El bloque de la izquierda le hace un Vingegaar a Feijóo, el favorito en el Tour electoral. Sánchez pierde las elecciones, pero gana el consenso en las Cámaras, allí donde reside la voluntad popular. Sánchez prepara ya un Gobierno, donde no esperamos ver a Ione Belarra, que ha boicoteado la campaña de Sumar ¡Cómo crece la incapacidad de los resentidos! El PSOE ha subido un millón de votos más y dos escaños. Al final, acertó más Tezanos (CIS) que Michavila (Gad 3). Frankenstein refrendado
La última semana de la campaña explica la victoria triste de Feijóo, después de los pronósticos del enjambre mediático y demoscópico, que jaleaba su mayoría absoluta. Las inexactitudes, una forma folklórica de hablar de mentiras, le pasaron factura ¿De dónde procedía tanta equivocación? ¿No será que los que alimentaron su victorioso cara a cara quisieron cortarle después los espolones al pollo empavonado? ¿No será que MAR, en el fondo, no te quiere? Él prefiere dictarle a la presidenta madrileña Ayuso a través del pinganillo; está construyendo una lideresa con futuro al dictado de sus mensajes; una hiperrealidad sin fondo, con mucho riesgo aparente, pero sobre seguro, mientras el pinganillo no falle. A lo mejor, el renombrado spin doctor sólo se ha estado entrenando con Feijóo, pensando en la desleal dama de corazones, cuyos colores defiende en justas muy arriesgadas. La última semana de campaña dijo basta y la estadística del candidato conservador se fue por el desagüe, delante de la bravísima Silvia Intxaurrondo.
La larga mano de Miguel Ángel Rodríguez (MAR) se adivina siempre que entran en liza las dos Españas, una antigualla con la que llevamos casi un siglo machacando para no abrir el melón de la colaboración bipartidista, propia de un país civilizado. Pero es imposible llegar a pactos PP-PSOE después de una campaña marcada por el “sanchismo” del “sicópata” y el “que te vote Txapote”. El PP le pide ahora al PSOE un pacto de Estado; le pide a Sánchez que derrote al sanchismo. Los equipos de campaña del PP no aprobarían Urbanidad, la asignatura espectral de nuestra infancia.
También es de traca y pañuelo aconsejarle al candidato del PP que no acuda al debate a cuatro en TVE y deje solo al sombrío Abascal para evitar el ticket de la derecha, mientras se pactan gobiernos autonómicos y municipales entre ambas formaciones por media España. ¿De quién fue esta gran idea? ¿Y lo de la lista más votada? La política será un patio de colegio mientras los estrategas del PP sigan sin leerse la Constitución.
El resultado del 23-J detiene en España la avalancha ultra en Europa. Pero su resultado nos conduce al bloqueo, especialmente cuando el mundo soberanista catalán está dividido, entre una ERC en horas bajas, tras el batacazo inapelable de Rufián, y un JxCat radicalizado hasta el punto de renacer a partir del “cuerpo nacional”, un concepto nefasto, adjetivarlo con benevolencia. Junts es la hiel del nacionalismo duro que un día tuvo rostro humano, antes de creerse un Prometeo. En los territorios históricos, Euskadi, Navarra y Cataluña, se jugaban 71 escaños. ¿Y de éstos, cuántos ha sacado el PP? Nueve.
La derecha no entiende la política territorial. Sólo la pilla a posteriori como le ocurrió anteayer a Feijóo, cuando quiso hablar con el PNV y el Euskadi Buru Batzar le mandó una nota pública negándole la mayor, a causa de su ticket con Vox. Coalición Canaria se lo pensará mucho. A parte de Vox, al PP le queda el escaño de UPN, el partido de Esparza, el último tradicionalista, atrincherado en el Castillo de Javier para no caerse del caballo y convertirse al sanchismo, el gran anatema