Núñez Feijóo tiene una estrategia clara. Su investidura es un fake. Sabe de sobra que no le saldrá. Por eso, quiere acaparar los focos con dos intenciones. La primera, estar bien preparado, por si fallan las previsiones, ante un adelanto electoral. La segunda, si debe quedarse en la oposición, afianzarse en su partido. Solo por eso, Feijóo nos va a tener entretenidos con propuestas de todo tipo –los pactos de Estado— y el culmen de todas ellas: “Déjame gobernar, Pedro, por el bien de España”.
La respuesta socialista es la esperada, pero con un punto de ingenio: “Nos ofrecen un pacto con Vox para derogar el sanchismo en dos años”. Y ciertamente es así. Feijóo depende de Vox, no del PSOE. Sin Vox, Feijóo no es nadie. Por eso sorprende que ofrezca un pacto por dos años al oponente que puede gobernar por cuatro. Que ofrezca pactos de Estado que ha negado sistemáticamente al PSOE. Que se arrogue ser la lista más votada para gobernar, cosa que ha negado al PSOE en Canarias, Extremadura y en un centenar de ayuntamientos.
El líder del PP sabía de antemano la respuesta. Por eso, se ha inventado una ronda con los presidentes autonómicos para rellenar agenda. Una ronda a la que Aragonès no acudirá y que el PNV aceptará por educación parlamentaria, pero de la que saldrá un no rotundo. O sea, Feijóo necesita organizar el paripé en pro de sus objetivos. Lo cierto, lo único cierto, es que acabará en la oposición.
Pedro Sánchez querrá explotar este fracaso en beneficio propio. Ahora el PSOE se queja de que el PP perderá un mes, pero, en el fondo, Pedro Sánchez le agradece su movimiento. Primero por evitar un dolor de cabeza a Felipe VI y luego porque gana tiempo para forjar su acuerdo de investidura. Mientras Feijóo se pavonea, el PSOE puede profundizar en la negociación con sus posibles socios. Y la clave: con el independentismo es imposible un acuerdo antes del 1 de octubre, 11 de septiembre mediante. Ni Junts ni ERC harán público un acercamiento, y menos un acuerdo, antes de los momentos de exaltación nacionalista. La calle está dominada por los más radicales. ERC lo sabe bien porque está en el altar donde se dilapida a los botiflers. Junts empieza a saberlo. Por mucho que diga Puigdemont que él cobra por adelantado, los hiperventilados no quieren saber nada de cobrar, sino de mantener la estrategia de la confrontación, aunque nadie explique en qué consiste esta confrontación.
En conclusión, a Pedro Sánchez la estrategia de Feijóo le viene como anillo al dedo. Le podrá atizar por su fracaso y podrá mover pieza entre bambalinas sin luz ni taquígrafos. A los partidos vascos y catalanes no es una música que les desafine, porque en Cataluña y en Euskadi la lección del 23J es que con el PP no se va a tomar un café a la vuelta de la esquina, y menos si Vox es el convidado de piedra. La prueba del algodón, o la prueba del 9 para los más mayores, es el silencio, la prudencia, la discreción de las conversaciones entre Moncloa y los partidos de la periferia. La nota discordante la da Sumar, que intenta tener algo de iniciativa y, sobre todo, algo de protagonismo. Ya sea nombrando a Jaume Asens como el gran interlocutor, lo que provoca sorna en Junts por ejemplo cuando afirman que no están negociando nada con este señor, o aprovechando el caso Rubiales. No encuentran los de Yolanda Díaz su espacio y lo buscan con ahínco. Son los únicos que hablan, pero sin romper la sintonía en una negociación que se antoja compleja. En la que lo lógico sería tirarse los trastos a la cabeza.
Sin embargo, el acuerdo es más que posible –quién lo hubiera dicho hace unas semanas— aunque solo sea por mantener los acuerdos logrados para votar a favor de la Mesa, pero sobre todo para el mundo nacionalista, porque es la primera vez que la izquierda española coge el toro por los cuernos y levanta la bandera de que otra España es posible alejada de la arcaica España uniforme y centralista, porque la izquierda ha descubierto que España es Frankenstein. El PP todavía está a lo suyo pensando que se puede gobernar de espaldas a la periferia. El 26 y 27 de septiembre, Feijóo podrá tomar nota de esta realidad porque no será presidente.