Las dudas de la inversión extranjera en nuestras empresas digitales, los unicornios rampantes, han reducido el optimismo de los nuevos mercados. El crecimiento exponencial de las nuevas empresas en los últimos años no se corresponde con una expansión industrial del sector más innovador de la economía.
El último mensaje de Nadia Calviño al equipo económico del Gobierno y al nuevo titular de Economía, Carlos Cuerpo, destaca la necesidad de mantener los mercados que, “a fin de cuentas, dependen de los fondos de inversión, bancos, aseguradoras y particulares de todo el mundo que tienen nuestra deuda pública”. No se puede temer más a la deuda del Estado que a la caída de la formación bruta de capital (inversión). La cautela sin aventura frena el crecimiento.
Todo puede encarrilarse menos los costes de las materias primas, que pueden acabar desencadenando otra ola inflacionista si no mejora el clima político en el mar Rojo. La ruta naval de Suez, acosada por misiles lanzados desde el Yemen, y la conversión del golfo de Bab-el-Mandeb en escenario de guerra se juegan el futuro a los dados.
La economía es menos vaporosa que la política; es un campo que difumina las ideologías, pero está bajo el radar de la geopolítica internacional. El coste de las materias primas necesarias en el mundo digital sale de Taiwán y pasa ahora por el Índico, en una zona inalcanzable por los misiles tutsis, lanzados sobre las aguas de Suez.
Estamos inmersos en una crisis de expectativas y encarecimiento de los portes. Las nuevas rutas abandonan los puertos de referencia en el Mediterráneo, porque ya es más fácil y barato comprar chips en los puertos del Atlántico que en Barcelona. Compañías como Maersk Line, Hapag-Lloyd, MSC, CMA-CGM y OOCL suspenden su paso por Suez. El puerto de Algeciras ha encontrado un coste de oportunidad con estas empresas que le favorece. Por su parte, Valencia y Sagunto buscan salidas; pero Barcelona, la capital catalana, parece que no habla si la cosa no va de soberanía nacional.
¿Cómo salpicará a la inflación el panorama? El Govern duerme en la paja, como en casi todo lo que no tenga que ver con los pactos con el Estado. Si aparece un déficit importador, su solución se llevará a la mesa de negociación cambalacheado por amnistías y pactos bilaterales con Sánchez. La Cataluña indepe espera a que el mundo retumbe para poder oír el débil sonido de su interior. Las exploraciones encargadas desde las consejerías de la Generalitat son solo ejercicios de memorización para problemas que resolverá el Estado.
¿Qué se les dirá a los llamados unicornios, empresas de economía digital valoradas en mil millones de dólares y pilladas por una nueva alza de los costes en la cadena de valor? Que sean competitivas, que duerman plácidamente sobre los restos de Schumpeter, porque “el unicornio azul se nos perdió”, como dice la canción de Silvio Rodríguez dedicada al poeta salvadoreño Roque Dalton.
A las empresas con futuro se les dirá que reduzcan el coste de mano de obra, en un sector en el que apenas hay oferta de empleo. 2023 ha sido uno de los peores años digitales si nos fijamos en este indicador de empresas con futuro, que hace poco, con su “cuerno añil, pescaba una canción y saberla compartir era su vocación”.