Como diría Serrat, quien acaba de cumplir sus 80, este año se cumplen 20 años desde que pasaron 20 años del año que da título a una de las mejores novelas distópicas, 1984, publicada hace 75 años e inspirada en una obra rusa, Nosotros, que ahora cumple su centenario. La obra de Orwell sigue más que vigente en este año que comienza.
Nuestros políticos se han convertido en maestros del neolenguaje y de la historia reinterpretada. Estamos inmersos en una propaganda alienante que trata de impedirnos pensar. Aquellos que no demuestran suficiente fidelidad y adhesión a la causa son señalados y cancelados, cuando no vejados. En nuestro Congreso ya se permite que desde su tribuna se señale a jueces y periodistas por no hacer seguidismo al mensaje oficial y bajo el famoso delito de odio se persiguen declaraciones de cómicos disidentes. Ni Orwell se atrevió a imaginar tanto.
Hemos de salir de la trampa, frente al neolenguaje, el diccionario; frente a la neohistoria, la historia. Olvidémonos del todos, todas y todes, dejemos de hablar de emergencia climática y de personas racializadas, no aceptemos que una simple negociación para una investidura se disfrace de reconciliación con quien no quiere reconciliarse. Al pan, pan y al vino, vino. Las palabras no ofenden, ofende la intención con la que se dicen.
Y tres cuartos de lo mismo con la historia y sus símbolos. El águila de San Juan acompaña al escudo de España desde tiempos de los Reyes Católicos, igual que el yugo y las flechas. Cuando uno pasea por Toledo no ve escudos de Franco, sino de los Reyes Católicos o si el águila es bicéfala, el escudo imperial de Carlos V. Los Borbones retiraron el águila de nuestro escudo, que volvió con Franco, es cierto, pero el primer escudo de nuestro actual periodo constitucional, que fue válido hasta 1981, también llevaba el águila. La cruz de Borgoña es parte de los símbolos de nuestro Ejército desde 1506… leer no hace daño, más bien al contrario, ayuda a entender lo que nos rodea y a no hacer el ridículo cuando alguien dice, que lo dice, que las coronas visigodas se hicieron gracias al oro de América… claro, que el último rey visigodo, Don Rodrigo, falleció más de cinco siglos antes del descubrimiento de América.
La leyenda negra no es otra cosa que una excelente campaña de los entonces enemigos de España para hacernos perder peso internacional. Pero aún mirado con ojos de hoy, algo que nunca hay que hacer, la colonización española fue mil veces más abierta que la inglesa, italiana o belga. Lo dice Amnistía Internacional, no yo, entidad que asocia las leyes dictadas en 1504 por Isabel la Católica para el Nuevo Mundo como precursoras de los derechos humanos.
Pero los españoles, y entre ellos muchos de nuestros dirigentes, somos de los pocos países que nos avergonzamos de una historia espléndida, haciendo nuestras las mentiras que publicaron en el siglo XVI nuestros entonces enemigos para fortalecer sus intereses colonialistas. El actual ministro de Cultura apunta maneras en eso de comprar la leyenda negra. Dentro de nada pediremos perdón por existir.
El márketing histórico no es algo inocuo. Si uno piensa en alguien que dio un golpe de Estado, invadió a sus vecinos, permitió el expolio por parte de sus soldados, se cargó las fronteras culturales para imponer las propias y trató de crear una dinastía ficticia, pensará que es alguien negativo a quien hay que cancelar. Si revelamos que ese alguien es Napoleón, lo veremos con otros ojos, porque Napoleón ha pasado a la historia de manera muy diferente a otros líderes con ambiciones imperiales. De igual modo que se endulzó la historia de Napoleón, se amargó la de España por el simple hecho que Francia se quiere mucho a sí misma y España hace todo lo posible por suicidarse.
Confundir la guerra entre dos candidatos al trono español a comienzos del siglo XVIII con una guerra de independencia catalana que nunca existió es de traca, lo mismo que hablar del reino de Aragón y Cataluña o negar que antes habría que llamar valenciano al catalán que catalán al valenciano porque la primera gran obra escrita en valenciano/catalán, Tirant lo Blanc, se publicó en Valencia.
Claro que si las provincias vascas, que nunca han sido otra cosa que un conjunto de valles, se quieren anexionar el reino de Navarra, uno de los territorios de España con más historia y tradición, todo es posible. Visitar la tumba de Sancho el Grande en Roncesvalles y ver las cadenas originales de las representadas en la bandera de Navarra debería ser algo obligado para todo estudiante en Navarra para quererse un poco más.
Neolenguaje y neohistoria nos van a perseguir en este 2024 que amenaza con ser un año triste en lo económico, aunque la exministra de economía se haya ido a celebrar su nuevo cargo al carísimo concierto de Año Nuevo en Viena, será porque desde su estrenada presidencia al BEI ya no necesita ser progre.
Qué mejor que distraernos con problemillas identitarios para no darnos cuenta de que la economía española sigue cayendo y ya no estamos entre las 15 más importantes del mundo, pues Indonesia nos acaba de superar. No podemos olvidar que Italia sigue siendo la octava y los Países Bajos, con poco más que la tercera parte de población que nosotros, nos comienza a pisar los talones. No todo es la emergencia de otros países, algo hacemos mal nosotros. La receta es sencilla, una de cabreo patrio (amnistía, excarcelación de etarras, catalán hasta en la sopa en toda España…) y otra de gambas, que para eso somos el país con mejor calidad de vida… o eso nos creemos.
Una vez demostrada la incapacidad del PP y PSOE de tomarse en serio España y gobernar juntos hay que reconocer que la torpe táctica electoral de PP y Vox facilitó la creación del multipartito que nos gobierna, que solo nos va a traer más crispación y menos foco en lo que realmente importa. Para contentar a sus socios minoritarios tendremos nacionalismo, regionalismo, provincialismo y, por supuesto, catetismo para aburrir.
En fin, menos mal que nos queda el jamón y el vino, a pesar del tostón de los veganos, flexivegetarianos y demás tribus que no saben que el ser humano es omnívoro y heterosexual por naturaleza, al igual que los emigrantes que provienen de Latinoamérica se integran mejor en nuestra sociedad que los procedentes de otros lugares del mundo porque comparten con nosotros un idioma y un acervo cultural común.
Es verdad que gracias a nuestra educación sabemos entender a los diferentes, pero respetar a las minorías no debe ser sinónimo de someter a la mayoría a sus reglas. Estamos terminando nuestras fiestas de Navidad, no las fiestas del solsticio de invierno ni nada que se le parezca. La guerra no es paz, la libertad no es esclavitud ni la ignorancia es fuerza. Ojalá despertemos solos sin necesidad de llegar a estar tan mal para que sea necesario un Milei español, pero camino de eso vamos.