Como ya tenemos alcalde en Barcelona, se supone que ya podemos ser felices. Aunque no sepamos que será de nuestras vidas y comentarios sin Ada Colau y sus mariachis dando la murga. Entre otras cosas, porque a la vista de lo ocurrido, la función, trabajo, actividad o como se quiera llamar de comentaristas, analistas o politólogos parece quedar reservado para adivinos y filólogos, por buscar un ejemplo. Porque, ¿qué quiso decir Xavier Trias con eso de que “us bombín a tots”? Pues, francamente, más allá de una expresión de cabreo, no está clara la traducción. Y varía la interpretación entre el “que os den”, con lo que ello significa sin necesidad de entrar en detalles, o, por ejemplo, el “que os zurzan”; en resumen: iros a la mierda que yo me voy para casa.

La verdad es que no sabemos con precisión lo ocurrido realmente, porque lo único que cuenta es el resultado: Jaume Collboni se hizo, al fin, con la vara de alcalde que tan feliz le ha hecho. Los detalles los iremos sabiendo, sin duda alguna. Tanto como las eventuales consecuencias de lo ocurrido, sobre todo de cara a las elecciones del 23-J, que le han cogido gusto a eso de hacernos votar y estamos desenfrenados, con interrogantes diversos, como siempre. Es como si nos hubiésemos instalado en aquel poema del argentino Olegario Víctor Andrade que proclamaba el “todo está como era entonces”. Es decir, la duda permanente que no sabemos cuanta carne de abstención puede producir en cualquiera de las esquinas del tablero político a apenas un mes de las nuevas elecciones legislativas.

Las cosas, en política, no suelen ser por casualidad; y que la mentira, la treta o la astucia forman siempre parte del juego. Habrá que reflexionar, o alguien tendrá que hacerlo, sobre cómo devolver el favor prestado a cambio de tanto voto sobrevenido en el pleno municipal. Cierto parece ser que a los comunes les costó, hasta última hora, tragar con su apoyo al PSC a pesar de las presiones procedentes de Madrid y, particularmente, del entorno de Sumar. El caso, a estas alturas, da igual. La cuestión es ahora saber como se compensará tanta generosidad. Sobre todo, si se tiene en cuenta que el nuevo alcalde socialista será también presidente del Área Metropolitana de Barcelona, un espacio de gran ocupación; sin contar con la Diputación provincial cuya presidencia parece reservada para la alcaldesa socialista de Sant Boi, Lluisa Moret. Es decir, sitios hay en donde reubicar a muchos comunes para que nadie acuse de sectarismo a los recién llegados. Ya veremos, es cuestión de tiempo, que no hay porque precipitarse en las apreciaciones ni en las previsiones.

Ya no días, sino apenas unas horas, nos podía parecer un delirio lo ocurrido. Pero deberíamos estar acostumbrados a que la vida política te da sorpresas: ver a Sirera y Collboni compinchados en una extraña conjunción astral en vísperas electorales francamente resultaba difícil de imaginar. Esto no tiene nada que ver con aquello de Lenin de un paso adelante y dos pasos atrás para avanzar en el camino de la revolución socialista, ni en la polémica entre mencheviques y bolcheviques. Quizá haya que refugiarse en aquello de gato blanco o gato negro, que lo importante es que cace ratones, de inspiración maoísta, nada que ver con la película de Emir Kusturica que ya no me acuerdo cuando, pero mucho sin duda, fue galardonada en el festival de Venecia.

También es cierto que cabe preguntarse sobre en qué estaría pensando Xavier Trias para llegar a errar de tal forma que se quedó con un palmo de narices en el mismo pleno municipal. Quizá su mayor error fue negociar a calzón quitado con Esquerra Republicana de Cataluña, una formación que hoy parece desnortada y cuya gran aportación reciente a la política catalana es crear una secretaría de “coherencia política” que, a su decir, hace unos días, se inspira en la experiencia de otros partidos europeos. En fin, si creen que lo necesitaban, pues bienvenido sea. Desde la perspectiva de un observador externo, poca importancia tiene, puesto que bastante tenemos con ver desde fuera lo que pasa como para pretender meterse dentro.

El caso es que, volviendo a lo que comentábamos de las negociaciones, no se entiende ni por qué ni para qué, y mucho menos la razón por la que lo hizo público en vísperas del pleno de constitución del ayuntamiento. Es posible que, de hecho, para lo único que le haya servido es para excitar aun más a los inquilinos populares de la calle Génova de Madrid para dar su respaldo al candidato socialista de Barcelona, por más sorprendente que pueda parecer. Aunque también cabe pensar que, admitido que cualquier negociación es posible, aunque sea a hurtadillas, si no se hubiera hecho pública el resultado habría sido el mismo.

Ahora toca esperar a que pasen las elecciones generales; tampoco queda otra. Y ya veremos que es lo que ocurre en unos meses. Más allá de los resultados de los nuevos comicios, en los que veremos cuál de las grandes formaciones indepes se da el batacazo mayor, el consistorio barcelonés habrá de hacer frente a la elaboración y consiguiente aprobación de sus presupuestos. Será una prueba de fuego definitiva, sin que sepamos si seguirá Xavier Trias o no como líder de la oposición municipal, ni por dónde se ubica la hasta ahora alcaldesa. La verdad es que poco importa. Ahora todo se juega a nivel de España.