrever en las declaraciones de González Pons o Bendodo. La coincidencia de estas declaraciones dejan al PP frente al espejo. La dirección nacional conocía el movimiento de Sirera que ahora rebajan, tomándonos por idiotas, a una charla de café. Una charla de café que se llevó a cabo con discreción en un reservado de un hotel barcelonés.
El maestro José Antonio Llorente, recientemente fallecido, decía en su libro “El octavo sentido” que la comunicación política había evolucionado del storytelling -el relato- al storydoing -los hechos-, del decir al hacer. Con este episodio se evidencia que no casa demasiado el decir y el hacer del PP en aquellos convulsos días de agosto. Las explicaciones han sido más que penosas evidenciando una incomodidad, más aún, cuando la información de Lola García coincidió en el tiempo con la presentación de la enmienda a la totalidad a la Ley de Amnistía que propone la ilegalización de partidos que promuevan referéndums. Vamos, en conclusión, ilegalizar con el partido al que sondeaban para que diera apoyo a Núñez Feijóo.
La política española es cambiante y del PP del verano que sondeaba a Junts se ha pasado al PP del invierno que asume sin pestañear una reivindicación histórica de la extrema derecha. En agosto, el presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, se enfrentó a Feijóo por su acercamiento a Junts. Lo hice en dos ocasiones. Se le daba por amortizado pero su negativa a poner las cosas fáciles lo consolidó en el partido que a día de hoy todavía busca candidato para las catalanas. El moderado Sirera ha reducido sus expectativas esta semana porque su moderación ya es historia en un PP escorado a la confrontación, terreno más agradecido para Alejandro Fernández. Un efecto colateral en toda regla.
El PP tuvo la oportunidad de hacer público este encuentro y afinar su discurso. De hecho, el PP reconoció contactos aunque los rebajaba a un bajo nivel de los interlocutores. Decir que Batet y Rius es bajo nivel es simplemente una patochada. Además Junts sabe bien librado porque refuerza su mensaje de que ellos van a lo suyo y no se fían ni del PSOE ni del PP. En Moncloa, han confirmado su sensación de hartazgo. Con Junts la montaña rusa será constante. Un hartazgo que crece día a día en un momento complejo como es la aprobación del decreto ómnibus. De momento, mensaje claro: a Junts le importa un comino la estabilidad del Gobierno.