El fin de semana pasado se celebró el Gran Premio de España de Fórmula 1 en el circuito de Montmeló. Impresionante. Lleno hasta la bandera, con gente venida de todos los rincones de España, además de mucho francés, neerlandés, italiano y bastante mexicano. Megayates anclados en el puerto de Barcelona de o para los ultravips, hoteles a rebosar, helicópteros aquí y allá, ni un coche con conductor disponible, restaurantes colapsados (algunos de los mejores, por cierto, no tuvieron la agilidad de modificar sus horarios) y también muchas personas de a pie, la mayoría, con su fiambrera y nevera, no pocos acampados para pasar todo el fin de semana al lado del circuito.
La fórmula 1 es un espectáculo único, pero bastante mal explicado, lo que lo hace blanco fácil de la demagogia. Los bastantes más de 120.000 espectadores que llenan las gradas no son todos, ni mucho menos, millonarios, más bien al contrario, los ultrarricos no son más que unas pocas decenas. La inmensa mayoría es gente más que normal, a la que le gusta este espectáculo, lo mismo que hay gente a la que le gusta el fútbol o los conciertos de una u otra banda. Hay entradas de todos los precios y quien diga que se trata de un espectáculo elitista que compare sus precios con las entradas para ver a Bruce Springsteen, Coldplay o el propio Barça. La fórmula 1 permite, además, disfrutar del espectáculo cuatro días y hay un buen número de “nómadas” que van de circuito en circuito en sus caravanas o motorhomes, en general con pocos lujos.
Pero, además de los aficionados de a pie, hay espectadores vip, como los hay en todos los espectáculos, desde los conciertos de Bruce Springsteen, al torneo Godó de tenis, pasando por el palco del Barça. Mejores ubicaciones, comida y bebida para aburrir, acceso a los pilotos… Y en la fórmula 1, además, están los ultravips, los que llegan al circuito en helicóptero, se alojan en hoteles de 5 estrellas y van a fiestas en megayates. El dinero, y trabajo, que dejan en Barcelona y su entorno tanto quienes se alimentan de bocatas como quienes se hartan de caviar vegano es muy, muy importante. Se calcula el impacto económico de cada gran premio en más de 350 millones.
A quienes les ciega la ideología y el populismo de poco sirve recordarles que la fórmula 1 es, además, un importante campo de pruebas del que han surgido, entre otros, los espejos retrovisores, el cinturón de seguridad o los coches híbridos, porque sí, los coches de fórmula 1 son híbridos desde 2009 gracias al famoso KERS, por no mencionar los avances realizados en el terreno de los combustibles, los neumáticos, la telemetría y los nuevos materiales. El odio que destilan contra el coche quienes hasta ahora nos malgobiernan les ciega.
En los últimos años, ahora un poco menos, todo hay que reconocerlo, sobre Montmeló se ha ceñido la sombra de un populismo barato que nos puede traer consecuencias muy caras. A pesar de ser el espectáculo que pone a Barcelona y Cataluña en el mapa cada año igual o más que cuando el Barça juega (o jugaba) finales de Champions, a la cultura del decrecimiento y woke le gusta meterse con los ricachones y la sostenibilidad, algo que nunca han hecho, por ejemplo, con el fútbol, donde todos los estadios son, como todos los espectáculos, clasistas, donde los desplazamientos tienen una enorme huella de carbono y, además, se gasta muchísima electricidad porque les conviene celebrar muchos partidos de noche. Tampoco quieren caer en la cuenta de que hay campeonatos de fórmula 1 en países tan poco ecológicamente sospechosos como Alemania, Canadá y los Países Bajos.
Los organizadores de los grandes premios ya se han acostumbrado a ciertas salidas de tono pueblerinas con las que les obsequiamos de vez en cuando y ya les han pillado el truco a nuestros políticos a la hora de negociar, por lo cual podríamos estar tranquilos a no ser porque Madrid ha levantado la mano para organizar el Gran Premio de España a partir de 2026, cuando vence el actual contrato.
Ifema es la institución ferial de Madrid, nacida en 1980, entre otras cosas porque el régimen de Franco solo permitía que las ferias internacionales periódicas se celebrasen en Valencia y en Barcelona. Y en estos 40 años de democracia ha ido creciendo, convirtiéndose, también, en una amenaza para la Fira, empantanada demasiado tiempo en peleas internas, como todo en Cataluña. Ifema, además, ha encontrado en el entretenimiento una gran oportunidad, siendo sede de varios espectáculos, entre otros el musical Malinche de Nacho Cano, que lleva camino de alcanzar los 200.000 espectadores desde que se estrenó en septiembre. Y ahora no tiene mejor ocurrencia que promover un circuito urbano, modalidad que a los promotores de la fórmula 1 les gusta cada vez más.
Madrid no tiene, al menos de momento, puerto donde anclar los yates de los superricos, y eso podría salvarnos, aunque parezca superficial, pero su oferta hotelera nos ha ganado. Entrar, aunque sea a hacer una foto del hall, al Four Seasons de Madrid, es un ejercicio que tendría que hacer todo barcelonés que piense que aquí no pasa nada. Four Seasons quiso abrir en Barcelona, y nuestra todavía alcaldesa dijo que no. JW Marriott, otra marca de lujo, acaba de abrir en Madrid por el mismo motivo. Y en Madrid es más sencillo lograr patrocinadores que en Barcelona. Hemos de entender que no somos la última coca-cola del desierto y si no se lo ponemos fácil a quien quiere venir, se irán a otro lado donde les hagan menos ascos con su dinero.
Sirva de ejemplo el torneo de tenis Conde de Godó, hoy un simpático ATP 500, mientras que el torneo de la Mutua en Madrid es un Masters 1000. En Barcelona, el ganador se lleva 475.000 euros; en Madrid, 1,1 millones, lo cual unido a que uno dobla al otro en puntos, garantiza la presencia de más estrellas en Madrid que en Barcelona. Gozamos de más tradición tenística, operística y automovilística que Madrid, pero hoy el Masters Mutua Madrileña es mejor que el Godó y el Teatro Real de Madrid cuenta con mejores espectáculos y estrellas que el Liceu. Aunque a casi todos los pilotos, constructores y sponsors les gusta más Barcelona que Madrid, no hay que olvidar que la competición la dirige un fondo y si nos dormimos, veremos la fórmula 1 en Madrid en lugar de en Barcelona.