Nacho Martín Blanco ha abierto la caja de Pandora cuando el jueves afirmó en TV3 que el Partido Popular se planteará abstenerse en la investidura de Pedro Sánchez. El diputado catalán dijo textualmente: “A partir de la semana que viene, si finalmente Feijóo no consigue los apoyos necesarios, ya hablaremos de ello”, añadiendo que “España necesita que los dos grandes partidos tengan altura de miras”. Las palabras de Martín Blanco traslucen la idea de un PP fuerte en la oposición, como partido de Estado, que se abstiene para que Sánchez no tenga que aceptar las exigencias de los nacionalistas. Sin embargo, cabe preguntarse si el diputado popular lo dijo a título personal o ciertamente en el PP se valora esta posibilidad.
Tengo mis dudas, porque este planteamiento no sería del agrado del sector más nacionalista español del PP, el del discurso duro de Aznar o Ayuso, los mismos que tienen a Feijóo atenazado en sus movimientos más aperturistas. Planteamientos que tiene que rectificar en horas. Ahora Feijóo ha salido reforzado del debate, nos cuenta la oficialidad del PP, se ha consolidado como líder, mantra de los medios de la derecha, y se ha fortalecido como líder de la oposición.
Si por consolidar se considera que ha recibido un crudo revolcón en su investidura, alias moción de autocensura, Feijóo se ha consolidado. Ha plasmado su soledad, su dependencia de Vox, y la peor noticia para los populares: el alejamiento del PNV. Aitor Esteban, el portavoz nacionalista, nos explicó que el líder popular no iba bien vestido. ¡Iba desnudo! Que nos mentía cuando explicaba ufano que no era presidente porque no quería, cuando la realidad es que no podía. Si PNV y Junts, por ejemplo, le hubieran dado apoyo, los 33 diputados de Vox se le caerían de la cesta de la compra.
Con esta realidad se antoja una entelequia que el PP se abstenga en la investidura de Sánchez. La jugada sería maestra porque le permitiría marcar una posición propia y acercarse a los nacionalistas moderados y ocupar el espacio más central de la derecha achicando espacios a Vox. Dicho de otra forma, sentaría las bases ante una nueva convocatoria electoral, porque es más que dudoso que Pedro Sánchez aguante toda la legislatura. Sin embargo, los duros del PP, los que apoyan la confrontación permanente –que recuerda mucho aquella fantochada de confrontación inteligente—, sacarían las uñas. Feijóo no está consolidado, como piensa, sino que se ha convertido en el títere de quienes lo utilizarán para defenestrarlo y reemplazarlo por su musa: Isabel Díaz Ayuso.
Empezamos octubre y Sánchez tiene de tiempo hasta el 27 de noviembre. Más le vale al candidato socialista no esperar la abstención del PP. Se me antoja que ni la espera ni la quiere. Tiene un mes y medio para armar un acuerdo con Sumar, PNV, Bildu, Junts y ERC, sin olvidar el llavín de Coalición Canaria. Es el único voto que tiene atado de antemano porque ha aceptado la Agenda Canaria.
Toda la negociación es compleja, pero, sobre todo, con los catalanes. Tiene que armar un acuerdo y hacerlo público de forma que el protagonismo incandescente de los dos partidos independentistas no quede herido. No por Sánchez, sino porque uno considere que el otro ha salido favorecido. Tiene que hacerlo además pensando en las opciones del PSC.
ERC y Junts tienen ahora la oportunidad de modular sus exigencias y bajar a la tierra, aunque los más hiperventilados están dispuestos a aguarles la fiesta. Veremos, y también veremos qué grupo se impone en el seno de ambos partidos que no están exentos de tensiones, codazos, zancadillas y movimientos.
Pedro Sánchez se crece en situaciones complejas. Sin embargo, este sudoku se antoja el más complicado de su vida política. A los catalanes hay que unir a los vascos, que ya combaten cuerpo a cuerpo con las autonómicas a la vista, y a Sumar, con Podemos en papel de Pepito Grillo. Solo puede ganar porque, si no consigue trabar un acuerdo, las elecciones de enero están servidas, para luego afrontar el súper junio con gallegas, vascas y europeas, y quién sabe si catalanas. Aragonès, sin acuerdo, tendrá un mandato efímero. Junts va a por él como hemos visto en el pleno de esta semana, y sin el apoyo del PSC será todo un pato cojo. Más que ahora.