La cervecera Damm celebró esta semana su acostumbrada junta anual de accionistas en Barcelona. Las principales rúbricas del balance arrojan unos exuberantes fondos propios de 1.100 millones, unos ingresos que rondan los 1.900 y un beneficio neto algo superior a los 100 millones.

Damm está liderada por Demetrio Carceller Arce. Es uno de los pocos gigantes industriales vernáculos que no trasladó su sede a otras regiones hispanas tras el estallido del procés. Conserva la sede y el cuartel general en la Ciudad Condal contra viento y marea, mientras millares de sociedades huyeron en estampida.

Damm ocupa desde época inmemorial el segundo puesto entre los productores de cerveza de España, precedida por Mahou-San Miguel y seguida por Heineken.

Este ramo se caracteriza por el escaso número de empresas dominantes, limitado a las tres primeras del rango. La única de ellas que tiene orígenes catalanes es Damm.

Su larga historia arranca en 1876, cuando el alsaciano August Küntzman Damm se instala en un establecimiento de alquiler en la barcelonesa calle Viladomat número 27. Le secunda su primo, el maestro cervecero Joseph Damm Geny. Ambos habían arribado a España tras escapar de la guerra franco-prusiana.

La saga Carceller desembarca en Damm en fechas bastante más recientes, a saber, los pasados años sesenta, cuando Demetrio Carceller Coll, progenitor del actual mandamás, adquiere una participación en la compañía. Corriendo el tiempo, la estirpe compra en 1993 el mayor paquete de acciones, perteneciente a Fernando Coll Picard, que por aquel entonces encabezaba el máximo órgano de gobierno.

En el curso de unos pocos meses, acaece una escalada meteórica. Se nombra sucesivamente a Demetrio Carceller Arce primero, consejero; después, vicepresidente; y luego, se le encumbra a la presidencia.

De casta le viene al galgo. Su abuelo, Demetrio Carceller Segura, participa, antes de la Guerra Civil, en la fundación del monopolio público Campsa y de la petrolera privada Cepsa, del brazo de los hermanos Recasens, prohombres del Banco de Cataluña.

Los negocios del refino le permiten acumular con rapidez una fortuna copiosa y, tras la contienda, Franco le nombra ministro de Comercio e Industria con el cometido de impulsar el desarrollo económico nacional.

Su nieto, el tercer Demetrio de la dinastía, cuenta hoy 61 primaveras. Desempeña la jefatura de Damm desde hace tres décadas.

La corporación cotizó en los corros bursátiles de la Ciudad Condal durante un dilatado intervalo. Su presencia en el parquet concluye en 2015, cuando lanza una opa de exclusión y abandona la bolsa.

El consejo de administración de Damm se compone de siete sillones. Cuatro de ellos corresponden a los Carceller o a sociedades de su órbita. Los otros tres, al grupo alemán August Oetker, accionista histórico de Damm; a la mercantil Hardman Ceres, de la saga Armadás, también socia de largo recorrido; y al eviterno Ramón Agenjo Bosch, que es nada menos que tataranieto del fundador de Damm.

Pronto se cumplirá siglo y medio de la primera piedra colocada por los pioneros germanos que peregrinaron a Barcelona. Mientras tanto, Damm luce una robustez a toda prueba y navega a una envidiable velocidad de crucero.