Las municipales del 28 de mayo en Cataluña, y especialmente en Barcelona, son las primeras elecciones que se celebran sin la omnipresencia del procés soberanista, que está más muerto que vivo, aunque sus rescoldos permanezcan en el fondo de un pozo y no se hayan extinguido, en espera de que empeore la situación política.
Esta característica devuelve a las elecciones municipales –y a las autonómicas allí donde se celebran– su condición de comicios locales, en los que se vota tradicionalmente más por la gestión de los alcaldes o de los presidentes autonómicos, aunque el PP siga empeñado en el conjunto de España en convertirlas en primarias de las elecciones generales de diciembre próximo. De ahí su explotación hipócrita de la lamentable decisión de EH Bildu de colocar en las listas a 44 exmiembros de ETA, entre ellos siete condenados por delitos de sangre, que ya han anunciado que renunciarán al acta de concejal si la obtienen.
El carácter local de las municipales se observa de manera diáfana en Barcelona, en donde ni los dos grandes partidos independentistas, Junts per Catalunya y ERC, se refieren a la independencia en los programas de los candidatos, Xavier Trias y Ernest Maragall, respectivamente. El caso de Trias es el más notorio, pese a presentarse por el partido en teoría más rupturista e independentista radical, del que el candidato no deja de distanciarse, al esconder las siglas y referirse a la lista como Trias per Barcelona, y al afirmar, como hizo esta semana, que el alcalde de Barcelona no ha de salir al balcón gritando “independencia”.
De todas formas, Trias no ha conseguido distanciarse del todo del irredentismo de Junts, y ahí están las constantes declaraciones de Laura Borràs para recordárselo. La presidenta suspendida del Parlament y sus seguidores cargan cada día contra el PSC y ERC, mientras el candidato ofrece un pacto a estos dos partidos en caso de ganar las elecciones y no poder gobernar solo, que es uno de los datos fijos y seguros de estas elecciones.
Junto a Trias, solo otros tres candidatos tienen posibilidades de acceder a la alcaldía: Ada Colau (Barcelona en Comú), Jaume Collboni (PSC) y Ernest Maragall (ERC). Las últimas encuestas dan una ligera ventaja a Collboni y Colau sobre Trias, mientras que Maragall queda algo descolgado.
Esta clasificación indica que la actual alcaldesa resiste, pese a su controvertido segundo mandato, con abundantes críticas suscitadas por las superilles, el cerco al coche privado sin mejorar el transporte público, la turismofobia, la inseguridad y la suciedad de la ciudad, además del postureo de Colau, con sus desplantes al Rey y su equidistancia en la cuestión independentista, que no le ha servido de nada porque el independentismo la ha descalificado siempre con singular dureza. Las superilles son una idea, elogiada en algunas capitales internacionales, que va en la buena dirección de humanizar y peatonalizar la ciudad, pero siempre que no produzca un colapso.
Collboni acepta la idea de las superilles, pero califica su materialización de precipitada. No puede descalificarla totalmente porque no en vano ha sido teniente de alcalde de Colau hasta hace unos meses. Y esta es la principal incoherencia que debe intentar superar para que su mensaje de recuperar la Barcelona de los alcaldes socialistas, huyendo de los excesos de Colau, sea creíble.
El candidato socialista se ha convertido en el blanco de los ataques de Ernest Maragall, secundado siempre por el rencoroso antisocialismo de Oriol Junqueras. Con la fe del converso, Maragall ha llegado a acusar a Collboni de ser un “caballo de Troya del PP” y a empujarlo hacia la orilla en la que sobreviven el PP y Ciutadans. Pese a estas invectivas, no es descartable un pacto poselectoral que incluya a PSC, ERC y los comunes u otro que reúna a PSC, ERC y Junts. Todo dependerá de unos resultados que no consagrarán un ganador en solitario.
Del resto de los partidos, solo el PP parece tener segura su representación en el consistorio, e incluso podría ser decisivo para desempatar la alcaldía. Algunas encuestas conceden oportunidades a Vox y la CUP, pero ninguna prevé la entrada en el Ayuntamiento de Valents o Ciutadans, dos formaciones que llevan a cabo una campaña patética, con Eva Parera hablando del “comunismo” y Anna Grau prometiendo maravillas habitualmente en un castellano con un inocultable acento catalán.