Las elecciones, la ceremonia más trascendente de la democracia, siempre se celebran envueltas con la magia del después, y lo que se espera del después es mucho, incluso diríase que cada votante espera algo diferente.
Las del 23-J se insertan plenamente en esa espera múltiple. Las derechas, la conservadora y la ultra, el PP y Vox, quieren ver en el después un cambio de ciclo, que a la vista de su ideología y sus propuestas consistiría en la substitución del presente que rechazan por la recuperación de un pasado que tienen por mejor, no cabe interpretar de otra manera los “ajustes” del PP y las supresiones de Vox, y como en política no existe el vacío, el espacio que dejarían los ajustes y las supresiones se llenaría con fórmulas del pasado.
Todas las leyes a las que se opusieron en su tramitación parlamentaria serían revisadas en su formulación o en su aplicación. Y es lógico que sea así, puesto que el programa de gobierno de una oposición es lo que ha sido su “oposición”, por lo tanto, ya sabemos lo que sería el después del PP y Vox.
Las izquierdas, la socialdemócrata y la otra, el PSOE y hoy Sumar, que han gobernado en coalición, esperan poder seguir formalizando mediante leyes y desarrollos políticos la evolución social, que como evolución siempre es hacia delante -hacia atrás no es evolución, sino retroceso social-, quieren, en definitiva, completar su ciclo.
Entre lo que esperan los unos y los otros se halla la dura realidad. A España le está yendo relativamente bien en el contexto europeo: algo menos de inflación, algo más de crecimiento y calles pacíficas.
Pero, los grandes problemas estructurales y bastantes reformas pendientes siguen ahí. En junio de este año se han registrado 2.688.842 parados, una tasa de desempleo del 12,7%, rozando el 30% la de los menores de 25 años. El porcentaje de población en riesgo de pobreza ascendía al 20,4% en diciembre de 2022, unos 9,67 millones de personas, de las cuales el 7,7%, unos 3,65 millones, se encontraban en situación de carencia material y social severa, según la organización European Anti-Poverty Network (EAPN España) en su informe de abril de 2023.
Unos datos demoledores -el gobierno de las izquierdas los mejoró algo, no pudo más y durante las crisis por la pandemia y por la guerra de Ucrania evitó que empeoraran mucho-, que traen su causa de lejos, alguna de siglos atrás cuando solo había derechas. Son ciudadanos anónimos, compatriotas nuestros que merecerían una atención preferente de la clase política y que tendrían que ser el tema central de los debates de campaña. Pero, nadie hablará de ellos, salvo alguna referencia genérica al paro o a la pobreza.
Y a ellos solo les importa salir de su situación. Quien está sin trabajo, no puede pagar el alquiler o el recibo del gas le trae sin cuidado la campaña electoral y el 23-J. La inmensa mayoría no votará, han perdido la confianza en las instituciones y no se les puede reprochar. ¿Qué deben pensar los que escuchen las lindezas que se sueltan en campaña? Son el reflejo de una sociedad a distintas velocidades, fenómeno que con mayor o menor intensidad se da igual en los otros países europeos.
La sociedad a las otras velocidades es la que será objeto de preferente atención durante la campaña. Se comprende, es la que vota, y, además, también tiene derecho a ser atendida. Es la sociedad que se interesa por la actualización de la Constitución, por el cambio climático, por la guerra de Ucrania, por la desigualdad social de la mujer, por la violencia de género, por el disfuncionamiento de los servicios de la justicia, por la financiación autonómica, por la protección urbanística de las costas y los espacios naturales, etc., e incluso votará para mostrar que no se interesa por algo de eso o por nada de todo eso y entonces lo hará por Vox, el partido de los rechazos, o por el PP, el partido de los ajustes, sin excluir otras opciones no determinantes.
La cuestión que el 23-J debe dilucidar es quiénes, después, afrontarían mejor los desafíos de cada una de las velocidades de la sociedad. No hay duda de que los millones de compatriotas que se han quedado atrás solo podrán mejorar su suerte con las izquierdas de nuevo en el gobierno, y como ellos no votan, por solidaridad hay que votar por ellos.