El primer diagnóstico de Xavier Trias fue certero: hay muchos que no saben perder. El primero, él; el segundo, Ernest Maragall, y el tercero, Pere Aragonès. Los tres reaccionaron con mal perder a la elección de Jaume Collboni como nuevo alcalde de Barcelona después de que Trias y Maragall entraran en el Saló de Cent con un pacto en el que ya se habían repartido las concejalías.

El pacto azuzó la reacción contraria y posibilitó la alianza entre el PSC, los Comuns y el PP para tumbar la candidatura de Trias. El patricio barcelonés se desató con un discurso comprensible pero impropio de su figura y de la moderación que quiso imprimir durante la campaña electoral para atraerse el voto de la derecha no independentista, aunque sus ataques a Ada Colau no fueron nada moderados, sino los más virulentos de todos los candidatos. Trias se despachó a gusto con duros reproches a los tres partidos que frustraron su alcaldía y culminó con el ya célebre que us bombin”, traducido por “que os den” o “que os zurzan”.

Maragall recurrió al enemigo exterior para denunciar una “operación de Estado” que había impedido por segunda vez la toma de posesión de un alcalde independentista en la capital de Cataluña. “Madrid ha puesto sus garras sobre Barcelona”, ha llegado a decir. Y Pere Aragonès, en la misma línea, pero con mayor inelegancia por violar la necesaria neutralidad del presidente de la Generalitat, no se contuvo cuando la nueva corporación municipal atravesó la plaza de Sant Jaume para presentarse ante él y lanzó a Collboni dos reproches: que la decisión se había tomado en Madrid y que la alianza vencedora era “contra natura”, formada por partidos con modelos opuestos de ciudad, de país y de sociedad.

En primer lugar, la alianza de PSC, Comuns y PP, que no es tal sino simplemente un voto en la misma dirección, es tan legítima como la formada en Girona entre Junts, ERC y la CUP (con el nombre de Guanyem Girona) para desbancar a la candidata ganadora, la socialista Silvia Paneque, que, además, aceptó el resultado con la elegancia que faltó en Barcelona. En los sistemas parlamentarios gobierna quien forja una mayoría y no siempre quien gana. Ocurrió también en la presidencia de la Generalitat en los casos de Salvador Illa e Inés Arrimadas, apartados por los pactos entre los independentistas. En cuanto al argumento de que es una alianza “contra natura”, vale también el ejemplo de Girona. ¿Qué une a Junts y la CUP que no sea el independentismo? ¿Acaso esos dos partidos tienen modelos de ciudad, de país y de sociedad parecidos?

En segundo lugar, los independentistas han resucitado al nunca olvidado “enemigo exterior” como argumento prioritario porque son incapaces de aceptar la realidad catalana y española. Hemos vuelto a oír lo de “partidos de obediencia estatal” y lo de “sucursalismo” y a maldecir decisiones que se toman “en Madrid”. Los partidos acusados lo han negado, pero, aunque fuera así, ¿no tienen derecho el PSC o el PP, partidos que tienen su equivalente en el resto de España, a coordinar sus decisiones políticas y estratégicas con las formaciones hermanas? Ernest Maragall, que se ha pasado la vida en el PSC, sabe mucho de eso.

La frustración por la pérdida de la alcaldía ha llevado a los dirigentes independentistas a recuperar el rencor contra Manuel Valls, artífice de que Ernest Maragall no fuera alcalde en 2019. Oriol Junqueras, uno de los políticos que ha utilizado la mentira con mayor desenvoltura durante el procés, se ha vuelto a distinguir por su inquina. En la presentación de Maragall como candidato al Senado, dijo que ahora se había cambiado la “extrema derecha xenófoba” de Manuel Valls por la “derecha extrema del PP”, repitiendo una falsedad que se quiso imponer en Cataluña desde que el ex primer ministro francés votó a favor de Colau.

Trias, que se distanció de su partido, Junts, eliminando su nombre y sus siglas de la candidatura, lamentó, en declaraciones a La Vanguardia, que su derrota cortaba la vía hacia la moderación y el entendimiento con Madrid que podía representar su elección. Esa vía, sin embargo, había sido cortada ya, días antes del desenlace de la alcaldía de Barcelona, por Carles Puigdemont, con el veto al moderado Jaume Giró para encabezar la candidatura de Junts al Congreso manteniendo al frente a la representante del ala radical Míriam Nogueras.

Ante la frustración de Barcelona, a Junts y a ERC solo se les ocurre apelar de nuevo a la unidad independentista. Pura retórica mientras ERC pacta con el PSC las diputaciones de Tarragona y Lleida y los ayuntamientos catalanes se han constituido con pactos múltiples entre Junts y el PSC o entre ERC y los socialistas. Esta es la realidad, en espera de una victoria del PP y de Vox en las elecciones generales que muchos independentistas desean. El primero, Puigdemont, que no cesa de repetir por Twitter que el independentismo no ha de salvar a España de la derecha española, sino que ha de salvar a Cataluña de España.