La semana pasada el Bureau International des Expositions (BIE) en su asamblea anual decidió encargar a la ciudad de Belgrado organizar la exposición especializada de 2027. Se presentaban como candidatas Bloomington, Phuket, Bariloche y Málaga, además de la ciudad ganadora. Málaga ha quedado la segunda, lo cual no es consuelo. Málaga, España, ha perdido. ¿Por qué? Porque no se han hecho los deberes, al menos no todos.

Las declaraciones tras la votación del por otro lado brillante alcalde de Málaga, Paco de la Torre, fueron tan sinceras como ingenuas, apuntando a movimientos geopolíticos como determinantes de la votación. Pues claro. Todos los eventos de este tipo se juegan en el tablero geopolítico. Y es ahí donde hay que hacer los deberes, especialmente en un organismo donde el voto de cada país pesa lo mismo. Andorra o Togo tienen el mismo peso en la decisión que Estados Unidos o China. Hay que lograr cerca de 90 votos para asegurar la mayoría en una votación a la que tienen derecho 179 países.

Un proceso competitivo es un proceso para el cual hay que prepararse. Hay que invertir y hay que trabajar para que la elección salga bien. Hay que armar una buena candidatura técnica, hay que explicarla bien en un dosier cuanto más profesional mejor, hay que hacer publicidad y hay que convencer a los países y a los delegados, dedicando tiempo diplomático de calidad.

La noticia de la votación ha pasado casi desapercibida a nivel nacional, sólo teniendo eco en los medios andaluces y por supuesto malagueños. Y probablemente ha pasado lo mismo en los meses previos, la candidatura sólo ha interesado a Málaga, y así no se puede ganar. El presidente del gobierno y el Rey tenían que haberse llevado la candidatura en su agenda internacional. Fiar buena parte del éxito a la buena imagen de nuestros famosos (Banderas, Nadal, Gasol…), a la alegría y al buen tiempo no es, ni mucho menos, suficiente. El Reino de España, el Estado en su totalidad, debería haberse involucrado mucho más. Los bienintencionados promotores han pecado de ser algo naïve.

En la 172ª asamblea del BIE se ha elegido la sede de la exposición especializada de 2027 y se han confirmado las tres candidaturas viables para la expo universal 2030, cayéndose por razones obvias Odessa, como antes se cayó Moscú. El día antes de la celebración de la asamblea, la candidatura de Riyadh, por ejemplo, organizó una gran recepción en París a la que acudió el príncipe heredero y varios de sus ministros. También fueron a París el presidente de Corea y la primera ministra de Italia y seguro que durante los meses que quedan hasta la elección de la sede de 2030 saudíes, coreanos e italianos van a poner todo de su parte, pues sobre todo los dos primeros han entendido que esta es una buena oportunidad para hacer lucir su política exterior. Cuanto más en el centro de la política de Estado está un evento de estas características, mejor.

Málaga quedó la segunda, pero no ganó en ninguna de las rondas. Aunque el voto es secreto parece que no logramos ni un solo voto de un país africano, entre otras cosas porque nadie se encargó de solicitarlos. Estando Corea y Arabia Saudí tratando de lograr ser sede de la expo universal, aliarse con alguno de ellos no hubiese sido mala práctica. Y algunos votos “naturales” en Europa y en Latinoamérica también se escaparon, parece que de la mano del movimiento de países no alineados. España, para lo bueno y lo malo, es Europa, somos un país rico si nos comparamos con el resto del mundo, la 14ª economía mundial, entre el 15% de los países con mayor PIB per cápita, y fiar una candidatura a nuestro sol, las paellas y el flamenco no es un mensaje que atraiga a quienes no se puedan permitir venir de vacaciones a España, por mucho que lo digan Antonio Banderas o Rafa Nadal. Seguimos con la “taza de café con leche en la plaza mayor” de Ana Botella como centro de nuestras campañas de imagen.

Lo sucedido en Málaga es similar a las frustraciones que hemos tenido con los nombramientos del presidente del Eurofin, ni Guindos ni Calviño lo han logrado, a pesar de partir como favoritos, y de otros nombramientos o elecciones de sedes. En junio, Macron ha recibido en el Eliseo al príncipe heredero de Arabia Saudí, al presidente de Corea, a la primera ministra italiana, al primer ministro alemán, al secretario general de la ONU... y también a Elon Musk. Si algo hace mucho mejor que nosotros Francia es la diplomacia económica. El presidente de Francia, todos los presidentes de Francia, y su Administración ayudan a las empresas francesas en el extranjero como ningún otro país y hacen lo imposible por atraer inversiones. En eso nos ganan por goleada, a España y a la mayoría de los países.

Parece que queremos optar por el Mundial de 2030 y, tal vez, por alguna otra expo. O nos ponemos las pilas y lo hacemos tan bien como se hizo en el 92 (se logró ser sede de una expo universal y de unos juegos olímpicos el mismo año, algo muy inusual) o pasarán muchos años hasta que podamos celebrar un evento de nivel. Eventos que sirven, entre otras muchas cosas, para modernizar infraestructuras y acelerar proyectos en las ciudades sede, además de aglutinar al país entorno a un objetivo común. Nunca hay que relajarse y en un proceso electoral, menos.