Vox anima a señalar a los traidores a España. O sea, a todos aquellos que no comulgan con sus tesis y apoyan la política de Pedro Sánchez al frente del Gobierno. Su señalamiento es el pan nuestro de cada día en las redes sociales y recuerda mucho a los señalamientos que hacía ETA sobre todos aquellos que no le bailaban el agua. Y, encima, los de Vox, con el inestimable apoyo del PP, se autocalifican de demócratas.

Espero, y deseo, que no pase nada, pero las pintadas y las manifestaciones frente a las Casas del Pueblo son escraches y son la herencia de aquellos que se piensan que España es de su propiedad y que la democracia está sobrevalorada cuando, sobre todo, no les da la razón.

No me sorprende ni lo más mínimo está reacción. La hacen los hijos del franquismo que justifican, justificaban y justificarán el golpe de Estado del 36 como un alzamiento por el bien de España. De su España, menospreciando a la mayoría de los españoles.

Los reaccionarios en este país siempre se han llenado la boca de España negándose a ver que España seguirá siendo España si es capaz de adaptarse a las demandas e inquietudes de la mayoría de españoles. Si no, será un fracaso que solo podrá imponerse por la fuerza bruta.

Soy pesimista. La cosa irá a más tras el acuerdo entre el PSOE y Junts. Ciertamente, les daba igual el acuerdo, pero lo utilizarán como gasolina en la hoguera.

PP, y Vox de muleta, claman por nuevas elecciones. Se saben hipermovilizados y se saben respaldados por el poder judicial. Desde el Consejo General, el Supremo, la Audiencia Nacional y la Guardia Civil se han afanado en enviar a juicio a todo el que se movió, a culminar informes que llevaban varios años durmiendo el sueño de los justos o a poner en duda una ley de amnistía que ni es pública y que, por tanto, ni siquiera han leído.

Luego, este poder judicial, tan independiente, y tan profesional, nos dirá que los partidos lo tienen subyugado. Que lo mejor es que los jueces elijan a sus representantes. Tienen razón, eso será más democrático porque así no serán los partidos los que lo ahoguen, será el partido, será la derecha que controlará por siempre jamás el poder judicial.

Creo, ahora más que nunca, en que sea el Congreso quien elija al Consejo General del Poder Judicial, la única manera de que sea democrático y que respete la alternancia política. Si los jueces eligen jueces, será como aquello de atado y bien atado. Y si no queda atado siempre tendremos un juez como García Castellón, que utiliza la magistratura para marcar la agenda política y no para impartir justicia.

La derecha clama contra la amnistía, pero en realidad clama por nuevas elecciones, a ver si con suerte echan al okupa Sánchez del Palacio de la Moncloa. Feijóo dice muchas cosas, tantas que ni siquiera Abascal tiene la capacidad –esto de ligar capacidad y Abascal es un decir– de seguirle en su sarta de memeces. La prueba la tuvimos en su discurso ante la junta directiva de su partido, donde no tuvo la decencia de condenar actos vandálicos ante las sedes del PSOE.

La mejor memez fue, sin duda, la de Mañueco, presidente castellano-leonés, que quiere ser el primero en recurrir la amnistía al Constitucional. No la ha visto, pero la pregunta es: ¿para qué verla? La cosa es recurrirla y, sobre todo, ser los primeros. Debe ser para ganar puntos. Mientras, Abascal saca a los más radicales, que no demócratas, a la calle para revivir aquello de “Gobierno ilegítimo”, cuando lo ilegítimo es no aceptar los mínimos de la democracia y ensalzar la tenebrosa dictadura.

Entiendo que haya ciudadanos en contra de la amnistía. Se hace difícil entender que Carles Puigdemont vuelva como si no hubiera pasado nada, pero de ahí a ser los profetas del apocalipsis hay un trecho. La amnistía no es un plato de gusto, seguro, pero es una alternativa a la política de confrontación de la derecha independentista catalana y de la rancia derecha nacionalista española. Ambas se necesitan para retroalimentarse. Si una, los de Puigdemont, se bajan del burro se da un paso adelante. Ahora será tarea de los progresistas vencerlos en las urnas porque hasta ahora, con las políticas del PP, el independentismo seguía teniendo mayoría absoluta en las urnas. Cuestión que conviene no olvidar. 

La derecha del PP y Vox se ha erigido en la defensora de la patria, pero de salvapatrias estamos hasta el gorro la mayoría. No lo digo yo, lo dicen las urnas que hablaron el 23J. Porque ¿se imaginan ustedes que el PSOE hubiera hablado de Bildu y de Herri Batasuna como Movimiento Nacional de Liberación Vasco como hizo Aznar? Se hubieran roto las costuras y, evidentemente, España. Pero como lo hizo la derecha se hizo en nombre de España.

Blas Piñar ya auguró eso de que España se rompe desde la tribuna del Congreso. Fuerza Nueva era lo reaccionario y vaticinó la ruptura, ojo al dato, cuando se aprobó la Constitución. Casi 50 años después España sigue en plena forma, pero los reaccionarios se han encarnado en PP y Vox pregonando el apocalipsis. Pocas cosas cambian en la derecha ultramontana.