El independentismo no levanta cabeza. Ya solo le faltaba a Oriol Junqueras el caso de Sitges, alcaldía que mantuvieron los republicanos a pesar de no ganar las elecciones, después del chasco de Barcelona. El dirigente republicano tenía una mala cara cuando presentó a Ernest Maragall como candidato al Senado. No parece que el fracasado Maragall tenga intención de irse a casa. Lo enviarán los catalanes el 23-J porque ERC tiene muy difícil obtener dos senadores por la provincia de Barcelona.

El socio deseado de los independentistas, el PSC, está ahora enfrascado en la Diputación de Barcelona. Hasta Xavier Trias tuvo que salir el lunes para bajar el suflé de los de Junts, con el negado Puigdemont incluido, para evitar no repetir el pacto en el ente supramunicipal. Pacto que los de Junts necesitan como agua de mayo. Los números dan, y de sobra, y las críticas de ERC si se consuma el acuerdo serán de pataleta porque llevan en el zurrón los acuerdos de Tarragona y Lleida que, gracias al PSC, los han llevado a la presidencia.

Las espadas están en alto porque ERC sigue intentando un acuerdo independentista para el que necesitan a los comunes. Este acuerdo es posible pero se hace difícil pensar que los comunes se avengan. Pueden hacerlo, sin duda, pero les pondrán en el disparadero de las generales. Unas elecciones que afrontan sin Colau y con una cabeza de lista que coquetea con el referéndum como si ahora el referéndum fuera capital en Cataluña.

Donde no lo es, es en España. Allí ya se dispara con dardos envenenados a los comunes por sugerirlo. Bueno, corrijo, dardos contra Yolanda Diaz. Aina Vidal ha tenido un resbalón porque no aporta votos su gran idea y sí da argumentario a sus adversarios. El PSC ha puesto sordina, en su más puro estilo, a las negociaciones en la Diputación. Es más, ha abierto una carpeta sobre la continuidad de Nuria Marín. Silencio sepulcral sobre quién podría ser la candidata, de eso no parece que haya dudas y la sustituta siempre será una mujer, pero las quinielas se han disparado.

Lluïsa Moret, alcaldesa de Sant Boi, recoge todas las miradas pero el abanico de posibilidades es amplio. Los socialistas no ocultan que su socio preferente es Junts. Las cosas han funcionado bien estos cuatro años pero en Junts el sector friki ha abierto de nuevo la caja de los truenos. Pero una cosa es abrirla y otra cosa es que se impongan a los que han aguantado, y bien, en los municipios. Y no les convendría olvidar a los junteros que en el Área Metropolitana son irrelevantes y tienen una asignatura pendiente que no aprueban desde hace doce años.

Mientras el patio catalán anda revuelto, no digamos en el resto de España. PP y Vox están a la greña y el PP de Feijóo está dando una imagen más que lamentable por mucho que se vista de verano azul. Una campaña de playa con Chanquete -Borja Semper- al frente. Lo curioso es que la presentación de verano azul, el cambio que promete el PP, se haga en Madrid. Claro es que en España no hay playas.

En fin. Volviendo a la greña. La chica del alcornoque, Maria Guardiola, en definición de Federico Jiménez Losantos ha provocado el caos en la estrategia de Feijóo que empezó semana lastrada por el pacto de Valencia basado en un documento programático de cinco puntos que no lo hubiera escrito ni un mal estudiante de primaria. El líder del PP se ha enredado y su líder extremeña se cree la reencarnación de Juana de Arco. Carlos Mazón en Valencia dijo que su línea roja era no pactar con Vox.

La línea Maginot tardó al menos 48 horas en caer en manos de los nazis. Mazón ni doce. Y doña María se ha alzado como la voz del nacionalismo extremeño al grito de que el PSOE no gobernará y que Vox no entrará en su gobierno, aunque está dispuesta a firmar con los “indeseables” un acuerdo programático. La señora Guardiola da entrevistas por doquier haciendo gala de un provincianismo de libro. Me llaman de Madrid me pongo a decir cosas. Tantas que se contradice. Lo peor de todo, es que la líder del PP extremeño va de por libre y todavía no sabe que no ha ganado las elecciones.

Se ha creído lo de heroína y, sobre todo, lo de la baronesa roja. Barón Rojo fue José Antonio Monago, presidente de Extremadura desde 2011 a 2015, cosa que también olvida Guardiola, porque así lo demostró. Le gustaba en grupo de heavy metal de su juventud. Los recibió en el Palacio de la Junta. Le gustaba, sobre todo, la canción Botas Sucias. Guardiola seguro que ni los conoce.

Un dato. El tema exitoso del tercer álbum de Barón Rojo fue Casi Me Mato. Le viene al pelo. También podría aplicarse la cosa a Maragall, Junqueras y Trias. En el PP extremeño hay tanto malestar que no se descarta hacerse un Casero, aquel diputado extremeño que se equivocó en la votación de la reforma laboral. ¿Se imaginan que algunos diputados se abstienen y permiten que Guillermo Fernández Vara se convierta en presidente? Para Guardiola sería el fin. Para Feijóo quizá no.