Más allá de la celebración del gol, y los obvios gestos de alegría que van aparejados a un gran partido de fútbol, tres imágenes me han sorprendido de la final del Mundial que ha ganado la selección española femenina. La primera es la foto que recoge el consuelo que Ona Batlle le proporciona a Lucy Bronze, compañeras de equipo del Barça, pero hasta minutos antes rivales de selección. Es un gesto que podríamos llamar de empatía sincera y profunda. No sé si el fútbol masculino puede producir esta imagen con la profundidad y discreción con que la reproduce un medio de comunicación de la ciudad de Barcelona en su página 2.

La segunda, la ruptura del protocolo de la Casa Real española, mezclándose la Reina con las jugadoras y saltando como cualquier aficionada más. Hacen más una imagen y unos gestos que mil discursos. Fin de semana femenino de la Casa Real. Zaragoza y Sídney, no está mal. La renovación y aproximación de la institución a la sociedad española vendrá en la dimensión femenina, recuerden que la futura Reina tiene la dicción de un catalán impecable. Esta imagen choca con la ausencia de la Casa Real británica, demasiado rígida, demasiado miedo en el mundo de la Commonwealth, en especial después de la semifinal Australia-Inglaterra.

La tercera, la imagen del presidente de una Real Federación Española de Fútbol estampando un beso a una jugadora sin el consentimiento de esta. Ha hecho bien el ministro en funciones Miquel Iceta en reclamar excusas y explicaciones, no puede pedir más, no es un órgano del Gobierno, aunque tiene un cierto nivel de tutela, pero si estuviéramos en una sociedad normal donde las políticas de respeto y dignidad a las personas, de cualquier género, estuvieran asumidas y arraigadas, ese señor debería dimitir. Se ha disculpado ¿suficiente, insuficiente? La sociedad española tiene en este pequeño ejemplo el trascender la importancia del fútbol femenino y por consiguiente políticas de igualdad visibles y pedagógicas.

Si creemos en las políticas de igualdad, o los jugadores masculinos se bajan el sueldo, cosa que me temo que no se va a producir, o el fútbol femenino debería regularizar su dimensión salarial y social. Otro ejemplo: el uso de las instalaciones deportivas, unos van al estadio Olímpico Lluís Companys, otras… con todo el respeto para las instalaciones que las acogen.

Las políticas de igualdad reales son esos pequeños grandes ejemplos, y como estos deberían producirse mil más.