Las campañas electorales suelen concluir con una jornada dedicada a la reflexión para que la ciudadanía valore y decida el sentido de su voto. Ese día los candidatos acostumbran a posar, entre sonrisas, para las portadas de los periódicos. Luego toca  pasear y dejarse ver. Los rituales son importantes, contribuyen a mantener despierta la atención y también la fe. Ya saben, últimamente hay demasiado descreído que opta por no ir a votar. ¿Por qué será?

Es al filo de las ocho de la noche cuando la adrenalina se dispara, aumentan los latidos cardíacos y se activa el cerebro de los candidatos. Luego toca esperar pacientemente el goteo informativo que nos ofrecen los medios de comunicación; eso sí, sazonado por analistas y politólogos de diferentes sensibilidades. Pero, más allá de esta rutina, llega el momento de proceder a la digestión de lo sucedido. La marea azul del PP ha elevado el nivel de las aguas en toda España; tanto, que al presidente Pedro Sánchez le ha ido bien una cucharadita de bicarbonato para neutralizar ácidos, evitar la indigestión y tomar decisiones.

La victoria indiscutible de los socialistas catalanes que capitanea Salvador Illa es miel sobre hojuelas en Cataluña, pero no sirve como bálsamo en el resto de España. Con un diagnóstico acertado, y un tratamiento de impacto adecuado, la salud política de este país puede mejorar.

¿Por qué no unas elecciones antes del verano? Si Ciudadanos, que ha perdido el sentido del gusto, y la izquierda de la izquierda juega a la autoinmolación, igual nos conviene un reset y que cada cual aguante su vela. Y, pensando en Cataluña, bicarbonato a grandes dosis deberá tomar Oriol Junqueras ante el reto de unas elecciones en bañador. No en vano, el presidente de ERC ha sido el inspirador de las principales decisiones políticas adoptadas por su partido. De él fue la idea de situar a Ernest Maragall como candidato a la alcaldía de Barcelona. También de él la decisión de mandar a Gabriel Rufián al Shangri-La socialista de Núria Parlón.

La opción de Junqueras de apostar por un político amortizado como Ernest Maragall, y por otro desmotivado como Rufián ha situado a ERC como tercera fuerza en Cataluña y cuarta en la ciudad de Barcelona. Todo ello llegó precedido por una política de hostigamiento, especialmente en el Área Metropolitana, contra los candidatos socialistas. En tiempos pretéritos esta debacle de los republicanos se hubiera saldado con dimisiones y disensiones internas. De cara al futuro el resultado electoral de Cataluña puede determinar el rumbo político de España. El eje derecha-izquierda vuelve a entrar en escena a pesar de ERC.

Vivimos en modo sesión continua. Ayer noche empezó la campaña de las elecciones generales. La victoria del PP marca tendencia pero no olvidemos la fuerza de Pedro Sánchez para nadar a contracorriente. La desaparición de Ciudadanos, la presencia de Vox en los ayuntamientos y la debilidad de la extrema izquierda dan muchos motivos para reflexionar. Prepárense para las curvas y las velocidades de vértigo, las digestiones difíciles, la guerra de las fake news y las ayusadas. Las elecciones en julio no dejan de ser un órdago a los votantes de izquierdas para que decidan si prefieren a Sánchez o a Abascal.