Decir que el Partido Popular de Cataluña está en una encrucijada no es descubrir la sopa de ajo. Lo está y la solución no se vislumbra, al menos para el común de los mortales, lo que da paso a todo tipo de especulaciones que abocan al partido azul a todo tipo de tribulaciones sin solución de continuidad. La última, en Barcelona, donde las agrupaciones de Gràcia y Sant Andreu se han disuelto, en medio de profundas críticas a Daniel Sirera, y rubricando las duras declaraciones de Alberto Fernández a cuenta de las intenciones de Feijóo de reunirse con Junts per Catalunya.

El PP quedó noqueado en las elecciones de 2021. Perdió totalmente su espacio sociológico y se salvó de ser extraparlamentario por los pelos. Vox le comió la merienda, Ciudadanos resistió de forma numantina y el PSC lo borró del mapa del constitucionalismo. Alejandro Fernández, sin duda un brillante parlamentario, fue incapaz de poner al partido en la pole position y casi se queda en boxes. ¿La situación es culpa del actual presidente del PP catalán?

Seguramente, Alejandro Fernández tendrá su parte de culpa. La lista de las autonómicas levantó ampollas con la inclusión de Lorena Roldán y Eva Parera. Sin embargo, la crisis no empezó ahí. Con Pablo Casado al frente del PP y la inclusión de Cayetana Álvarez de Toledo, el partido tocó fondo, como lo tocó con Xavier García Albiol en 2015 por el papel estelar –es una ironía— de Mariano Rajoy en la crisis independentista.

Desde entonces, el PP no levanta cabeza. En las municipales, se sobrepuso y gobierna Castelldefels, Collbató y, de forma abrumadora, Badalona, y ha sido clave en Barcelona o Lleida para evitar mayorías independentistas. Sin embargo, las generales enseñaron una cara amarga. El PP subió, pero la subida fue insuficiente y no se alcanzaron unas expectativas que han dejado a Núñez Feijóo en la situación actual. Tres diputados más a los populares en Cataluña hubieran desequilibrado la balanza a favor de la derecha.

Ahora la situación se ha complicado con la boutade de Feijóo de querer abrir negociaciones con Junts, lo que no ha sentado bien en las filas populares. Y ante la falta de un liderazgo fuerte las tensiones y las tribulaciones se disparan. Falta de liderazgo en Madrid y en Cataluña. Para muestra, el botón de buscar un encaje a Cataluña. La propuesta estrella de la mañana fue archivada, matizada y enmendada por la tarde.

Feijóo busca con ahínco una solución, pero no encuentra el libro de instrucciones. Tira de manual, y de banquillo, con Dolors Montserrat, o abre la puerta a Nacho Martín Blanco, candidato en las generales por Barcelona, que despierta recelos en la militancia por advenedizo. Incluso ha tanteado a personas de la sociedad civil sobre su disponibilidad. De momento, ha recibido un no por respuesta. Incluso cuando tanteaba a posibles candidatos como ministros de su Gobierno. No le respondían “vade retro”, pero casi. Todos los consultados, al menos que se sepa, le dieron con la puerta en las narices. Y estos movimientos los hizo a espaldas del PP catalán.

Los vaivenes de Feijóo en este mes que se augura horribilis no ayudan. En pocos días se ha pasado de ofrecer pactos de Estado al PSOE a entregarse de nuevo a Vox en Murcia y en la investidura pasando por escarceos con Junts per Catalunya, lo de proponer un encaje a Cataluña que se comió con patatas en unas horas, y sonoros fracasos con el PNV. Y no ayuda que Feijóo no apriete el acelerador para consolidar un liderazgo firme en Cataluña. Alejandro Fernández sabe que tiene los días contados. Nunca ha tenido pelos en la lengua y ahora, menos. No tiene nada que perder y dice lo que piensa y piensa lo que dice.

El PP se ha recuperado de una crisis endémica, pero la gangrena sigue infectando a un partido que no encuentra su lugar y que carece de liderazgo. El PP catalán es responsable, seguro, pero el tutelaje madrileño los ha hundido porque en el Madrid de la M-30 tampoco hay liderazgo. La recuperación, si no se toman medidas, puede convertirse en un espejismo.