El gigante de los supermercados Miquel Alimentació, hoy denominado Transgourmet, cumplirá el próximo año su primer siglo de existencia.

Esta efeméride señalada le pilla navegando viento en popa y con un giro de 1.300 millones.

Ocupa el segundo puesto entre las empresas de su ramo con sede en Cataluña, precedida por Bon Preu y seguida por Condis y Caprabo. Es de subrayar que de esas cuatro firmas, solo Bon Preu sigue en poder de la familia fundadora.

Caprabo cayó en manos foráneas en 2007, cuando la troika propietaria formada por las sagas Carbó, Botet y Elías vendió su emporio al grupo vasco Eroski en un espectacular pelotazo de 1.300 millones. Una vez en manos del consorcio norteño, la gestión de Caprabo fue poco afortunada y sus resultados cambiaron de signo. En lugar de sólidas ganancias, como había ocurrido hasta entonces, empezaron a registrar pérdidas cuantiosas.

Como consecuencia de ello, hubo de procederse a un sinfín de reestructuraciones y curas de adelgazamiento. Todavía hoy, tres lustros después del costoso trasvase, Eroski no conseguió que su pieza catalana entre en la senda de la rentabilidad y en septiembre pasado, ha cedido el 50% de Caprabo a un inversor checo.

Por su parte, la dinastía Condal, patrona de Condis, traspasó dos años atrás el 55% al fondo madrileño Portobello y al equipo directivo de la propia Condis, encabezado por José Manuel Romero Romagosa.

En lo que respecta a Miquel Alimentació, se funda en 1924 por iniciativa de Pedro Miquel Estela. Su heredero Ramón Miquel Ballart se las arregla para impulsar un fulgurante desarrollo de la compañía, hasta catapultarla a la cabeza del censo de corporaciones de Girona.

En 2015, enajena el negocio al grupo chino Bright Food, por 110 millones. Un lustro después, fallece con 95 años a cuestas.

En el curso de su dilatada singladura, gestiona actividades del más variado pelaje, desde la química y los textiles, a los abonos nitrogenados, la maquinaria y las finanzas.

En este último sector es consejero de Banco Mercantil de Manresa. Asimismo participa como accionista en la constitución de Banca Catalana y es nombrado por Jordi Pujol miembro de su consejo de administración.

Miquel sufre en carne propia la crisis de esa entidad, la fuga masiva de depósitos y la detección de un agujero descomunal, cuyo taponamiento fuerza la intervención del Gobierno. La justicia lo imputa en un largo proceso penal, si bien finalmente es absuelto.

Como dato curioso, los asiáticos de Bright Food desembarcan en Miquel Alimentació con la intermediación de Juan Antonio Samaranch Salisachs, hijo del que fuera presidente del Comité Olímpico Internacional.

Una de las primeras providencias de Bright consiste en cambiar el nombre de la sociedad por el de GM Food. Los chinos abrigan grandes planes de expansión, pero no llegan a ejecutarlos. Apenas permanecen seis años en el capital. En 2021 sucumben a una suculenta oferta de la suiza Coop, cifrada en 230 millones, hacen mutis por el foro y regresan a su país de origen.

El nuevo dueño también muda el título. GM Food pasa a llamarse Transgourmet. Bajo el mando helvético, el grupo sigue prosperando. En 2022, tanto la facturación como el beneficio neto experimentan fuertes subidas y rondan los 1.300 y los 20 millones, respectivamente.

Al cierre de diciembre, el formidable entramado cuenta con 70 almacenes mayoristas y una tentacular red minorista de 850 “supers” bajo los emblemas Spar, Suma y Proxim dispersos por la península, casi todos ellos en régimen de franquicia. Abarca, además, varios complejos logísticos, amén de una veintena de gasolineras.

El triple cambio de socios protagonizado por Miquel Alimentació, Caprabo y Condis en un corto intervalo es prueba palmaria del coloniaje que padece la distribución alimentaria en Cataluña.

De los cuatro colosos que encabezan el ramo por estos terruños, solo Bon Preu, segundo del rango, es de raíces autóctonas. Los otros tres, a saber, Mercadona, líder absoluto a escala nacional, más Carrefour y Eroski, dependen en suprema instancia de centros decisorios radicados en plazas lejanas.

En honor a la verdad, debe añadirse que semejante fenómeno no es privativo del sector de servicios. Ocurre también de forma implacable en infinidad de renglones industriales de Cataluña, antaño opulentos. Decadencia sin paliativos se llama esa figura.