He tenido que consultar The Washington Post, y, para más seguridad, un periódico especializado en temática que interese o afecte especialmente a gente de raza negra llamado Black The Enterprise, para convencerme de que la noticia no era un bulo: un museo alemán, el Zeche Zollern de la ciudad de Dortmund, es objeto de controversia por restringir el horario de visitas los sábados por la mañana a su exposición Esto es colonialismo. Durante cuatro horas, desde las diez de la mañana a las dos de la tarde y con el objetivo de proveer de un “espacio más seguro” a las personas de color, a las que en España ahora según creo se llama “racializadas” y en el mundo anglosajón de un tiempo a esta parte llaman BIPOC (Black, Indigenous and Other People of Colour), los visitantes de piel blanca no pueden ver la exposición.
La directora de los museos industriales locales, Kirsten Baumann, sostiene que ese “espacio más seguro” para los BIPOC contribuirá a que estos “visiten y experimenten la exposición con más tranquilidad y sin enfrentarse a más discriminación (incluso inconsciente)”, además de que excluir a los blancos es una forma de mostrar consideración hacia las personas “que han sido más afectadas por el tema del colonialismo que otras”.
El objetivo era dar a los BIPOC una ocasión para “comentar abiertamente sin ser observados, juzgados o criticados por personas blancas. En contadas ocasiones los BIPOC pueden disponer de espacios así, tanto en la vida diaria como en espacios museísticos”.
Quizá la intención fuese buena, y el hecho de que Esto es colonialismo celebre talleres y performances interactivas ayuda a entender a la dirección del museo, pero desde luego la medida ha demostrado ser torpe, por paternalista y sensacionalista. Algunos también pueden considerar que es insultante. Y además contraproducente, porque ha provocado precisamente lo contrario de lo que pretendía: manifestaciones hostiles en las redes sociales y por parte de algunos visitantes blancos quejándose de ser discriminados. Los insultos y amenazas a la dirección del museo han convencido a Baumann de la necesidad de pedir protección policial para las salas del museo Zeche Zollern. Ahora el espacio no es más, sino menos “seguro”.
La exposición permanecerá abierta hasta final de este mes. Me imagino a la señora Baumann deseando que llegue ya noviembre y maldiciendo la hora en que se le ocurrió la idea de abordar el tema del colonialismo.
Ha sido gracias a la lectura de los diarios mencionados en la primera línea de este artículo como me he enterado de la existencia y el significado del acrónimo BIPOC, acuñado hace sólo una década. Y gracias a Sandra E. Garcia, una periodista de The New York Times especializada en temas raciales, me he enterado de que el término no es aceptado sin controversia ni por los indígenas norteamericanos –o sea, los indios o pieles rojas–, ni por los negros, pues los primeros sufrieron exterminio y todo tipo de abusos, pero no esclavitud. De manera que su experiencia y “herencia” son diferentes. Algunos consideran que eso de juntarlos a todos bajo las mismas siglas, siguiendo una idea inclusivista e integradora, es una idea errónea y perezosa.
Como suele decirse en estos casos, tanto en el de las restricciones a los blancos en el Zeche Zollern como en el acróstico BIPOC, “de buenas intenciones está empedrado el infierno”.