Es tan evidente el dislate que se está negociando para alcanzar un pacto de gobierno con los separatistas que hasta sonroja explicarlo. El alud de vídeos de líderes socialistas, incluido el propio Sánchez y destacados juristas, en los que se apunta con contundencia que la amnistía no cabe en la Constitución, debería hacer reflexionar a cualquier miembro del partido que sienta un mínimo de respeto por eso de la coherencia y, desde luego, por la inteligencia de sus votantes.
Pero es que, junto a esta tremenda contradicción, hemos visto durante semanas a un PSOE escondido tras la investidura fallida de Feijóo, sin atreverse ni a mencionar la palabra maldita. No lo hizo hasta la cumbre europea de Granada, donde Sánchez afirmó que la amnistía “no deja de ser una forma de tratar de superar las consecuencias judiciales de la situación que se vivió en España con una de las peores crisis territoriales que hemos vivido”. ¡Como si el problema fuesen “las consecuencias judiciales” y no el intento de derogar el orden estatutario y constitucional! Por supuesto, no explicó el líder socialista que la amnistía implica reconocer que las actuaciones del Poder Judicial, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y hasta las de su propio partido, votando a favor de la aplicación del artículo 155, fueron ilegítimas.
Añadió Sánchez, en la misma comparecencia, que no se siente implicado por la propuesta de Sumar, propuesta que Podemos dijo desconocer mientras Comín hacía público que Junts la valoraba muy positivamente. Porque la vicepresidenta en funciones, Yolanda Díaz, no contenta con legitimar a Puigdemont como interlocutor, desplazándose a Bélgica para visitarlo, ha optado por compartir con Junts antes que con sus socios de coalición el borrador de lo que parecía, ¡ahora ya no!, una propuesta legislativa de Sumar sobre la amnistía.
Díaz se ha erigido, a la vez, en una experta jurista. Nos ha ilustrado con la existencia de tres tipos de amnistía, hasta ahora desconocidos por los expertos, esos que llevan décadas trabajando un tema. También ha dejado claro, con ese tono moralista que la caracteriza, que “las ideas políticas no pueden acabar en los tribunales”, ¡como si las ideas de esos políticos que, según ella, están “fuera del país” no se pudieran expresar libremente en España!
Entretanto, muchos ciudadanos, hartos de no saber, y de temer que, ¡una vez más!, se hará efectivo lo que nos prometieron que nunca sucedería, hemos decidido alzar la voz ante tanto sinsentido. Societat Civil Catalana convoca una manifestación en Barcelona, el simbólico 8 de octubre, bajo el lema “No en mi nombre. Contra la amnistía y la autodeterminación”. Inmediatamente sale la portavoz del Govern (del govern de los nacionalistas) y dice que los manifestantes son anticatalanes. Ya sabemos que para ser buen catalán hay que ceñirse a los dictados del poder (del poder nacionalista).
Pero resulta que los socios integrantes del Gobierno de España (ahora en funciones) tampoco respetan a los manifestantes. Aunque finalmente no hay foto de Colón (el conductor de La noche en 24 horas de TVE llegó a decir que solo faltaba que la manifestación concluyese en la estatua del Descubridor), se acusa a los convocantes y a los partidos que los apoyan de crispar (Illa, Bolaños…) y hasta de incendiar Cataluña (Albiach). Los adalides del diálogo y la convivencia, con problemas para digerir eso del derecho de manifestación cuando se cuestionan sus sangrantes contradicciones.
Y es que, más allá de su carácter inconstitucional, denunciado por tantos juristas (atenta abiertamente contra el derecho a la igualdad y contra la división de poderes, además de ser incompatible con la prohibición explícita de los indultos generales), esta amnistía es política y éticamente injustificable. Y lo es porque no estaba recogida en los programas electorales de quienes ahora la necesitan para conservar el poder (los socialistas, para colmo, la habían rechazado de plano). Y lo es también porque los beneficiarios no solo no muestran ningún pesar por el golpe a la democracia de 2017, sino que insisten en que lo volverán a hacer. ¡Por no hablar de que algunos de los potenciales amnistiados están negociando su propia amnistía!
Solo en un contexto de trincheras muy profundas donde la razón no opera se puede entender que este delirio argumental arrastre a tanta gente. Desolador.