Hace unos días, en las fiestas de Barcelona, asistí a un acto público y solemne donde se cantó Els Segadors. Eso no tiene nada de raro, en Cataluña se entona Els Segadors a la mínima ocasión, hasta en bautizos y comuniones. Quizás porque no me había fijado hasta ahora, lo que me sorprendió de la ceremonia fue la tristeza de quienes cantaban, tanto los políticos que lo hacían oficialmente en primera fila, como los ciudadanos que decidieron sumarse al himno. La tristeza, cabe precisarlo, provenía del mismo himno, qué canción más desangelada. Ahí me di cuenta de que no he escuchado jamás un himno tan soporífero, tristón y alicaído como el catalán.
Creo que el fracaso del procés tiene ahí su origen. Con un himno como Els Segadors nadie se lanza a las barricadas ni a ningún lado, como mucho se lanza al sofá a echar una cabezadita. Menudo sopor. Uno observa a los franceses cuando cantan La Marsellesa, voz en grito y mirando enardecidos hacia el horizonte, y parece talmente que van a tomar de nuevo la Bastilla. Uno ve a los ingleses berreando God save de king y los imagina plantando cara a cualquier invasor, desde Napoleón a Hitler, si es necesario a mordiscos. Uno escucha a los americanos --otros que lo cantan a la menor ocasión-- con su Barras y Estrellas y entiende por qué no fracasó el desembarco de Normandía. En cambio, uno ve a los catalanes susurrando Els Segadors y no puede menos que pensar que han entrado en depresión, así no hay manera de conseguir nada. Hasta el himno de España, que ni siquiera tiene letra, es más animado.
Los himnos se crearon para animar a la lucha, aunque sea lucha futbolística, de ahí que los himnos de los clubs sean joviales y guerreros. Un himno que empieza diciendo "Catalunya triomfant" como si fuera un disco de 45 revoluciones escuchado a 33, está mintiendo de entrada, nadie triunfante canta tan apesadumbrado, más bien parece una "Catalunya derrotada". Cuando con el mismo ritmo y entonación llega la estrofa de "ara és l’hora segadors", ya todo el mundo está convencido de que es la hora, sí, pero de irse a la cama, que mañana hay que madrugar para cortar el trigo. Cómo se puede aspirar a que Cataluña vuelva a ser "rica i plena", si uno lo anhela con el mismo ánimo con que anhelaría una enfermedad venérea.
Els Segadors, más que cantarse, se murmura. Fue compuesto para decirla al oído de quien tengamos al lado, de hecho, eso de huir del alboroto es muy catalán, somos un pueblo discreto. Fíjense que, cuando se trata de cantarlo en actos públicos, los participantes lo hacen en voz baja y mirando al suelo, casi como si rezaran, o peor aún, se avergonzaran, de ser vistos en tal tesitura. Por fortuna, los catalanes no se han caracterizado jamás por su arrojo y no van a participar en guerra ni enfrentamiento alguno, puesto que, en caso de entrar en batalla a los acordes de su himno nacional, se echarían llorando en brazos del enemigo, deprimidos.
Más que un himno nacional, Els Segadors parece un bolero de Los Panchos, pero con menos gracia y mucha menos poesía, o sea que no sirve ni siquiera para ligar. Y eso que algunas letras de Los Panchos reflejan mucho mejor lo que ha sido el procés que el propio himno oficial catalán: "Siempre que te pregunto que cuándo, cómo y donde llegará la independencia, tú siempre me respondes, quizás, quizás, quizás”.
Si de verdad pretendían conseguir la independencia, si de verdad esperaban conseguir algo de su enfrentamiento con el estado, debían de haber empezado por cambiar el himno. Poner en su lugar una rumba de El Pescaílla o Peret, que esos eran catalanes pero alegres. Con Els Segadors es imposible alcanzar nada que no sea un sueño profundo.