Durante esta contienda electoral que está llegando a su final, la estrategia de la alcaldesa de los comunes ha sido intentar convertir el 28M en un enfrentamiento entre el progreso que dice representar y las fuerzas conservadoras que amenazan a la ciudad. Esta simplificación típica del populismo no permite desarrollar toda la riqueza del debate y sus matices. Lo que sí es fácilmente constatable, es que la primera edil lleva muchos años en permanente campaña electoral, durante los cuales ha ejercido el poder de forma autoritaria y escasamente participativa.
Creo que es una estrategia equivocada convertirla en el centro del debate y apuntarse a planteamientos catastrofistas y sin matices, que solo han servido para cohesionar a sus leales e incondicionales. Estos planteamientos dificultan abordar la problemática de una ciudad como Barcelona desde la riqueza de la complejidad. Ha llegado el momento de que hablemos de Barcelona y no de la alcaldesa.
En el informe del 2022 publicado por el Observatori Barcelona, elaborado por el Ayuntamiento y la Cámara de Comercio, Barcelona aparece como la segunda mejor ciudad del mundo en el área de la habitabilidad y, sin embargo, la Enquesta de Serveis Municipals del 2022 (Gesop) explicita que un 29% de sus residentes quisieran vivir en otra ciudad. Algo está pasando cuando el Barómetro de Barcelona (2ª ola 2022) nos dice que el 66,4% de los barceloneses consideran que la ciudad ha empeorado y el 50,4% suspende la gestión de su consistorio. Una primera constatación: Barcelona es una ciudad de éxito, pero tiene una parte mayoritaria de sus habitantes descontentos con la gestión municipal.
Detengámonos en algunos de los elementos más conflictivos que provocan mayores contradicciones y diferencias de opinión entre los ciudadanos.
La filosofía del urbanismo táctico inicialmente positiva en algunas otras ciudades europeas, pues busca mejorar la habitabilidad, incrementar la sostenibilidad y la creación de espacios verdes, se está aplicando en Barcelona con el dogmatismo que caracteriza al fundamentalismo ecológico. Esta sectaria aplicación no tiene en cuenta de qué manera el modelo Cerdà ha determinado y determina la morfología de Barcelona. La malla isotrópica del legado de Cerdà se basa en una cuadricula como espacio de igualdad y sociabilidad. El Ayuntamiento intenta imponer su visión sectaria del urbanismo táctico con un entusiasmo doctrinal que excluye toda mediación planificadora. Una vez más, frente a las dificultades de gestionar la complejidad, la falsa solución de simplificar y reducir las variables.
Otro elemento por retener, la aplicación de la “teoría del decrecimiento”, curiosa teoría que asocia el crecimiento de la economía a su decrecimiento. Debería tenerse en cuenta que un 25% de los ciudadanos de Barcelona están en riesgo de pobreza, por lo tanto, se debería apostar por un crecimiento sostenible que pueda superar dicho riesgo. Esta apuesta debería contemplar la necesidad de una colaboración público-privada que permita superar el fracaso de la política de vivienda y garantizar servicios de calidad eficazmente gestionados.
Situar al vehículo privado como el gran enemigo de Barcelona, aparte de un grave error, termina por generar nuevos problemas sin resolverlos. Solo el 24,5% de los ciudadanos de Barcelona utiliza prioritariamente el coche. Se trataría de apostar por una automoción sostenible: vehículos eléctricos, H2, híbridos, biocombustibles…No hay nada más reaccionario que intentar imponer el dogma ecológico frente a la ciencia y la tecnología
Obviar el carácter metropolitano de la ciudad Barcelona es un gran error. En realidad es una Región Metropolitana, “es cierto que sin existencia orgánica, pero plena de realidad física, social y política“, un núcleo poblacional que sobrepasa los cinco millones de ciudadanos. Barcelona es una metrópolis con una economía muy interrelacionada donde algunas de sus infraestructuras como el puerto y el aeropuerto, la Zona Franca, los centros de alta tecnología, el sistema sanitario…se sitúan fuera del municipio, pero están al servicio del conjunto metropolitano. Dificultar el acceso a la ciudad, como se está haciendo en la actualidad, no solo es negativo para la movilidad interna, sino que genera externalidades negativas con relación al carácter metropolitano de Barcelona.
Como se apuntó en la jornada Proyectos x Barcelona, organizada por la asociación Barcelona Distrito Federal (BDF) el pasado 27 de abril, la conclusión es que en Barcelona se hace una política Neo-Malthusiana, reaccionaria hacía la tecnología y claramente anti metropolitana.
¿Qué necesita Barcelona? Un gobierno que gestione la ciudad desde el acuerdo y la participación, que sitúe como principal objetivo el recuperar la Barcelona de todas y todos. Que sustituya el sectarismo por el diálogo. Una Barcelona sostenible que cree riqueza y la distribuya para superar el riesgo de pobreza al que están sometidos el 25% de su población. Hay que recuperar lo mejor de la Barcelona maragalliana: cosmopolita e integradora, foco de atracción de conocimiento, la del crecimiento económico que descentraliza e invierte en los barrios más deprimidos. Barcelona necesita ser gobernada desde el consenso y la transversalidad de la mayoría. Creo que es el PSC el partido más cualificado para liderar este proyecto.
Sin duda, la mejor noticia para Barcelona sería que el 28M Colau deje de ser noticia.